Mid [#2 Aberrantes]

Capítulo 24 ~ Vacaciones

Lissa abre las puertas de par en par revelando la hermosa habitación que acababa de alquilar en el hotel. Una araña de cristal pendía del techo y la habitación era una mezcla de colores entre blanco y dorado. Habían dos camas matrimoniales cubiertas de una cobija blanca como la nieve. Era hermoso. Lastimosamente Lissa fue la única en admirar la belleza del lugar puesto que el resto aún continuaba pasmado por lo que acababa de ocurrir.

—Es bellísimo —comentó Lissa y se sentó en el borde de la cama—. Tenemos un balcón.

Twyla hizo caso omiso y se dirigió directamente al televisor, lo encendió y comenzó a transcurrir canales mientras que Melissa y Shawn continuaban discutiendo con Alan.

—¿Y por qué decidiste hacer esto, corazón? —preguntó Melissa—, es un mundo muy peligroso.

—Lo sé, mamá —continuó Alan y colocó las bolsas que habían comprado encima de la cama libre—, es que... quería ser parte del cambio. Realmente me gusta pertenecer a algo, y más si es algo bueno.

—Querías ser como los locos de Pestrom —continuó Shawn Brown.

—Eso no es malo —se defendió Alan—, ellos intentan dar un punto. Son personas normales y aún así pelean con los Aberrantes, imaginate yo, soy un aberrante difícil de alcanzar, yo podría demostrar que no todos los Aberrantes son malos.

El último en cerrar la puerta fue Enrique quien tomó asiento al lado de Lissa. Twyla continuaba zapeando por el televisor sin lograr encontrar lo que buscaba.

—No entiendo porque nos encerraron en París —preguntó Enrique—. Entiendo que nos querían lejos pero...

—Quieren culpar a los Aberrantes de robo —respondió Lissa y se acostó en la cama dejando que sus piernas continuaran en el borde de la cama—, nos encerraron debajo de un banco francés, destruimos el lugar por completo y aunque no nos hayamos robado dinero...

—Si lo hicieron —intervino Alan.

Lissa frunció el ceño por cómo volvió en su conversación con sus padres a una conversación con ella.

—¿A qué te refieres? —preguntó Lissa.

—Cuando entre al banco y revisé todo el lugar no había nada de dinero.

—Genial —bufó Lissa.

—Hijo, escúchame —continuó Melissa y tomó el hombro de Alan para que su atención se centrara sólo en ella.

La habitación era todo lo contrario a lo que Lissa esperaba. Twyla dejó de cambiar canales y dejó uno en donde mostraban noticias, sin embargo, el volumen era demasiado alto. La mamá de Alan y él continuaban hablando y todo era ruido para los oídos de Lissa.  Necesitaba un momento a solas, respirar, necesitaba estar en silencio y pensar en un plan.

—Querida —Enrique estaba a su costado, igual de tendido que ella—, es la ciudad del amor, ¿Que piensas hacer?

Lissa colocó los ojos en blanco. Lo que menos quería era escuchar a Enrique. Se levantó de la cama y se dirigió al balcón. Quería sacarle provecho al dinero que había gastado. Era una de las habitaciones de lujo de este hotel. Tenía balcón, una hermosa vista, una tina, televisor por cable, había comprado todo el paquete para que la familia y amigos de Alan se sintieran cómodos. Sin embargo, esto no iba a pasar. Estaban muy desconcertados.

Cerró la puerta del balcón y lo único que lograba escuchar eran los coches y los perros ladrando, era mejor que estar dentro de esa habitación, todo era mejor si no estaba Enrique a su lado respirando en su nuca. Inhaló.

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que visitó París. Incluso antes de conocer a Jeff Jacob. Sabía que este no era momento para recordar pero si algo debía hacer era relajarse para luego pensar. La ciudad era un caos y esta mujer, esta Deanna estaba siguiéndole los pasos. La reconocía por lo que le había hecho a Darrin hace años,pero esto era demasiado. Además de eso, no la había conocido en su vida, no la reconocía de nada. Había matado tanta gente, hecho tantos enemigos que no reconocería la cara de todos.

Escuchó la puerta abrirse a sus espaldas, vio sobre su hombro como Alan entraba con cuidado al mirador y la cerraba despacio.

—Hola —sonrió Lissa.

—Hola —respondió Alan y se colocó a su lado observando los demás apartamentos—, ¿Por qué tan solitaria?

—Hay mucho ruido dentro —respondió Lissa—. Dios, daría mi reino por un cigarro.

—No sabía que fumabas —Alan sonrió a su vez que fruncía el ceño.

—A veces lo hago —Lissa se encogió de hombros y reclinó su cabeza en su mano empuñada mientras su codo descansaba en el barandal del balcón—, solo esparzo un poco de electricidad y así me quedo tan vulnerable como una persona normal.

—Ojalá pudiera hacer eso —Alan sonrió—, más que todo cuando voy de copas con Enrique. Siempre he querido saber qué se siente estar ebrio.

—No es la gran cosa. Después de unos años te llegas a aburrir de tanto.

—Oye, creo que has estado conmigo por dos días enteros y nunca te he visto tan... seria.

—Solo pienso —Lissa se encoge de hombros.

Ambos evitaban tocarse debido a sus choques eléctricos, aunque estaban a solo unos centímetros de tocar hombro con hombro. sus miradas permanecían en las calles de París con los coches yendo de un lado a otro, las palomas volaban por el cielo tan despejado, era una mañana estupenda, hermosa.




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