Edificio de Misiones. Lado Oeste de la Escuela de Elites. Organización de Guardianes y Maestros.
El edificio de misiones era una gran estructura de piedra y metal de dos pisos en un área poblada.
Contenía puertas de vidrio y ventanas hacia el patio, donde estatuas y fuentes adornaban un jardín de árboles frutales.
Además, sus pasillos de loza adornados por colores verdes con azules brillantes daba una sensación mágica durante el día.
Las personas caminaban ocupados por sus alrededores, cada uno recogiendo o entregando papeles.
Algunos se detenían para observar sus alrededores confundidos buscando algo, y otros miraban de reojo a dos mujeres sentadas cerca de una puerta.
Oficina del Jefe de Misiones de la Organización.
Una joven de cabello negro con mechones teñidos de azul esperaba sentada.
Ella, impaciente, observó su alrededor.
Su nombre era Sarah, sus ojos agudos, piel pálida con un cuerpo construido, la definían como una joven inteligente y despiadada. Su figura era envidiable a niveles estéticos.
En lo profundo de su ser odiaba las miradas intensas que le mandaban algunos hombres.
Desagradable para su gusto.
La joven carecía de virtudes como saber esperar y actuar correctamente, pero dominaba muchos métodos de lucha excelentes para sobrevivir. Eso la posicionaba como una magnífica guerrera en la organización.
La organización era una entidad encargada de luchar contra grupos terroristas y la corrupción del país.
Sus intereses con los gobiernos eran nulos, pero eran buenos consiguiendo lo que querían.
En esos momentos se encontraban en una pequeña crisis.
Muchos guardianes y maestros habían desertado o desaparecido producto de la inestabilidad política mundial.
La mayoría de la gente en la organización hablaban de una posible guerra entre países.
Esto obligaba a cerrarse a cualquier acción que pusiera en peligro sus intereses.
Uno de esos intereses era proteger a las reliquias y sus portadores.
Ellos eran entidades poderosas de temer, aunque no leales a sus ambiciones.
Era difícil obtener una reliquia, y aún peor, controlar a su portador.
En estos momentos la chica dejó de pensar en sus recuerdos suspirando.
Observó su alrededor y, pasados unos minutos, sus ojos se estrecharon.
—Juro que mataré a ese viejo si me hace esperar un minuto más.
La voz delicada con ese tono airoso invadió la habitación.
Las mujeres afuera de la habitación se levantaron y dieron una reverencia.
Ruidos de pasos se escucharon al otro lado de la puerta.
"Finalmente", pensó la joven con una sonrisa neutra.
La puerta se abrió dejando pasar a un anciano con un bastón.
El hombre vestía un traje de negocios negro con una camisa blanca, teniendo una corbata de acompañante.
Caminaba con lentitud leyendo unos documentos.
La forma de actuar del hombre era tan común para la joven que no pudo evitar sonreír.
—No todos tenemos tiempo. — Se burló la joven al ver de reojo la figura del hombre.
El mayor ignoró su broma, estaba concentrado en algo.
Las cejas del hombre se fruncieron y parecía molesto.
Su bigote se agitó cuando habló.
—Me niego. — Fue lo primero que dijo el hombre lanzando los papeles a su escritorio.
El hombre se sentó de frente a su acompañante, apenas divididos por una mesa.
El adulto portaba un aire amenazante.
—¿Te niegas? —preguntó la joven, levantando una ceja y apretando los labios.
La mirada que ella tenía podía matar.
El hombre no se sintió intimidado, aunque su corazón se ensombreció en preocupación.
"Ella ya no es una niña, pero llegar a este extremo es demasiado", pensó el adulto sin mostrarlo en su rostro.
Sus manos se cerraron en puños.
—¿Por qué?—cuestionó ella.
El aire del alrededor se volvió sofocante, pero el hombre no se inmutó.
Ya esperaba esa pregunta.
Respiró hondo antes de hablar.
—Eres una portadora de reliquia. Ir a Misaki solo te expondrá. No tenemos mucha jurisdicción en ese lugar. Renuncia a tus esfuerzos y enfócate en ser más fuerte.
La voz contundente terminó por eliminar la poca paciencia que tenía la joven.
Con un movimiento del brazo de la chica, una daga estaba entre la garganta del hombre y ella.
El aire estaba tan tenso que podría cortarse con un cuchillo.
—Dame un motivo para no matarte y convertirme en su enemigo -habló Sarah con voz fría.
No permitiría que los intereses de esos viejos evitarán cumplir sus objetivos.
Ese hombre no era su enemigo, pero los que estaban detrás del sí.
Hombres que manejaban todo desde las sombras.
Los que con una orden podían eliminar a una familia entera.
La joven se resintió en su corazón.
Ella no quería hacer esto, pero la mayoría de sus familiares habían renunciado a ayudarla.
Tenía poco apoyo y su deseo era un obstáculo para otros.
Quería gritar por lo injusto que se sentía, pero se contuvo.
Trató de darse ánimos.
Pronto recordó su objetivo.
"Mi hermano lo vale", pensó ella.
Una sombra de tristeza cruzó sus ojos, luego los templó.
El hombre notó la perturbación de la joven.
Sintió la urgencia en su cuerpo de abrazarla, pero se contuvo.
Debía actuar fuerte por ella. Para sí mismo.
—Morirás si vas. Lo que ocurrió hace años puede volver a suceder. Sin conocer el paradero de la reliquia de la luz y la reliquia del viento, es imposible que tengas aliados. No cuentes con el portador de la reliquia de la tierra; es un caso perdido. Tú, como la reliquia del agua, estarás en un grave peligro si vas a esa ciudad. No queremos otro... — El hombre guardó silencio al darse cuenta de lo que iba a decir.
La joven estrechó sus párpados y agudizó su audición a la última frase.
Tenía dudas de qué iba a decir; sin embargo, no preguntó.