Mid [#2 Aberrantes]

Capítulo 31 - Nunca te disculpes por sentir mucho

—Muy bien —admiró Deanna.

—Gracias a ti estamos en este maldito desastre —Lissa tenía acumuladas sus ganas de darle una bofetada, una patada, una cuchillada, un balazo—. Gracias a ti estamos jodidos, gracias a ti los aberrantes jamás serán felices, gracias a ti Hitler está en su tumba riéndose y percatándose de que él no era la peor persona de este mundo.

Lissa podía apostar que detrás de esa máscara había una sonrisa llena de satisfacción.

—Me alegra mucho que no me hayas olvidado —respondió Deanna y dejó caer su mano liberando el rostro de Twyla.

Twyla dejó caer su cabeza. Rompió a llorar, no parecía que fuera de frustración, sino por el hecho de sentirse indefensa y no poder ser nada más que una carnada.

—¿Te sientes satisfecha?

—No siento nada.

—¿Cumplirás tu promesa? —preguntó Lissa.

—Siempre las cumplo, pero no hoy —Deanna se acercó a Lissa con lentitud, dejando que los tacones repiqueteando contra el suelo. Se detuvo en seco para hacer una reverencia y volvió su mirada en Scorpion—. Scorpion, por favor.

Scorpion asintió y un óvalo dorado se formó en el suelo. Lissa no tuvo la oportunidad de divisar que era lo que había pasado, pero en un parpadeo estaba cayendo en la oscuridad. Vio para arriba como Scorpion la veía con una satisfacción en su rostro mientras el portal se iba cerrando poco a poco, sabía que lo estaba haciendo adrede. La claridad había desaparecido, Lissa continuó cayendo lo que parecía una eternidad. No sabía en donde estaba parando, era oscuro, no lograba diferenciar si tenía los ojos cerrados o abiertos y era incómodo.

Su espalda logró impactar contra el suelo. El golpe la había agitado provocando dolor de cabeza, su espalda estaba sufriendo al igual que sus omóplatos. Joder, era ajena a este dolor desde hacía mucho tiempo. Nunca había sufrido dolores de cabeza, siempre estaba sana al segundo.

—Maldita sea —murmuró Lissa a su vez que se sentaba en lo que parecía ser el suelo. Estaba sucio y lleno de polvo, podía sentirlo en sus dedos.

Alzó sus manos para poder ver su aspecto físico, pero no lograba ver nada más que la penumbra.

Un bombillo se encendió.

El único bombillo en la habitación que pende del techo a través de un cable.

Lissa logró ver su cuerpo, estaba entera por lo que podía ver, pero el dolor, joder, era demasiado. Extrañaba sus poderes por primera vez, pero no le agradecía a Theodore una mierda.

—Bebé —escuchó un murmullo. Era Enrique.

Lissa vio sobre su hombro a Enrique junto con dos adultos más. Los conocía. Una era la mamá de Alan. Estaba igual de pulcra que siempre. La reconocía de las veces que Alan iba a visitarla y tenía que cuidar de él. Melissa se veía agotada, sus cabellos dorados caían sobre sus hombros en forma de cascada un poco desarreglados, estaba aturdida por la forma en cómo sus ojos grises la inspeccionaba con terror y como mantenía la distancia exacta para identificar a Lissa y no salir lastimada.

Shawn Brown estaba a su lado, la tomaba por el hombro con el pecho en alto y de igual forma veía a Lissa como si se tratara de una amenaza. Tenían razón de desconfiar de ella, nunca la habían visto y repentinamente cayó al vacío.

—Sorpresa —exclamó Lissa con una sonrisa incómoda.

Se puso de pie con dificultad. Con una mano tomaba su cabeza como si fuera a caerse de su sitio. Se acercó a la mamá de Alan con la otra mano extendida.

—Un placer —habló Lissa y ellos se alejaron con cada paso que daba—, tranquilos, no hago daño, conozco a su hijo.

—¿Conoces a Alan? —preguntó la mujer.

Sabía su nombre, sabía su horario de trabajo, donde vivía, todo. Quería evitar las presentaciones, ya que conocía a Melissa Leann, pero joder, iban a hacer un drama más grande por esto.

—Buen chico —sonrió Lissa.

Sabía que su atracción más grande era su sonrisa tan pura y blanquecina que demostraba no ser una amenaza para ninguno.

—Es verdad, es una amiga —intervino Enrique y tomó a Lissa por los hombros.

No duró ni un segundo cuando Lissa tomó su brazo y lo apartó, su mirada continuaba fija en Melissa al igual que su sonrisa de perlas.

—¿Dónde está Alan? —Preguntó Melissa y dio otro paso acercándose a la chica de cabello negro.

Lissa la vio con desconcierto. Pensaba que ya se habían visto. Antes de que lograra decir algo, el portal se volvió a abrir y dejó caer otro cuerpo. Lissa no podía hacer nada, no podía volar para volver, solo le quedaba escuchar el grito de Twyla mientras caía en picada en el abismo. Shawn Brown la reconoció al instante y corrió hasta donde se suponía que caería Twyla.

Una vez que logró caer en sus brazos, Twyla paró de gritar, sentía sus fuertes brazos tomar su cuerpo, alzó la mirada para ver quién era su salvador y al ver que era su tío lo abrazó con fuerza. Estaba feliz de que estuviera a salvo. Lissa observaba como Twyla estaba llorando en sus hombros, como lo estrechaba contra ella con temor, era su ancla. Shawn Brown se limitó a posar su cabeza encima de la de ella, puesto que estaba cargándola.

—Tío —murmuró—, estás bien.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.