Cooper continuaba observándose en el espejo de la celda, lograba pensar en cómo salir de allí, pero sabía que era imposible. Pensaba en lo que había conversado con Dylan, como Roswell le iba a proponer algo y sabía que eso no iba a traer nada bueno. Ella era una de las personas más intimidadas del mundo, incluso Jeff la respetaba, esperaba que ella no lo supiera.
El tiempo corría más lento, se sentía eterna la espera hasta que escuchó la puerta abrirse. Entraron dos hombres armados con rostros gélidos, uno traía una laptop entre sus brazos.
Ninguno dijo nada, el hombre con la laptop la colocó enfrente de Cooper y la abrió.
Tomaron asiento frente a él.
Cooper los observó y volvió su mirada a la pantalla. Estaba en una videollamada que aún no había sido aceptada.
Después de un minuto se reveló el rostro de Roswell. Su cabellera dorada estaba siendo sujetada por una coleta perfecta. No tenía ni un cabello fuera de lugar, su mirada era fuerte y dura al igual que su quijada. Sabía que tenía una posición erguida por la manera en cómo se encontraban sus hombros.
Cooper admitía que estaba un poco temeroso. Incluso su presencia por videollamada era prepotente.
—Hola —fue lo único que Cooper logró decir.
El saludo quedó flotando en el aire, inadecuado y vacío.
—Cooper Palmer —La voz de Roswell era lo opuesto a tranquilizadora. Baja, firme y pesada, como un peso que se apretaba contra el pecho de Cooper. Cada palabra resonaba con la calma de alguien que no necesitaba levantar la voz para hacerte temblar—, acabas de cometer uno de los peores delitos en la nación de los Estados Unidos. Irrumpir en una central de ConAbe con información falsa traspasando seguridad es un gran delito, pero liberar a dos convictas altamente peligrosas. Eso es más que un simple delito, Palmer. Es un suicidio.
Cooper tragó saliva. No debería sentirse intimidado, pero lo estaba. Y como siempre, su escudo era el humor.
—En mi defensa, en ese caso, deberían mejorar la seguridad.
El chiste cayó como una piedra en el vacío.
Roswell no se inmutó. Ni un destello de diversión cruzó su rostro. Si acaso, su ceño se frunció más, lo que Cooper pensaba que ya no era posible.
—Dame una razón por la cual no debería meterte en prisión ahora mismo.
Cooper levantó la cabeza, sosteniéndo la mirada.
—Porque me necesitas —dijo Cooper.
No lo pensó dos veces. Lo dijo antes de que su mente pudiera advertirle que era una mala idea. Pero Roswell… Roswell asintió lentamente.
—Que bueno que tu antiguo compañero te haya dado una pequeña introducción.
—Tendrás que ser mejor que él —replicó Cooper, con dureza—, porque no me ha dicho absolutamente nada.
Roswell inclinó levemente la cabeza, evaluándolo.
—Hay un monstruo suelto en la ciudad.
—¿Y qué tiene que ver eso conmigo?
—Todo.
Cooper sintió un escalofrío en la nuca. Cuando alguien de ConAbe decía “monstruos”, sabía exactamente a qué se referían. Aberrantes.
—Si esto tiene que ver con Blue Velvet…
Roswell lo interrumpió antes de que pudiera terminar la frase.
—No hablo de ella. —Su tono se endureció aún más—. Aunque, para ser honesta, la queríamos para este trabajo.
Cooper frunció el ceño.
—¿Entonces?
—Pero… por razones que ya debes imaginarte… —Roswell dejó caer la frase con lentitud— desapareció.
—Se liberó.
—Llámalo como quieras. El resultado es el mismo. No está aquí.
Un silencio tenso cayó entre ambos. Cooper sintió cómo sus hombros se tensaron.
—¿Qué le hicieron? —Su voz salió más baja de lo que esperaba. Había algo en la forma en que preguntó que traicionaba sus emociones: una mezcla de preocupación y rabia contenida.
Roswell lo notó. Por supuesto que lo notó. Y sonrió, apenas.
—¿Por qué tan protector, Palmer?
Cooper no respondió.
—Dime, ¿por qué ese instinto? ¿Por qué te importa tanto?
Cooper apretó los dientes.
—Ella no me necesita.
—No, no lo hace. Pero parece que tú necesitas protegerla, aunque no sepas por qué.
El silencio entre ambos se volvió sofocante.
—No estás en posición de exigir que te diga una mierda, Palmer.
—Y tú tampoco puedes obligarme a hacer este trabajo.
Roswell sonrió con una calma peligrosa.
—Pero eso es exactamente lo que estoy haciendo —dijo Roswell y por un momento a Cooper se le había olvidado dónde estaba—. Tienes dos opciones, no aceptas y tus amigas y tú se quedan encerradas en este lugar hasta quién sabe cuándo, o aceptas el trabajo y si lo logran, podremos conmutar la condena de tus amigas.
Cooper se mantiene en silencio sabiendo que tenía razón.
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Editado: 02.06.2025