La sombra liberó un grito tan estruendoso que haría estremecer a cualquier alma que poseía, sin embargo, Shixed se mantenía inmutada.
Inmóvil como estatua.
Ni siquiera se regodeaba de su falta de miedo, de como estaba ganando esta pelea entre quién estaba más aterrado.
—¡Tú deberías temerme! —dijo la aparición con desesperación—, ¡Todos me temen!
—No tú —habló Shixed con calma, pero firme—, no hoy.
Shixed extendió sus manos y de ellas brotó una niebla tan espesa y oscura como el carbón. La niebla comenzó a rodear la forma de cuervo. Cuando el hombre cuervo intentó zafarse ya era demasiado tarde, parecía un tornado envolviéndolo hasta el tope de su cabeza.
La criatura por primera vez en mucho tiempo sintió desesperación.
Se sentía vulnerable e indefenso. Pequeño. No podía enfocar sus poderes por su mente atormentada.
Shixed continuaba con sus manos extendidas y notaba como la oscuridad que la penetraba se iba desvaneciendo. Parecía que luz se iba encendiendo poco a poco y volvía a encontrarse en el laboratorio. Una vez que la “luz” había vuelto, notó como sus amigos se encontraban inconscientes en el suelo, poco a poco iban abriendo sus ojos.
La primera en volver fue Phemphit viendo a sus amigos con pavor, pensando que les había fallado, lo mismo sucedió con Murphy, quien estaba empapado en sudor por las visiones que había tenido.
El último en volver había sido Guyana, quien de igual forma observó a sus amigos en el suelo y luego a Shixed. Estaba pasmado observando como la niebla brotaba de sus manos. Volvió su mirada en donde fuera que la niebla estaba siendo transportada y notó como una persona se encontraba rodeado por el torbellino oscuro.
Cooper se levantó con dificultad.
—Phemphit —Guyana sonaba débil—, enciérralo.
Phemphit, con una mano en su cabeza tratando de recuperarse de su pesadilla, extendió su otra mano y creó un pequeño domo verde para encerrar a lo que fuera eso.
La neblina volvió a la anatomía de Shixed a través de sus manos.
—¿Están bien? —preguntó Shixed con su voz monótona.
Murphy se levantó con ayuda de sus manos sin parar de observar a la persona que habían aprisionado.
La criatura, ya no era un ente de la oscuridad, era un humano. Una persona tan joven como ellos. Estaba en el suelo, con el rostro oculto entre sus manos.
Manos negras como la sombra misma, como si la oscuridad no solo lo rodeara, sino que formara parte de él.
Su cabello blanco, corto y desordenado, contrastaba como un resplandor pálido en medio de la penumbra. Los mechones caían en ángulos irregulares, rozando su frente, enmarcando un rostro que aún no revelaba.
Llevaba un abrigo negro, largo hasta los tobillos, su tela pesada y oscura ondeando levemente con la corriente imperceptible del ambiente. El resto de su atuendo se fundía con la penumbra, cada pliegue y costura absorbiendo la luz, como si su misma existencia desafiara cualquier intento de ser visto por completo.
Murphy se limitó a responder.
—Mejor —respondió Phemphit observando al chico.
Había algo en él que era hipnotizante, quizás por su aura misteriosa, sus dedos, o como aún encorvado se podía decir que era igual de alto que Cooper.
—Ahora —Murphy volvió su mirada en Cooper—, ¿a dónde lo llevamos?
—No lo llevaremos al edificio —dijo Phemphit—, ¿o sí?
Shixed continuaba observándolo con intriga.
Sus manos comenzaron a descender, todos pudieron ver su verdadero rostro. Su rostro parecía esculpido a partir de la misma noche. La sombra no era un simple efecto de iluminación, era parte de él.
Desde la frente hasta sus manos, su piel era negra como un cielo sin luna, un velo de oscuridad que se disipaba gradualmente a la altura de su nariz, revelando el resto de su rostro con un tono pálido y frío.
La transición era inquietante.
Como si la sombra no lo cubriera, sino que fuera su verdadera piel, deslizándose lentamente para revelar su humanidad perdida.
Pero sus ojos eran lo más perturbador.
Dos orbes completamente blancos, sin pupilas ni iris, brillaban en la penumbra, como los faros de un auto en mitad de la niebla.
No reflejaban la luz. La emitían.
A Guyana le recordó a los ojos brillantes de Blue Velvet. Siempre iluminaban en la oscuridad saltando un poco de chispas de sus pupilas.
Esto intrigaba a Shixed cada vez más.
—Lo haremos —dijo Guyana y esto hizo que el corazón de Phemphit cayera a sus pies—, nos lo llevaremos.
—¿A nuestra casa? —Con un poco de temor en su voz, esta vez fue Murphy quien habló.
—Él es la clave para entender la toxina —Guyana parecía firme, como si su miedo solo le hubiera hecho más fuerte—, y a Parker. Lo vi.
· · ─────── ·𖥸· ─────── · ·
Enrique le agradece a la chica que le entrega el helado. Era la única palabra que sabía decir en francés: “Merci”. Le sonrió a su vez que le guiñaba un ojo, sin embargo, la chica le sonrió por cortesía y se alejó a grandes zancadas a atender a los demás clientes. Enrique había notado su comportamiento corporal gritándole “Aléjate de mí” por lo que se encaminó a la mesa donde estaban sus nuevos compañeros.
Todo el equipo se encontraba sentado en una sillas dentro del local, era una heladería cerca de su hotel y era la única forma de recibir señal y comer un poco para relajarse. Estar encerrados no era una buena forma de mantener a la familia de Alan entretenida y fuera de pánico. La madre de Alan no dejaba de pasarse las manos por sus cabellos, mientras que Shawn Brown agitaba su pierna de arriba a abajo sin parar, más rápido que un martillo.
Twyla veía a sus familiares de reojo aún con el teléfono en mano, actualizando su Twitter constantemente. Ahora su único medio de comunicación eran las Redes Sociales, eran las únicas que informaban de forma cruda la situación de Acrisea. Lo último que se pudo saber era que los ciudadanos estaban caminando hasta la frontera para ser llevados por familiares o patrullas a zonas seguras. No estaba feliz de saber que ellos estaban recibiendo represalias mientras que ellos estaban comiendo helados en París con una habitación 5 estrellas esperándolos.
Enrique llegó con los helados y repartió a cada uno su respectivo helado.
—Según Google Traductor —habló Enrique—, esto es un helado de fresa.
—Se ve delicioso —comentó Melissa.
—Lo es —Enrique le tendió su helado a Twyla mientras Melissa y Shawn Brown comían de su helado—, deberías comer un poco.
—Gracias —dijo Twyla con una sonrisa amortiguadora.
Dejó el teléfono encima de la mesa mientras tomaba el helado, Enrique se sentó a su lado observando a todas las mujeres que se encontraban en el local. En definitiva, todas las francesas se vestían elegantes y su maquillaje no era para nada pesado. Eran mujeres hermosas y perfectas, podían ser Aberrantes, ya que ellos no tenían imperfecciones en sus rostros.
—Esto es colirio para mis ojos —le susurró Enrique a Twyla—, Amo París.
—Sí —habló Twyla aún con la mirada en su teléfono. Su dedo continuaba raspando la pantalla, actualizando las redes, por ahora solo era la misma noticia una y otra vez.
—¿Qué haces? —preguntó Enrique viendo su teléfono.
—Estar al tanto de lo que pasa en Acrisea —respondió y le dio una mordida a su helado.
—¿Aún no hay luz? —preguntó.
—No, por ahora todos se van de la ciudad, todo aquel que no sea un aberrante o tenga señales de tal. Y las redes sociales son más confiables que las noticias, ellos censuran muchas cosas ¿Lo sabías?
—Me lo puedo imaginar —asintió Enrique, quien no se tomaba la situación muy seria, era el más relajado en la mesa.
—Si tan solo estuviera allí, suspiró Twyla.
—¿Y qué ibas a hacer? —Enrique aún tenía un poco de helado en su boca—, ¿Entrevistarlos hasta morir?
Twyla lo asesinó con la mirada. Aunque tenía razón, no podía hacer mucho, no podía hacer nada. No tenía las mismas habilidades que Andron o Blue Velvet. Lo único que haría sería estorbar.
—Lo sé —susurró Twyla y dejó de tocar la pantalla del teléfono—, es solo que no quiero quedarme aquí sentada sin hacer nada mientras que ellos arriesgan sus vidas.
—Quizás si da miedo —Enrique se encogió de hombros—, pero quién sabe por cuánto tiempo Andron ha estado haciendo lo mismo sin que nos diéramos cuenta —Twyla alzó la mirada, tenía razón—. Ha estado arriesgando su vida por años y seguía saliendo con nosotros como si nada, esta no es una excepción. La única diferencia es que ahora nosotros sabemos quién es.
Twyla parpadeo repetidas veces y sí que tenía razón. Andron apareció en las noticias unos meses antes, quién sabe desde cuando ha estado jugando a ser un héroe.
—Cierto, pero podemos ayudarlos —Twyla vio a Enrique con ojos brillantes, le había dado una idea.
—¿En serio los vas a interrogar hasta matarlos? —preguntó Enrique y Twyla asintió—, era una broma. No era en serio.
—Escúchame —Twyla murmuraba para no ser escuchada por Shawn y Melissa mientras que helado se iba derritiendo sin darle importancia mientras que Enrique continuaba comiendo sin despegar su mirada con la de ella—, antes de todo esto pasara Shawn Brown tuvo una misión de espiar a una persona que trabajaba en ConAbe. Era muy raro pedir información de esto, incluso un día antes de que sucedieran las explosiones y la caída de la electricidad.
»Alguien estaba interesado en saber los horarios de ConAbe, o de saber algo de un miembro del personal.
—Era un “ella” —habló Shawn Brown integrándose en la conversación—, la persona que me contrató fue una mujer.
Twyla vio a Enrique y se alejó. Ya no servía de nada murmurar si estaban siendo escuchados, Enrique continuó devorando su paleta, al igual que Twyla.
—¿Sabes cómo se llama?
—Deanna —Twyla no logró finalizar su paleta cuando se le había atorado un pedazo en la garganta, comenzó a toser y recordó a esa mujer de cabello negro con una máscara blanca hablando con Blue Velvet. El solo recuerdo la hacía estremecer—, era una chica y su voz era…
—Era muy peculiar —continuó Twyla al recuperarse—, no transmitía ninguna emoción.
—Exactamente. No me imagino cómo la conociste —Shawn Brown se cruzó de brazos—. Me pidió que vigilara a su esposo, creía que tenía amoríos con alguien del trabajo, dijo que trabajaba en ConAbe y si sabía de alguien que entrara y saliera, de cualquier persona, que le avisara. Estaba pagando una buena suma de dinero por eso, y no se lo iba a negar.
Ahora todo tenía más sentido.
Los recuerdos de Twyla eran ácidos. Aún podía sentir sus garras sofocando su garganta, su respiración tan fuerte, peleando por continuar cuerda y viva. Antes había sido apuntada con un arma, pero no había sentido tanto pavor como ese día. Esa mujer tan segura y sin miedo de hacerle daño, sin recalcar, que era una aberrante. Difícil de matar.
Meneó la cabeza. Su tío estaba hablando y lo estaba ignorando, se perdió en su asimismo.
—Entonces fue arreglado —confirmó Enrique y volvió su mirada en Twyla—, ¿No?
—Claro que lo fue —asintió y continuó comiendo—, ¿Sabes algo más de Deanna?
El solo decir su nombre le hacía estrepitar.
—Me llamó desde 764 Highland Street, East Meadow —comentó Shawn Brown—, pero no sé qué más podría aportar con eso.
—Muchísimo —asintió Twyla.
—Parece que Acrisea volvió a la normalidad —habló Enrique señalando la pantalla del teléfono de Twyla.
Twyla volvió su mirada en su teléfono y observó como las publicaciones de Twitter habían cambiado. Había más imágenes y videos de lo que estaba ocurriendo, y todo era reciente. Twyla no perdió tiempo y puso en reproducción un video que mostraba una tormenta eléctrica en la ciudad. Los rayos comenzaban a deslumbrar las nubes encima de la ciudad hasta que una centella de gran tamaño y grosor golpeó contra la zona. Rodeó lo que parecía una bola de cristal que circunda a Acrisea y la luz de los edificios comenzó a parpadear con dificultad.
Era difícil de distinguir, pero logró ver como un punto minúsculo comenzaba a descender hasta el suelo y no parecía detenerse. Twyla cubrió su mano con la boca a su vez que en el video se escucharon aplausos y gritos de victoria. Sabía que ese punto cayendo era Blue Velvet.
#33475 en Otros
#4908 en Acción
#24490 en Fantasía
#9612 en Personajes sobrenaturales
Editado: 02.06.2025