Midory despertó de sus sueños al escuchar un ruido, en la cocina, sonidos de platos llegaban a sus oídos.
La joven siguió con lo suyo sabiendo que su hermana ya estaba despierta, se levantó bostezando y rascó su cabeza, su cabello se encontraba desordenado, empezó por desenredarlo.
Mientras pasaba el peine por la extensión de su vello capilar recuperaba la conciencia de si misma, al desperezarse, terminó de arreglarse.
A los minutos, los ruidos se detuvieron, un silencio invadió la casa.
La joven abrió la puerta de su cuarto cuando escucho la puerta principal cerrarse de golpe.
Revisó la cocina encontrando algunos ingredientes para un sándwich.
Guardo y limpió lo que había, después fue por sus pertenencias.
Saliendo de casa, su mirada se fijó en una figura conocida.
Una cabellera negra ondeaba en el aire y unos ojos rojos brillaban, aquella sonrisa le hacía suspirar.
No entendía a Sunimi, a veces parecía estar feliz y otras veces fingía.
Hoy era uno de esos días.
Sus ojos no la engañaban, tenía una postura rígida y algunas ojeras.
Caminó hacia a ella sin querer indagar, prefería que su amiga confiara y le dijera que pasaba.
"Buenos días"dijo la joven, Sunimi también saludó, luego caminaron hacia el instituto.
En el recorrido, ambas iban sumidas en sus pensamientos.
Midory divagaba en recuerdos, sin darse cuenta, su cara se coloreo de rojo, una sonrisa indiscreta paso por sus labios, aún tenía en mente el gesto de su maestro, deseaba agradecerle cuando lo viera. Para Sunimi, las expresiones de su amiga pasaron inadvertidas, de vez en cuando pellizcaba su cuerpo.
Pensando en la forma de agradecer a su mentor Midory dejó de sonreír.
Había recordado su plática de antes de salir de la barrera y la decisión que había tomado, no le agradaba tener en consideración esos momentos, sin embargo, aunque lo ignorara, había empezado a notar en sus memorias ciertas cosas que antes no, entre ellas, la expresión de su maestro cuando se había rendido, una decepción que le dolía imaginar.
Aquello le peso en el corazón, no era que ella no quisiera luchar, quería ser fuerte, pero sin atacar, como su mentor había dicho, era un caso perdido, renunció debido a eso.
Tratando de convencerse de que no era su culpa, tuvo que recordar momentos felices para distraerse.
Midory no era la única con problemas, Sunimi también rememoraba palabras que le hacían dudar, su mejor amiga le había mentido, pensaba que habían mejorado, pero luego volvían a lo mismo, no entendía porque era siempre lo mismo, se sentía frustrada.
Al poco de llegar a la entrada del Instituto Sunimi se detuvo, Midory siguió caminando sin ponerle atención.
La menor mordía sus labios, quería decir algo para desahogarse, pero no sabía cómo abordarlo.
Su mirada paso a su mejor amiga, ella seguía caminando.
Con voz insegura habló.
"Midory" dijo ella en tono alto, la nombrada se detuvo.
Lentamente se dio la vuelta con duda, era raro que Sunimi le hablara con ese tono, siempre era suave o juguetón, no uno demandante como ahora.
El rostro acomplejado de su amiga era confuso, no entendía en que pensaba.
"¿Sí?" preguntó la joven, Sunimi observó los ojos azules en aquel rostro y su mente se distrajo, sus ojos se llenaron de tristeza, suspiró por el recuerdo.
"No es nada"dijo ella, la chica asintió, no la forzaría a hablar si no quería.
Saludaron al guardia y caminaron hacía su aula.
Al entrar, cada quien se movió a su lugar, Sunimi sonriendo con unas chicas y Midory observando la ventana.
El resto de la mañana la pasaron distantes, cada quien en su mundo.
Después de la segunda hora, una duda atacó a Midory.
"Byron no llegó a clases" pensó ella, se preguntaba porque había faltado, al principio creía que llegaría tarde, pero las horas pasaron haciendo que fuera evidente que no vendría, se le hacía raro que se ausentará el segundo día de clases.
Notando en que estaba pensando, la joven descartó la idea, ella apenas lo conocía, ese repentino interés debió mezclarse con su frustración.
Llevaba toda la mañana dándole vueltas a la idea de si pedirle a su maestro que la entrenara, sin entender a qué quería llegar con eso.
"Deseo ser fuerte, pero sin poder atacar, ¿Cómo ganaré?" Meditando una respuesta miró a su alrededor esperando despejar su mente.
Un sentimiento pesimista la invadió, estaba cansada de rondar en el mismo problema durante horas, quería resolverlo, sin embargo, no sabía el como .
Observando a través de la ventana, vió a un grupo de estudiantes en la cancha, era el equipo de atletismo que entrenaba todas las mañanas.
Poniendo atención a lo que hacían, se dió cuenta de que estaban divididos por sus habilidades en los deportes, algunos corrían, otros levantaban pesas, incluso entre ellos luchaban cuerpo a cuerpo.
Los ojos de la menor se agrandaron, varías imágenes surcando su mente.
Recordando la batalla en el callejón, había visto movimientos de lucha parecidos a los que hacían los estudiantes de atletismo, su maestro los había llamado Estilos.
La mirada de la menor se iluminó pensando en una posibilidad, pasaron unos minutos antes de que negara con la cabeza, era imposible, ella era mala en los deportes, nunca había hecho ejercicio en su vida excepto el que le obligaban a hacer en clases.
Los estilos de los que había hablado su maestro necesitaban que el portador tuviera una buena condición física, ella no cumplía ese requisito.
Había encontrado la solución para superar su oscuro destino, pero también era su mayor defecto.
La expresión compleja de la joven se mantuvo durante la última hora, debatiendo en su cabeza que hacer.
Pasada la primera parte de las clases, durante el descanso, Midory escuchaba a sus compañeros reír y bromear.
Había pensado mucho, pero se había rendido a intentarlo, quería creer que podría hacerlo, pero nunca sintió que hiciera las cosas bien, las personas a su alrededor siempre se lo recordaban. Además, no estaba dispuesta a hacer ejercicios físicos, le daba vergüenza y molestia por igual.