Lissa estaba en manos de Andron y ninguno de los dos sentía ese dolor tan desagradable de siempre.
—Lo hiciste, mujer —asintió Andron.
Lissa estaba cambiada. Su cabello era negro, sin embargo, aún adquiría las puntas azules. Portaba las mismas prendas que usaba cuando estaban comiendo en el restaurante. Una camisa negra de Panic! At The Disco, una falda circular que revelaban sus piernas blanquecinas como la nieve que cubría la ciudad, y unas tenis negras resaltado su blancura.
Sus ojos negros como carbón hacían esfuerzos para mantenerse despierta, sin embargo, sus parpados pesaban. Liberó un suspiro que parecía ser una risa y cerró los ojos.
Andron observó al norte, su casa no estaba tan lejos y si corría podía hacer muchísimo tiempo. Sin embargo, un pensamiento pasó por su mente. «La policía, debía estar allí» Quizás, los policías no, quizás las personas que lo estaban siguiendo. El grupo de ConAbe.
Ya logró dar con uno de los hombres, que era un buen francotirador, y la chica que destruyó su apartamento junto con Blue Velvet.
Estaba prohibido ir allí. Vio un poco más a su derecha y pensó en la única persona que sabía de un secreto, que sabía que podía confiar en él, sin contar con que se encontraba cerca.
Primero corrió en dirección al callejón con Blue Velvet aún en sus brazos. Tomó fugazmente su mochila y sostuvo la correa de esta con su mano derecha. No le pesaba ni un poco. Continuó corriendo a pesar de que al principio sintió un poco de temor. No quería activar otras de esas minas, sin embargo, al correr por la autopista no ocurrió nada. Las calles estaban desiertas y el rastro de cenizas había desaparecido, estaba por las rutas limpias.
Esquivó los coches y dio hasta un edificio, abrió las puertas y rodeó a todas las personas que iban a salir de la estructura. Era un grupo grande de personas con la misión de salir del edificio en caso de que este cayera.
Continuó corriendo observando al grupo, pero ninguno era quién buscaba. Subió los peldaños y se detuvo en seco frente a la puerta.
— ¿Dónde estamos? —preguntó Lissa frunciendo el ceño.
Aún no había despertado del todo.
—En casa de un amigo —respondió Andron—. ¿Crees que puedas ponerte en pie desde aquí?
—Creo que sí —asintió ella.
Andron la soltó con delicadeza, mientras que Lissa se colocaba en pie con dificultad, sostenía su peso con la mano aferrándose a una pared, mientras que con su mano libre frotaba su sien con la yema de los dedos. Estaba mareada, no se había sentido así en años. Esta sensación de vulnerabilidad la hacía estremecer, sentirse tan desconocida no era de su agrado.
Una corriente de aire atravesó la habitación y Lissa vio a su amigo por el rabillo del ojo.
Se había cambiado de vestimenta.
Se había despojado de su antifaz para poder desvelar sus asombrosos ojos azules. Varios mechones de su cabello rizado caían en su frente. Ahora portaba una franela color rosado junto con una chamarra azul marino. Unos vaqueros ocultaban su traje de Andron mientras que aún continuaba usando su tenis negro. Estaban más que desgastados y eso no le sorprendía a Lissa.
—Tenemos que hablar con respecto a tu vestimenta —habló ella.
—No hay nada de malo en cómo me visto —reprochó Alan.
—No, para nada, solo que pareces un nerd que no sale de su casa y le gusta ver anime en sus tardes libres.
—¿Tiene algo de malo que me guste el anime? —preguntó Alan a su vez que tocaba la puerta.
—Oye, me encanta que veas anime —Lissa se apartó de la pared para obligarse a sí misma a sentirse bien—. No me gusta que te obsesiones por niñas en traje de baño que podrían ser menores de edad.
— ¡Oye!
Enrique abrió la puerta y colocó los ojos como plato al ver a su mejor amigo sano y salvo.
—Alan —exclamó Enrique y lo abrazó con fuerza. Alan le devolvió el abrazo con una sonrisa afable.
—Me alegra que estés bien —dijo el chico y volvió su mirada en la pequeña chica que estaba a su lado—. ¿Quién es ella?
Enrique se apartó viendo a la nueva chica de pies a cabeza. Su mirada estaba más concentrada en sus piernas y su cabello tan original que otra cosa. Lissa no dijo nada, se mantenía de pie con los ojos como platos. Era donde menos quería estar porque sabía que ocurriría exactamente esto.
—Ella es mi amiga —dijo Alan alzando ambas cejas en dirección a Lissa—. La conocí en League of Legends.
Lissa lo estaba asesinando con la mirada.
—Es hermosa y es una chica gamer —comentó Enrique y tomó la mano de Lissa—. Es un placer conocer a esta belleza, a esta diosa.
Antes de que Enrique lograra besar su mano, Lissa la apartó de un jalón. Tomó saliva.
Ya empezaba a sentirse mejor, no se sentía tan agotada como hacía unos segundos.
—Pero no hay tiempo para eso, Enrique —Alan tomó a su mejor amigo por los hombros—, necesitamos tu ayuda.
—Sí, sí, claro —asintió el chico y pasó su mano por sus cabellos castaños oscuros—. Pasen.
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Editado: 02.06.2025