Mid [#2 Aberrantes]

Capítulo 1 ~ Super Far

La alarma no había durado ni un segundo cuando Alan ya había abierto los ojos y su mano se encontraba presionando el botón. El reloj marcaba las 7:50, estaba a tiempo, su hora de trabajo era a las 8:00. Era demasiado temprano. Alan se estiró y escudriñó su habitación. Las decoraciones en su apartamento tipo estudio habían sido diseñadas por su madre, por eso había un exceso de blanco en las paredes y en la mueblería, decía que atraía buenas vibras y no estaba equivocada, puesto que contrastaba el buen humor con ayuda de la ventana que abarcaba casi toda la pared.

Podía alcanzar la mesa del comedor en solo siete pasos desde la cama, la cocina se encontraba a su costado siendo dividida por un muro. Todo se encontraba en su lugar, usualmente Alan comía en la calle, no hacía fiestas y no recibía muchos invitados, por lo que no había tanto trabajo con la limpieza. Alan gira su cabeza para ver el espejo que pendía en el muro. Estaba hecho un desastre, sus cabellos castaños estaban hechos un desastre, más de lo usual.

Alan corrió hasta el baño de una manera tan rápida que las sábanas habían caído al suelo. Ese era su poder, la velocidad se aprovechaba mucho de eso. En menos de un minuto Alan logró cepillar su cabello, lavarse los dientes, ir al baño, y bañarse. A las 7:51 salió del baño con solo una toalla cubriendo lo necesario, mientras que el torso estaba al descubierto. No era muy fanático de hacer ejercicio por lo que sus abdominales no predominaban en su cuerpo o unos brazos enormes, era un chico simple que le gustaba comer mucho y estar al margen.

Esta vez, Alan optó por desayunar en casa, decidió preparar un sándwich y mientras este calentaba corrió hasta la ventana reclinando un costado en el marco. Si tan solo pudiera acelerar también el fuego de la cocina.

Los edificios en Acrisea siempre parecían rascacielos, el sol comenzaba a emerger y el cielo era más claro, más azul, rayos, el día era perfecto. Las ventanas de los edificios se iluminaban a causa del sol y los peatones caminaban o conducían por las avenidas llegando a sus trabajos o destinos. No podía ser un mejor día. Todo gracias a él, la criminalidad había descendido al igual que la mortalidad a causa de un arma, todo era feliz en Acrisea. La mayoría no atacaba porque era difícil defenderse o contra a atacar a alguien difícil de percibir cuando en un parpadeo ya se hallaban atados en una comisaría con una nota en su pecho diciendo el crimen que habían cometido.

—Tengo hambre —murmuró Alan y corrió a la tostadora, estaba casi listo pero no tenía tiempo.

Tomó los cuatro emparedados y los decoró en un minuto. Aún tenía tiempo así que optó por correr a su librero, tomar un libro de Agatha Christie, lo leyó en dos o tres minutos y observó el reloj. 7:57.

Dejó el libro y corrió a buscar ropa que ponerse, esta vez duró más porque tuvo que probar gran cantidad de prendas porque necesitaba algo que lograra resaltar, algo que lo hiciera lucir bien. Optó por un pullover gris, unos vaqueros ajustados y unos mocasines castaños.

Ahora sí se le estaba agotando el tiempo.

Corrió hasta la entrada de su casa cerrando con llave y corrió desde su edificio hasta el otro edificio atravesando las calles, los peatones y demás. Muchas personas que se encontraban allí se vieron aturdidas ante la gran corriente de viento que atravesó las faldas se habían levantado y los periódicos habían volado de las tiendas, todo aquello que fuera liviano había salido volando por los aires. Alan hizo una parada en una cafetería y dejó el billete encima del mostrador, tomó el café que uno de los empleados cargaba en su mano y se largó evitando la larga fila que se creaba.

Llegó al trabajo y una vez que abrió la puerta del edificio su velocidad sobrenatural se detuvo. Vio sobre su hombro a personas viendo a su alrededor tratando de comprender qué había sucedido

—Te dije que estos Aberrantes eran unos buenos para nada más que hacer que todos quedamos como idiotas —dijo una mujer.

—Pero tú dijiste que el velocista era el único bueno en su trabajo, que gracias a él… —intervino su hijo pequeño.

—Ya sé lo que dije.

Alan decidió caminar a paso rápido por el ascensor, esperó. Se sentía como una eternidad. Comenzó a pegar pequeños saltos de desesperación, ese era el problema de ser rápido, sentía que todo iba extremadamente lento. Las puertas se abrieron y Alan fue el primero en adentrarse al ascensor, el resto de los hombres con trajes tardaron un poco en entrar y presionar los botones, ya Alan lo había presionado antes que cualquiera lo notara.

Mira su reflejo en el espejo y observa cómo su cabello rizado está en buenas condiciones, su pinta estaba guay, todo iba bien, traía un café en la mano aunque no lo necesitara, para él todo era un buen día. Siempre iba a hacerlo, excepto por ese fatídico día. Ese día en que recibió las noticias…

Sacudió su cabeza. No, no iba a pensar en eso, hoy es un buen día. Siempre había que estar feliz y era alérgico a la tristeza.

Él fue el tercero en salir del elevador y cruzó el pasillo donde en sus costados se colocaron unas sillas para los clientes además de algunos cuadros para relajar sus mentes. Abrió una puerta de cristal y vio a Twyla en su escritorio. El reloj marcó justamente las 8:00.

— ¿Cómo haces para llegar siempre tan puntual? —Preguntó Twyla observando el reloj y luego a él.




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