Miedo a la venganza [1º parte]

Capítulo 1

Ashley

—Venga, Ash. No seas sosa—me dice Isa, mi compañera de habitación en la residencia. Mueve su melena pelirroja para apresurar mi respuesta.

—No se yo, Isa. Las fiestas no son lo mío—le contesto desganada mientras cierro el libro de economía.

—Joder, Ashley. Nunca sales conmigo o con mis amigos. Tienes que hacer amigos como mínimo.

Yo no tenía amigos, excepto ella, claro. La verdad no me gustaba hacer amigos, me gustaba más la soledad y sufrir en silencio sin contarle mi vida a nadie. Tiraba más por ahí. Aunque en el instituto tuve amigos, pero nos tuvimos que separar por…

—Ashley Diamond. Te suplico que salgas de fiesta—se puso de rodillas y con las manos juntas.

—Tengo examen la semana que viene y es muy importante—me excuso.

—¡Venga ya! Siempre tienes la maldita cara metida en los libros. No te he escuchado nunca decir que has suspendido algún examen. Vas a aprobar seguro, lo tengo clarísimo. Además, nunca viene mal despejarse de los estudios.

—¿Me estás comiendo el coco?

—No. Te estoy diciendo que tienes veintiún años y no te diviertes. No vives la vida.

—Tienes razón.

Y la tenía. Tengo veintiún años y no he salido de fiesta nunca. Bueno, nunca no sería la palabra. En el instituto sí que salía, pero en esa etapa de mi vida era una descerebrada inmadura, que se tomaba todo a la ligera. Isa tenía la razón.

—¿A qué hora es la fiesta?—le pregunté y ella se puso a dar saltos.

—Tranquila. Nos vamos las dos juntas. Tienes tiempo de sobra para centrarte en ese libro todavía, es viernes, pero si alguna vez no lo encuentras es porque lo he tirado por la ventana. Le tengo mucho asco a ese libro, enserio.

Yo suelto una risita y mi compañera de habitación sale por la puerta. Yo me vuelvo a centrar en las palabras del libro hasta que se me va el santo al cielo.

Isa entra por la puerta con dos vestidos y una bolsa de plástico. Oh, oh, mal asunto.

—Toma—me tiende el vestido de un color plateado, demasiado corto para mi gusto—. Póntelo—me ordena.

—No sé yo, Isa.

—Te va a quedar genial. Así con tu pelazo y lo alta que eres, te va a quedar de muerte—pone el pulgar hacia arriba.

—No creo que…

—Esta noche ligas.

Lo que me faltaba.

—No quiero ligar, ni mucho menos otra cosa. No estoy para relaciones.

—Nadie te ha dicho que tengas una relación. Ahora póntelo—dice mientras pierde la paciencia.

—Pero yo…

—Ah, toma—me da una bolsa con unas plataformas plata con purpurina. Joder, me voy a torcer un tobillo.

—Me voy a matar. Yo no sé caminar con tacones.

—¿Y qué sabes hacer a parte de estudiar?—pregunta sarcástica.

—Yo…

—Es broma, tonta—se ríe y me da en el hombro. Yo sonrío falsamente. Me pongo el vestido y los tacones—. Eh… Estás hecha un pibonaco. Deja que te peine.

—No hace falta, gracias.

—Te voy a hacer unos tirabuzones que vas a flipar—ignora mi comentario y yo me siento en la cama. No acepta nunca un no como respuesta.

Enchufa la plancha y mientras se calienta, se pone su vestido y se maquilla demasiado. Después, coge la plancha y me hace unos tirabuzones en el pelo. La verdad no me queda tan mal, pero yo prefiero mi coleta alta de siempre. Cuando acaba, ella se alisa el pelo y coge la bolsa de maquillaje.

—No—le digo con tono brusco.

—Sí—acerca la base de maquillaje y la extiende por mi cara.

—No, Isa. No quiero.

—Pero mira que ojeras llevas, pareces un puto zombi. Eso tiene remedio.

—Joder, que no.

—Que sí, ya verás que guapa.

Me callo porque no voy a poder convencerla, y si la grito, ella gritará más alto. Y no quiero jaleos, ni peleas, ni problemas. No me gustan los problemas. Es lo que más odio en esta vida. Los problemas. Creo que ya me han sucedido bastantes.

Me pinta la cara y me miro en el espejo. No estoy fea, pero yo no me veo con maquillaje, no me reconozco. Nunca me he reconocido.

—¿Ves? Estás muy guapa, Ash. Ahora nos vamos—coge el bolso y yo el mío—. No llevarás ese bolso, ¿verdad?

—¿Qué le pasa a mi bolso?—pregunto. Es un bolso normal, negro.

—Joder, Ash. Ese bolso no te pega. Yo tengo uno que te puede quedar bien. Es como un monedero—busca en el armario y encuentra una cartera plateada y me la da. Guardo mi móvil, mi documentación y salimos por la puerta. Salimos afuera y un coche en marcha está enfrente de la puerta de la residencia.

—¡Hey, loco!—le grita al conductor, que sale para recibirnos. Es un chico normal, nada del otro mundo.

Nos acercamos al coche y mi compañera abraza a quién quiera que fuese. Yo solo me limito a sonreír, por ser educada y nada más.

—Ash, este es Logan. Logan esta es Ashley, mi compañera de habitación—nos presenta Isabella.

—Encantada.

—El gusto es mío—el tal Logan me mira de arriba abajo y me pongo un poco nerviosa. Claro, con el cacho de tela que llevo no me extraña que me mire. Voy hecha un cuadro—. Subid—dice y yo me subo a la parte de atrás.

El trayecto dura diez minutos y Logan aparca enfrente de una casa. Nos bajamos y mi compañera y Logan se piran, dejándome sola.

Genial.

Entro en la casa y hace un calor tremendo. Huele a alcohol y la gente ya está borracha. Hay un grupo de personas bailando, otro en la cocina y más por la casa. ¿Por qué habré venido? Porque soy estúpida. Soy muy estúpida. Soy demasiado estúpida.

¿Y qué hago yo ahora? Pues la verdad me gustaría irme. Me doy la vuelta y salgo por la puerta para irme caminando, pero no me sé el camino. Genial, Ashley. Estoy muy orgullosa de ti.

—¿Ya te vas?—pregunta una voz por detrás de mí. Me doy la vuelta y descubro a un chaval mientras fuma. Su pelo rubio se mueve por culpa del viento y sus ojos marrones me observan.

—Sí. No pinto nada aquí.



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En el texto hay: misterio, secretos, amor

Editado: 15.10.2022

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