Lissa toca el timbre.
Parece una eternidad solo para que alguien logre abrir esta puerta de madera.
Todo esto fue una estupidez. Se dejó llevar por un impulso que no logró controlar. Ahora estaba de pie frente a una puerta esperando que una persona la atienda. No estaba en sus mejores prendas, solo una camisa negra con un pantalón negro y botas marrones. Su cabello negro estaba siendo recogido por una coleta en forma de cebolla y varios mechones de cabello caían encima de su rostro pálido.
Relamió sus labios cuando escuchó pasos acercarse a la puerta.
Estaba en un edificio, parecía abandonado, ya que nadie parecía vivir allí, solo él. La verdad es que le faltaba un poco de color y mucha limpieza.
La puerta se abrió y la luz de la habitación encontró su rostro.
Cooper sonrió de oreja a oreja.
—¡Hola! —exclamó.
Su corazón comenzó a latir con más fuerza. Cosa que solo hacía cuando estaba emocionada en una pelea. Ella no pudo evitar devolverle esa sonrisa. ¿Siempre tuvo esos dientes tan blancos como las perlas?
—Hola —alcanzó a decir.
Se sentía como una niña después de tanto tiempo.
—No pensé que vendrías —Cooper comenzó a pasar sus manos por su cabellera negra y lacia—, de hecho, no pensé que fueras a venir alguna vez.
—¿Por qué no habría de hacerlo? —preguntó Lissa con ceño fruncido.
—No lo sé.
—¿Puedo pasar?
—¡Sí! —Cooper se apartó de la puerta y cerró sus ojos con fuerza, notando que estaba actuando muy nervioso y extraño—, ¡Por supuesto que sí!
—Gracias.
El apartamento era tipo estudio, pequeño. Pero Cooper sabía cómo ingeniárselas. Las paredes eran blancas al igual que los focos que pendían del techo. El sofá marrón oscuro quedaba frente a la pantalla del televisor, a solo unos pasos se encontraba una cocina blanca y con detalles de madera de roble. El lugar era impecable, lejos de lo que ella pensaba que iba a encontrarse.
—Lo siento por el desastre —dijo Cooper mientras cerraba la puerta.
—Tranquilo —respondió con tono sarcástico—, hay tanto desastre que me cuesta caminar.
Cooper se rió entre dientes y se dirigió a la cocina.
—¿Y qué haces por aquí? —preguntó.
Al levantar la tapa de una olla, el aroma a carne molida y salsa comenzó a impregnar el ambiente. Lissa tomó asiento en el sofá con las piernas cruzadas viendo a su compañero revolver unas salsas.
—Solo vine a saludar —Lissa apoyó su codo encima del espaldar del sofá y recostó su cabeza en mano empuñada—, pero veo que estás ocupado.
¿Por qué los dos estaban tan nerviosos?
—No, para nada —Cooper rió entre dientes y apagó la cocina—, en este caso tú serias la más ocupada con el chico velocista. Leí las noticias.
—¿Ah sí? —preguntó ella.
Quería esconderse bajo tierra. Podía imaginar todo lo que vio. Un rayo, un campo que rodeó la ciudad eliminando cualquier señal de electricidad, la ciudad en pedazos y por supuesto, la bomba que destruyó todo.
—Si —asintió él aún concentrado en su comida—, Jeff debe de estar muy enojado.
De solo imaginar el rostro de Jeff siendo una pizarra el blanco al ver las noticias la hacía estremecer. Se hundió más en el sofá.
—¿Has hablado con él? —preguntó ella con un hilo de voz.
—Siempre me reporto —habló Cooper por encima de su hombro—, ¿Tú no?
Se hundió cada vez más. El desastre había sido tan descomunal que reportarse no le había pasado por su cabeza en ningún momento.
—Al principio, sí —se cruzó de brazos haciendo que su rostro fuera cubierto por ellos.
Cooper se acercó a la isla y dejó las ollas encima.
—¿Y qué tal te fue?
—Dentro de lo que cabe —se encogió de hombros—, bien. Él es... increíble. Los primeros meses duré escondida, pero el resto... ¿Quieres que te ayude?
Lissa se colocó de pie al ver cómo Cooper tomaba un cucharón a su vez que intentaba tomar varios platos. Antes de que lograra responder Lissa se acercó y tomó el plato que tanto le costaba tomar.
Los colocó encima de la isla y observó la pasta recién cocinada. Olía delicioso.
—¿Increíble? —repitió él con recelo.
—Es decir, es bueno, es buena persona y muy paciente, al menos así lo fue conmigo.
Ella apoyó ambas manos encima de la encimera mientras Cooper se posaba a su lado. Tenía un hueco en el estómago y su corazón latió deprisa. ¿Qué le pasaba? Apartó su mirada, no quería que notara sus mejillas sonrojadas.
—¿Y... te gustó?
—Como un hermano, como un mejor amigo, un amigo gay —ella acomodó los pequeños hilos de cabello que cubrían su rostro.
Cooper liberó una risita.
—¿Y sabe de sus poderes?
—Si te refieres a lo que me dijo Jeff, no —negó con la cabeza y vio cómo Cooper servía la pasta en cada plato—, aún no lo sabe y no creo que le diga ahora.
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Editado: 12.08.2025