—Ella debe estar bien —comentó Enrique palpando el brazo de Twyla—, no es su primera misión ni será la última.
—¿Qué sucedió? ¿Qué pasó? —se alarmó Melissa.
—Volvió la luz en Acrisea —respondió Twyla—, significa que todos están bien.
—¿Sabes que deberías hacer ahora? —pregunto Shawn Brown y tomó un poco más de su helado—, decirle a Andron lo que sabes ahora.
Twyla asintió. Estaba siendo de utilidad. Estaba ayudando de verdad.
Comenzó a marcar el número de Alan, no traía su teléfono consigo, sabía que no lo atendería. Igual comenzó a marcar. Contestaron.
—¿Hola? —Era Blue Velvet. Se escuchaba pesada, pero estaba viva.
—Hola, soy Twyla —Twyla liberó el aire que no sabía que estaba aguantando—, tengo información de Deanna.
—Eso nos sería de mucha ayuda ahora mismo —la respiración de Lissa era entrecortada, pero se notaba que peleaba por volver a la normalidad.
—¿Con quién hablas? —Preguntó Andron detrás del teléfono.
—Ahora no, niño —lo mandó a callar.
—¿Eso es lo que tienes en el oído? —continuó preguntando.
Twyla rió entre dientes. Le hacía mucha gracia verlo vivir y con su sentido del humor intacto.
—Escucha, Shawn Brown me dijo que la llamada fue en 764 Highland Street, East Meadow ¿Sabes donde queda?
—Un poco, un poco —suspiró Lissa—, por lo poco que entiendo es en un museo.
—¿Un museo? —de nuevo Andron.
—No sé si sea de ayuda.
—Es de mucha ayuda —Twyla podía sentir como Blue Velvet le sonreía.
Twyla colgó. Ella no debía de estar en sus mejores momentos, había usado mucha electricidad para poder recuperar la energía de la ciudad.
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Las puertas del edificio se abrieron de golpe, con un eco hueco resonando en el pasillo vacío.
A estas alturas, ninguno de ellos se preocupaba por si algún vecino salía de su apartamento. No quedaban muchos. La mayoría había huido cuando ConAbe irrumpió en el edificio, dejando el lugar en un silencio inquietante, como una ciudad abandonada antes de una tormenta.
Los cuatro avanzaron con pasos cautelosos, manteniendo su formación cerrada, como si un solo error pudiera romper el delicado equilibrio de la situación. Shixed y Phemphit caminaban adelante, creando una barrera de energía que rodeaba al chico de frente color carbón.
El aire se sentía distinto.
No confiaban en él.
Ninguno lo decía en voz alta, pero su presencia era..… errónea. Como un parásito que había encontrado un hueco entre ellos sin ser invitado.
Excepto Shixed.
Ella no sentía miedo. Sentía curiosidad.
Lo miró de reojo, observando cada sutil movimiento de su cuerpo. La forma en que caminaba con total calma, sin mostrar signos de incomodidad. La forma en que sus ojos blancos resplandecían en la penumbra del pasillo.
Ella quería saber más.
Murphy rompió el silencio con una pregunta cortante.
—¿Cómo se llama él? —Su voz era seca, sin ocultar su desconfianza—. Es lo mínimo que puedo saber si va a quedarse en mi apartamento.
Guyana no respondió de inmediato.
No porque no supiera la respuesta, sino porque en realidad no tenía una.
¿Cómo se suponía que debía explicarlo? No entendía quién era esta persona, ni cómo estaba conectado con Parker. Y más importante aún, no entendía cómo sus habilidades para manipular el miedo eran tan parecidas a las del hombre que todos odiaban.
El silencio pesó un segundo más.
Fue Shixed quien finalmente habló.
—Se llama Chao.
Su voz era firme, sin dudas.
En ese instante, sus ojos y los de Chao se encontraron.
Una chispa invisible saltó entre ellos.
Chao sonrió, con un aire de diversión oculta, como si todo esto le pareciera un juego. Pero había algo más en su expresión.
Algo que Shixed reconoció al instante.
Intriga.
La misma que ella sentía por él.
Porque, por primera vez, alguien había logrado desafiar su poder sin miedo.
Esa sonrisa le hizo saber que algo iba a salir mal. Shixed notó como en ese momento de espera se hizo más eterno. El ambiente se volvió pesado y podía sentir como todos luchaban contra algo invisible, algo dentro de sus cabezas.
Volvió su mirada en Phemphit y notó como su cuello estaba esquelético, como si tuviera dificultades para respirar, luego volvió su mirada en Murphy quien estaba sudando a chorros por su frente.
—¿Están bien? —preguntó Shixed sabiendo la respuesta.
—Sí —respondió Guyana, se le veía más calmado que el resto.
Los cinco entraron en el elevador. Murphy, Shixed y Guyana se recostaban en las paredes del elevador para mantener su compostura. Aún podían sentir algo de miedo en su interior.
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Editado: 02.06.2025