Mid [#2 Aberrantes]

Capítulo 54 - Soy el único que aprendió a leer el tablero

El gerente del club se cubría el rostro con su antebrazo cuando caía encima del sofá de cuero negro. Sin embargo, pudo ver sus ojos azules y notó que este no era Lebanon. Le habían contado como Lebanon era la pesadilla de personas como él, que era mejor encontrarse la muerte misma que él.

De tantas historias que había escuchado de la ciudad de Pestrom, podía imaginarse al hombre de traje negro de ojos grises, decían que el hombre era alto como la puerta, tan robusto como para cargar un camión de carga. Pero este muchacho….

Este muchacho era joven, de ojos azules, era alto pero no ancho como un edificio.

Bajó el brazo lentamente, no le tenía tanto miedo como pensaba.

—¿Dónde está Reggie? —preguntó Guyana.

Guyana colocó su bastón lo suficientemente cerca de su garganta para que lograra sentir el calor de la electricidad.

—No… no lo sé —respondió el gerente con tartamudeos.

—Claro que lo sabes.

Guyana guardó su bastón eléctrico para tomar el palo de billar y romperlo en 2 con ayuda de su rodilla.

Apoyó su pierna en la bracera del sofá para determinar poder, se inclinó más cerca del hombre sentado y apuntó con el palo de billar en su ojo, muy cerca de su pupila.

—Si no me lo dices, te lo meteré por el recto —amenazó Guyana.

El gerente se mantuvo firme.

Lebanon le solía decir que los gánster eran peor que ellos, ya que los gánster tenían la posibilidad de matarlos, algo que ellos como vigilantes no hacían.

Lidiar con los jefes no era nada fácil por esa razón.

Y también porque consideraba que él no era tan temido como lo es Lebanon. Lebanon era una leyenda en las calles, la historia para asustar a los niños si no iban a la cama, lo que decían los policías para amenazar en las salas de interrogación, que, como cosa rara, casi siempre funcionaba.

Lebanon sabía expresar lo que era el temor, Guyana era todo lo opuesto.

Sentía que jamás lograría lo que Lebanon. Todos veían a un chico de rostro bonito queriendo ser como su “padre”. A pesar de todo el tiempo que estuvo entrenando con él, a pesar de practicar y practicar, la intimidación no era lo de él.

—Si me dices donde está —Guyana bajó la mitad del palo de pool—, lo mataré por ti.

El hombre rió entre dientes, estaba terrado, pero no más que el miedo que le tenía a su jefe.

—Todos sabemos que ustedes no matan a nadie —dijo él y relajó los hombros. Ya no estaba asustado—, pero él, él sí lo hace como cepillarse los dientes en la mañana. Si piensas darme algo a cambio, será mejor que sea algo bueno.

—Tu cuerpo intacto.

Al decir esto, incluso Guyana sintió que Blue Velvet era más intimidante que él.

Otra risa entre dientes, pero esta vez era más sutil.

Esto le estaba sentando mal. Le estaba doliendo en su orgullo. Debía ser intimidante, ¿cómo iba a lograr comandar a estos chicos nuevos si no podía con un sujeto por su cuenta?

Se sentía vulnerable, odiaba sentirse de esta forma tan frágil pretendiendo ser una roca.

Empuñó con más fuerza el palo de pool y le atacó su cabeza. El ataque fue tan drástico que el palo se partió un poco más, dejándolo más astillado.

Tomó provecho de esto.

Luego golpeó su estómago, casi estaba apuñalándolo, de no ser porque controló su fuerza, solo logró cortarlo.

Guyana se apartó, notó como el sujeto se retorció y cayó del sofá hasta el suelo con un golpe seco. Se estaba tragando su llanto y su dolor. Guyana lo miraba con indiferencia.

Esto no lo iba a hacer hablar, así que continuó golpeándolo con el garrote en el resto del cuerpo, como si tratara de ablandar sus huesos hasta hacerlos polvo.

Se detuvo una vez que notó como de su boca comenzaba emerger gotas de sangre.

—Habla ahora —habló Guyana con firmeza.

Nada, no dijo ni una sola palabra.

El señor intentaba levantarse apoyando su mano del sofá, no podía ponerse en pie. Escupió sangre a un lado dándole la espalda a Guyana.

Su paciencia se estaba volviendo cada vez menor.

Escuchó unos pasos. Guyana escuchó como unas pisadas aceleradas se acercaban a ellos, así que se dio media vuelta y sin ninguna expresión en su rostro, con el mismo palo de pool lo clavó en el estómago del guardia de seguridad que se aproximaba a ellos.

El guardia se alejó por el dolor, Guyana le dio un golpe en la sien, dejándolo caer. Sin embargo, antes de estrellarse contra el suelo, tomó el arma que estaba seguridad en su cinturón.

Guyana volvió su mirada de nuevo en el gerente del club, quien aún luchaba por ponerse de pie.

Guyana lo pateó haciendo que cayera de bruces contra el suelo y colocándolo frente a él. Guyana se agachó y le quitó el seguro a la pistola. Esta vez hablaba en serio.

—Yo no soy una persona compleja —dijo Guyana, mientras deslizaba con firmeza el cañón del arma dentro de la boca del hombre, apuntando el extremo contra su mejilla—. Solo te pido una ubicación. Eso es todo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.