Si tenía posibilidades de no usar sus habilidades, las iba a tomar. Siempre se recordaba que el uso de sus rayos era solamente para emergencias, o para joder a los demás. Corrió en sus tacones y se adentró al coche siendo un rayo atravesando las ventanas y las pequeñas aperturas. Se sentó en el asiento del piloto y tomó el volante entre sus dos manitas. El auto era más grande que ella, apenas podía tocar los pedales.
Más chispas brotaron de sus manos hasta el volante para luego adentrarse a la computadora del coche, prendió la batería y logró arrancar el coche. Pisó el pedal de aceleración y se adentró al banco. Atravesó la entrada y logró colisionar contra la puerta. Salió del coche antes de que se estrellara contra el banco.
Admiró como la pared comenzó a caer dejando que el polvillo se esparciera por el aire. Extendió sus manos nuevamente y manipuló el coche desde afuera, haciendo que diera en retroceso sin necesidad de estar dentro.
De nuevo, usaba sus habilidades solo cuando le viniera en gana. A veces le gustaba juguetear.
La pared de la entrada estaba derrumbada. Había más aire. Escuchaba a los oficiales a sus espaldas reportando algo en su comunicado. No les dio importancia y saltó por encima de los escombros viendo como lo estaba pasando Andron.
No le faltaba mucho, el hoyo estaba hecho. Era más grande que él y eso daba mucho qué decir.
—¿Todo bien allá abajo? —Preguntó Blue acercándose a su amigo
No logró escuchar nada. Su velocidad debe impedirle hablar. En sí, cada vez que hablaba le era difícil seguir el paso.
—Tomaré eso como un sí —Blue Velvet vio fuera del banco y no había nadie.
Por sus experiencias era peor que no hubiera nada o nadie a que hubiera personas. Suspiró.
—No quiero apresurarte amigo —gritó Blue Velvet—, pero creo que…
El sonido de unas piedras cayendo la hizo callar. Había encontrado el cuadrilátero donde se encontraban sus amigos. El suelo comenzaba a partirse poco a poco hasta que las piedras cayeron y un aro se reveló en el suelo.
Andron cayó hecho un ovillo y alzó la mirada. Aún continuaba el bombillo encendido. No era nada comparado a la luz de la superficie.
—¿A-Andron? —Era Twyla.
Se encontraba en una esquina. Se acercó lentamente a su amigo. Con su traje no sabía si debía llamarlo por su nombre. Si no lo sabía ella, menos su tío.
—Twyla —Andron corrió y la abrazó.
En un pestañeo ya estaba en los brazos de Twyla y ella en los de él. No sabía cuánta falta le había hecho. Quería decirle todo lo que había pasado, cómo le dispararon y como Roswell estaba empeñada en no decirle…
—Mi madre…
Andron se apartó y buscó con su mirada a esa mujer que tanto lo había apoyado y siempre había sido su luz en la penumbra. Esa mujer se encontraba en la esquina con el Sr. Shawn Brown. Estaba en sus pijamas, y no podía sentir más vergüenza. Vergüenza por él, que gracias a él estén en esta situación.
—Yo…
—¿Alan? —Su madre se acercaba a pasos lentos.
Andron no sabía si era por miedo o por recelo. Alzó su mirada para ver si su amiga continuaba allí, sin embargo, Blue Velvet se había marchado. Volvió su mirada en su madre ¿Qué podía decirle a esta mujer? Estaba disfrazado, era otra persona totalmente diferente.
—Señora…
—Alan —su madre, Melissa. Lo recibió con los brazos abiertos.
Sabía que era su hijo. Sabía de sus habilidades desde que nació, su necesidad de ser alguien importante en la vida y su rostro, no importa cuánto maquillaje se pusiese, lo iba a reconocer.
Andron le respondió con un abrazo. Tenía tanto miedo de que algo le hubiera pasado, tenía miedo de no poder haberle dicho lo mucho que la amaba lo suficiente.
Alan vio a su jefe, el detective Shaw Brown, por encima del hombro de Melissa.
—Gracias —Murmuró.
Shawn se limitó a brindarle una media sonrisa y asintió.
El sonido de un golpe los despertó haciendo que se alejaran con premura. Era una cuerda, alguien había lanzado una cuerda desde la superficie. Alzaron sus cabezas todos al unísono y era Blue Velvet extendiendo su mano en forma de saludo con una enorme sonrisa de oreja a oreja.
—Lo siento que no fuera una escalera —gritó ella—. Pero lo más cercano que tenía era una cuerda en la ferretería.
—Qué inteligente —suspiró Enrique.
—Cálmate, Romeo —dijo Twyla a su vez que se acercaba a la soga.
La sostuvo en ambas manos y la jaló dos veces para asegurarse que estuviera bien ajustada.
—¿Estás segura? —intervino Andron.
—Alan, vengo de las niñas exploradoras, fue una de las mejores en educación física. No dudes de mí.
Alan sonrió viendo como su amiga comenzaba a subir la cuerda como si se tratara de un juego de niños. Del suelo hasta la superficie debían ser de 5 metros aproximadamente. Una vez que Twyla estaba por la mitad del camino, Shawn Brown comenzó a escalar, eso no lo esperaba.
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Editado: 02.06.2025