Mid [#2 Aberrantes]

Capítulo 37 - Nos quieren encadenados o muertos

—¿Acaso tienes una Visa europea? —preguntó Alan.

—Tengo una tarjeta —Lissa parpadeo repetidas veces y Alan concluyó que está haciendo lo que solía hacer. Veía en sus antecedentes penales por Internet si eran miserables o si eran “buenos”—, justo —Lissa se acercó a un hombre alto de cabellos rojizos, rozó su cuerpo contra el de ella y en unos segundos le había arrebatado su billetera, volvió a su lugar con Andron mientras continuaban divagando por las calles de París—, ¡Aquí!

Alan se cruzó de brazos y la amonestó con la mirada.

—Acabas de robar.

—Él robó a más personas —se defendió Lissa y entraron a la primera tienda de ropa—, estaba pensando en robarle a Enrique, lo vi en su mirada. Se desilusionó cuando vio que no tenía nada.

—¿Qué? —preguntó Enrique desconcertado.

La campana de la tienda tintineó anunciando la llegada de todos ellos.

El dueño de la tienda los chequeó, le parecía un poco chocante que un gran grupo de personas entraran a su negocio tan anticipado.

Blue Velvet lo ignoró y se dirigió a la sección de hombres. Tenía el impulso de tomar a su amigo del brazo para que se diera prisa, sin embargo, una sensación de cosquilleo recorría su mano, pero un cosquilleo muy cómodo recordando el dolor que le causaba su tacto.

—Elige una camisa, lo que sea —le ordenó Lissa tomando varias prendas de ropa, vio a sus amigos—, ustedes también por favor. La cuenta va para mí.

—Ni siquiera sabes si esa tarjeta tiene dinero —murmuró Alan a sus espaldas.

—Ya lo tiene —respondió Lissa y corrió hasta el siguiente perchero tomando ropas más femeninas.

—Agregarle ceros a una cuenta lo hace un robo —le recordó su amigo—, estás abonando dinero que no tienen.

Lissa rodó los ojos y volteó para encararlo.

—Sé que no, y sé lo que hago, Esto será rápido. Estamos en Francia, un país muy frío, no podemos dejarlos en pijamas y tú no puedes ir vestido así —murmuraba Lissa tratando de mantener su calma—. Y lo digo en serio, incluso si vas a ser lo que tú quieres ser.

Lissa se acercó a su grupo de amigos y tomó las prendas que querían llevar, incluso tomó un poco más porque no creía que fuera suficiente. Tomó zapatos, bolsos, maletas, pantalones de marca y unas camisetas muy hermosas tanto para ellos como para ellas.

Fue al cajero y lo pagó con la tarjeta, no tenía identificación, pero recordaba el número de identificación. Transacción realizada con éxito. Lissa sonrió y esperó que envolvieran toda la montaña de vestuarios en las bolsas. Vio al grupo un poco confundido y manteniendo la calma. Hace unos minutos se estaban sofocando que no tenían aire por una habitación diminuta.

Lissa suspiró. No podía dejar de pensar que todo esto era su culpa. La buscaban tanto a ella, a Deanna, como ConAbe. Una vez que les entregaron las prendas salieron de la tienda y justo había llegado el Uber. Cada quien tomó una bolsa y el coche continuó su camino

—¿A dónde vamos ahora? —preguntó Alan en un extremo del coche.

En medio de ambos estaban Twyla con Enrique, Shawn a un costado y Lissa al otro extremo, Melissa iba en el asiento del copiloto para que no se sintiera sofocada.

—Estamos en París, quiero que pasen una experiencia extraordinaria —habló ella y notó cómo el conductor estaba un poco pasmado de que en su coche hubiera extranjeros.

—Después de lo que pasó, no sé si quiero unas vacaciones —respondió Shawn con su voz tan tosca de siempre.

Lissa rodó los ojos.

Cada vez que lo veía con Alan cuando lo espiaba, sabía que él era uno de esos hombres de los cuales no quería estar cerca. Su personalidad era muy repelente a la suya.

—Quizás es lo que necesitamos ahora Shawn —Lissa alzó ambas cejas.

—No lo creo, en serio.

—Escuchen, tiene ropa nueva —incitó Lissa—, hablaremos de esto en el hotel.

—¿Hotel? —exclamó Twyla.

—Es el mejor hotel de París, cariño —se deleitó Lissa con una enorme sonrisa de oreja a oreja— . 5 estrellas con piscina, gimnasio, enormes habitaciones. De lo mejor,

—¿Cómo puedes ser tan… indiferente? —preguntó Twyla.

Lissa se limitó a encogerse de hombros. No quería tener que explicarles todo lo que había sucedido con su creador y como ella no es una Aberrante.

—Tenemos que volver a casa —sentenció Shawn.

—Señor Shawn —habló Lissa y respiró hondo. Esperaba que el conductor no hablara español—, con todo respeto no podemos volver a Acrisea. Acrisea es un desastre ahora mismo y más si volvemos, Alan y yo.

—Ella creó el pulso electromagnético —murmuró Alan cabizbaja—, y yo entré a las instalaciones de ConAbe.

—Nos quieren encadenados o muertos —continuó Lissa—. No tenemos problema en volver, pero tenemos que mantenerlos a salvo. Ya vio las repercusiones. Por nosotros… por mí están en este alboroto, casi mueren en ese cuarto.

—Lo siento, mamá —murmuró Alan.

—No fue tu culpa —respondió Lissa—, fue Scorpion.




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