Mid [#2 Aberrantes]

Capítulo 52 - Una carrera

Andron estaba confuso. No pelearon, no hicieron absolutamente nada. Quizás era un agradecimiento. Se colocó de cuclillas frente a la pequeña niña sin prendas. Quería ayudarla, pero sabía que ella estaba más corrompida que cualquiera. Era como una esponja, había absorbido la maldad del mundo por años y ya era difícil extirpar.

Sintió una mano que estaba a centímetros de tocar su hombro, sin embargo, se detuvo. Una sombra opacaba su cuerpo.

—Tenemos que irnos, Andron —era Blue Velvet, estaba tan perdido en su asimismo que no había sentido su luz celeste o escuchado sus famosos tacones, repiquetear contra el suelo—, si fuera tú, me iría como cohete.

Andron se puso de pie. Su amiga había vuelto a ser azul y sus ojos volvían a tener vida. Esta chica no era diferente a Shaper, sin embargo, a pesar de que el mundo a su alrededor estuviera en llamas, había algo que demostraba su inocencia y su bondad. Quizás era su sonrisa o sus ojos brillosos, color azul como el cielo.

—Me alegra que estés bien —Andron sonrió.

—No, no, no, lo digo en serio, amigo —Blue Velvet alzó ambas cejas—, tenemos que irnos. No era broma que iban a explotar la ciudad.

Quería ver sobre su hombro una vez más a la pequeña que no logró salvar a tiempo, pero esto lo haría débil. Querría llevársela, pero no, es imposible.

—¿Una carrera? —una sonrisa cínica se dibujó en el rostro de Andron.

—¡Claro! —Blue Velvet rió de oreja a oreja, estaba a unos segundos de ponerse a dar brinquitos—, ¡Lo más lejos de esta ciudad que podamos!

Andron asintió. Y en un parpadeo, lo que era un rayo y una silueta borrosa desapareció de la ciudad anteriormente conocida como Acrisea.

Cuando frenaron, el silencio los envolvió.

La autopista, desierta a excepción de unos cuantos coches abandonados y alumbrada apenas por las farolas que temblaban como moribundas, parecía un cementerio de huellas y promesas rotas.

Ambos estaban alejados del tumulto de personas que, desesperadas, trataban de huir de la ciudad. Sin embargo, incluso los que corrían frenéticamente se detuvieron un momento, al notar lo imposible: la luz había vuelto.

Un respiro breve. Un error fatal.

Los Uniformados —soldados de ConAbe, fríos como la máquina que los había creado— empezaban a cortar las entradas a la ciudad. Nadie podría volver. Nadie querría volver.

Las luces de los autos abandonados, las farolas parpadeantes, los rostros sudorosos de los fugitivos, todo parecía suspendido en un cuadro de desesperanza.

Y allí, en medio de esa autopista agrietada, Andron y Blue Velvet se enfrentaban en silencio.

Andron rompió el hielo con una voz cargada de veneno:

—¿Por qué teníamos que salir pitando de allí?

Se giró para verla, sus ojos cargados de una furia contenida que amenazaba con quebrarlo por dentro.

Blue Velvet se mordió el labio. Su mirada, usualmente desafiante, estaba cargada de un pesar que ni ella misma quería aceptar.

—Porque la van a destruir —confesó al fin, con un hilo de voz.

No estaba orgullosa. No quería estarlo.

Al verla dudar, Andron empezó a alejarse, sus pasos marcaban el asfalto como latidos.

—¡Escúchame, Andron! —exclamó ella, dando un paso hacia él—. No fue mi intención… Yo…

—¿Por qué lo hiciste? —gruñó Andron, sin girarse aún.

Su voz era un trueno bajo.

Sus puños cerrados temblaban.

Sus venas hinchadas parecían a punto de estallar.

—¿Por qué hiciste ese trato?

Blue Velvet tragó saliva, su garganta seca como ceniza.

—¡Lo siento mucho! —gritó. La culpa la estaba devorando, pero Andron seguía dándole la espalda, como si el mero contacto visual fuera una traición—. ¡Debía hacerlo! La ciudad ya estaba perdida y yo…

—No —Andron giró finalmente, y su mirada era una espada que buscaba cortar—. No estaba perdida.

Su voz temblaba, pero no de miedo. De rabia. De dolor.

—Podríamos haberlo logrado. Podríamos haber peleado. Quizás nos habría tomado años, décadas… ¡Pero podríamos haber reconstruido todo! Capturar a los aberrantes peligrosos. Restaurar las calles. Salvar algo.

Blue Velvet negó suavemente.

—Eso no habría sido suficiente.

Avanzó un paso, cada movimiento suyo pesando como una tonelada.

Cada palabra como un disparo directo al corazón de Andron.

—Andron, Media ciudad ya estaba en llamas. Media ciudad volada por Roswell.

—¡¿Y qué?! —rugió él.

Blue Velvet respiró hondo. El dolor de lo que iba a decir pesaba más que todo el plomo del mundo.

—¿Sabes cuánto costaría reconstruirla? ¿Sabes cuánto tiempo tardaríamos, cuánto dolor sufriríamos? ¿Cuántas vidas más se perderían por aferrarnos a las ruinas de algo que ya estaba muerto?

Andron apretó los dientes. Murmuró como un eco furioso:




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