Midory y las reliquias sagradas

Capitulo 8

Una brisa fresca rondaba entre las flores, el césped se mecía ante la agitación del aire, los petalos revoloteaban y un olor fragante persistía.

Párpados cubiertos por una hilera de pestañas se agitaron, unas pupilas retraidas acompañadas de un iris oscuro siguió la vista a un cielo azul, nubes blancas danzaban.

Girando a un costado una persona dormía, la reconocía, era su amiga.

Volvió la vista al otro lado, alguien más descansaba.

Levantó la mitad de su cuerpo, el alrededor describía una habitación, su estructura se veía destruida, con pedazos de madera sobresaliendo, la pintura descolorida, piedras amontonadas, sin techo, a su derecha un campo de flores se extendía hacía el horizonte por medio de un gran agujero en la pared.

Sarah intento pararse, un dolor agudo en el vientre la detuvo, revisó la zona, tenía vendas cubriéndola, punzaba en cada respiración.

Dió un suspiro seguido de una mueca, respirar la agobiaba, su mente estaba confusa y le costaba entender que había pasado.

Pisadas sonaron desde el otro lado de la habitación, sin ningún arma a la mano preparó una técnica de energía.

Al abrirse la puerta, su energía se dispersó, una fuerza abrumadora la hizo encogerse en si misma, apenas pudo resistir para ver quién provocaba esa presencia.

Era un hombre mayor, caminaba usando un bastón y parecía estar dormido, sus párpados se mantenían cerrados.

Como si percibiera algo movió su cabeza en su dirección.

"Veo has despertado, sufrir no es una opción, descansa" con una voz gruesa emanando en el aire un profundo sueño impregnó a Sarah, el resto se perdió en su inconciencia.

El señor se acercó para acomodarla mejor, hizo un sondeo con su energía y después se sentó al orilla de la habitación, en dirección al campo de flores.

La energía que emanaba de su cuerpo dejó de fluir, ahora, se veía como una persona ordinaria, la había usado para verificar el estado de sus alrededores, después de eso, le era innecesaria.

En la distancia, un insecto volaba por las flores, dió varias vueltas en el aire, luego se acercó a la habitación.

Una mariposa se posó en el cabello del hombre, sus alas revoloteaban satisfechas, él la tomo con uno de sus dedos y le susurró algo.

La criatura se fue volando.

Recorrió una cierta distancia antes de detenerse en una lápida .

Habían letras finas talladas en piedra.

Aquí descansa Tsukumi Hadame, una gran amiga, que su alma se una a los cielos brindando su luz hacia los caídos. Mujer de extensos honores, serás recordada por siempre.

El cielo empezó a teñirse en dorado, mientras las horas pasaban, la noche se acercaba.

Un cuerpo se movió de su lugar, la joven había despertado, no obstante, está vez estaba sola, sus compañeras habían desaparecido, su pulso se aceleró en pánico, luego escuchó voces lejos de su ubicación.

Con dolor en el cuerpo se levantó y caminó hacia el lugar de donde provenían las risas.

Su respiración se volvió erratica haciendo que su fuerza se debilitara en cada paso.

El caminar inestable provocó su caída, un gran golpe se escuchó, las voces se detuvieron y una puerta se abrió.

Pasos corrieron, dos pares de manos ayudaron a Sarah a levantarse.

"Te dije que una de nosotras debía quedarse" reclamó Tama.

"Pero él dijo que debíamos comer, ¿ibas a desobedecer una orden?, además, estos bollos están deliciosos, ignorar tal arte" esclamó Karin con ojos brillantes.

La expresión confundida de la joven no paso desapercida de las mujeres, ellas estaban incómodas, no sabían que decir.

Un hombre en bastón salió desde una habitación y observó la situación, parecía estar durmiendo, sus ojos no se abrían.

"Llevenla al jardín, hablaré con ella, ustedes descansen, hacen mucho ruido" comentó el con tono airoso, Karin le restó importancia con su mano y Tama se inclinó pidiendo perdón, después llevaron a Sarah hacía el exterior.

El lugar era bonito, había varios adornos de jardín con animales tallados en piedra, sus colores estaban desgastados, pero el brillo del crepusculo los hacía ver relucientes.

Humo salía de un horno y bollos de pan habían sido acomodados en una bandeja, estaban sobre una mesa pequeña a unos centímetros del piso, en una esquina cerca de la puerta.

Un arrollo pasaba a través de un pequeño puente de madera, había un jardín con frutos, flores se extendían por varios metros, las luciérnagas bailaban en sus inmediaciones.

De frente a la puerta, en el jardin, una mesa para el té estaba preparada, las mujeres acomodaron a su líder explicando entre susurros que estaban en un lugar seguro, pidiendo perdón, además de avisar que el señor las había salvado, la joven ya lo deducía por el trato que habian recibido.

Su mente se sumió en sus pensamientos.

El rompecabezas en su cabeza era un caos, le costaba entender que había pasado antes de llegar ese lugar, su conciencia trataba de bloquearle los recuerdos, se sentía molesta e impotente.

El hombre se sentó en la otra silla, una mariposa se posó en su hombro, las mujeres se retiraron inclinando la cabeza con respeto, la joven se dió cuenta de eso y tragó saliva.

"¿Quién era ese hombre para infundir tal sensación a sus compañeras? ¿Alguien de la organización? ¿un santo?" Sus interrogantes se detuvieron cuando le sirvieron una taza de té.

"Dudas debes tener, pero no soy quien para responder, si quieres saber algo, descúbrelo por ti misma, es una prueba" fue lo único que dijo el hombre, después, tomó su propia taza de té, bebiendo, la mariposa voló a su alrededor emocionada.

Sarah se veía desconcertada, estuvó un rato observándolo sin que el mayor quisiera decir algo más, para ella ese hombre parecía estar jugando, resignada lo ignoró junto a su mascota, observó el alrededor notando objetos hogareños y sencillos.

Habían retratos dibujados, algunas ropas viejas, instrumentos de uso desconocido y una citara, volvió la vista al hombre, tenía ropas sencillas, un traje ceremonial con un medallón oxidado en su pecho, los símbolos eran ilegibles.




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