Mid [#2 Aberrantes]

Capítulo 5 ~ Celeste

Esa voz tan angelical había cambiado todo. Escucharla hacía que su estómago se llenará de mariposas, podía sentir las alas revolotear y rozar las paredes de su estómago. Rayos. Todo era perfecto. Ella era esas chicas que hacía que el mundo tuviera una diferente perspectiva, nada iba mal a su alrededor, todo era hermoso.

Despertó de su asimismo. Rayos, la cita. Ocultó su rostro con ambas manos. Estaba tan avergonzado. No podía llamarla aunque quisiera, no estaba completamente listo, necesitaba agallas y el único que podía hacerlo era su mejor amigo.

Corrió hasta la mesa alta y marcó el número de Enrique. Sus dedos apenas eran perceptibles.

Respondió al segundo tono.

—Amigo ¿Qué pasó? —Preguntó Enrique.

Alan podía escuchar el apretar de unos botones, estaba jugando videojuegos, le sorprende siquiera que haya contestado su teléfono.

—No me digas que estoy jugando Fortnite —dijo Alan colocando su mano sobre su frente con decepción.

—Es el mejor juego del mundo, idiota.

—En fin, te llamó porque tenía una cita con Twyla y…

—Y no pudiste ir —concluyó Enrique—, porque alguien estaba ocupado.

—Bueno… Si, es exactamente eso.

—De acuerdo ¿Con que exactamente? —Aun podía escuchar los botones siendo presionados por debajo de la voz de Enrique.

—Es que me quedé dormido.

—¿En el trabajo? —Preguntó Enrique.

—Yo…

Enrique suspiró y los botones dejaron de ser golpeados. Escuchó el chillar de la silla comprendiendo que estaba colocándose de pie.

—Escucha, no sé qué fue lo que pasó pero sé que fue grave. Fui a tu trabajo para desearte suerte con Twyla, y también para pedirte un poco de pasta, al llegar Twyla me dijo que te enfermaste pero que el velocista te llevo al hospital, o a tu casa, no lo sé, pero es flipante.

—Sí, es muy…

—No, no he terminado —continuó Enrique—. Cada vez que te muestro algo con respecto a un robo o cuando en las noticias aparecen cosas impresionantes siempre tienes que irte, bien sea al baño o a trabajar. La ráfaga de viento que desprende el velocista es despampanante y recuerdo que lo hiciste unas cuantas veces conmigo presente. Nunca lo olvido. Y no quiero decir nada más obvio pero jamás te he visto a ti al velocista en la misma habitación.

Con cada prueba, cada palabra, Alan sentía que su corazón iba a salir de su pecho en cualquier momento. No sabía que mirar, trataba de buscar una respuesta, algo que lo ayudará a cubrir su mentira pero no podía. Enrique no era tan estúpido.

Alan liberó un suspiro de derrota.

—¿Desde cuándo lo sabes? —Preguntó Alan.

—Desde hace unos meses, cuando estabas empezando a ser un «héroe», Es difícil que me ocultes cosas, Alan. Pero nunca pensé que fueras un Aberrante, eso sí lo admito. Casi siempre faltabas a clase por estar enfermo y pensé…

—Mamá me obligaba a quedarme en casa de vez en cuando —admitió Alan—, para que pensaran que podía pescar enfermedades.

—Para pensar que eras una corriente. Bien.

Sorpresivamente Enrique no sonaba afectado por las noticias, ni siquiera un poco pasmado porque Alan decidiera aceptar su realidad. Alan tomó asiento en el sofá y recostó su cabeza encima del brazo mientras observaba la ventana al final de su apartamiento.

—Lamento no haberte dicho nada —responde Alan. Era lo único que podía decir por los momentos.

—No importa, después sabrás cómo disculparte conmigo, pero ahora, quiero saber qué fue lo que realmente pasó porque el Alan que yo conozco no dejaría a la señorita Twyla plantada.

Alan tomó aire y decidió contarle todo. Lo que ocurrió en el banco y como la chica Scorpion no podía ser tocada ya que su piel era completamente veneno.

—¿Y se llama así por sus peores o porque su signo zodiacal es así? —Preguntó Enrique—, porque créeme que Piscis es compatible con Scorpion.

—Basta, esta mujer arruinó mi cita. La única cita que esperaba tener por años.

—Espera ¿Cómo te sientes?

—Pues, mejor, no me duele la cabeza o el estómago, ya no siento absolutamente nada.

—Exacto —insistió Alan—. Estás mejor y la noche acaba. Apenas son las 8:15 de la noche. La luna está perfecta, no hay tráfico y para una persona que corre a la velocidad de la luz no es un problema.

—Pero Twyla…

—Ella te está esperando —continuó Enrique a través del teléfono—. Mientras tú estás pensando muchas cosas, ella está viendo Netflix, quizás Orange is the new black esperando por ti.

—Pero me mandó un mensaje, diciendo que no podríamos tener esa cita.

—Porque estabas enfermo, y ahora estás mejor. Ahora quiero que vayas a su casa, escúchame, no quiero que la llames, quiero que vayas directamente a su casa con flores y una pizza caliente. Que toques el timbre, le entregues la comida y le digas «Mi amigo Enrique está disponible».




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.