Ashley
Hoy decido ir al centro de la cuidad. ¿Por qué? Pues porque hace mucho que no salgo, ni me divierto (a mi manera, claro).
—¿A dónde vas?—me pregunta Isa, que está sentada viendo una peli en su portátil.
—Me voy al centro, a dar una vuelta o algo así.
—¿Puedo ir contigo?
—Si tu quieres, sí.
—Me apetece y luego vamos a una discoteca de por ahí. Espera, que llamo a los demás.
Si lo llego a saber no digo nada.
Si es que soy idiota.
Isa se viste y manda un mensaje a sus amigos. Qué bien, vienen sus amigos raros y borrachos.
—Vienen todos—me afirma.
—Que bien—digo con falsedad. Yo quería dar una vuelta, no irme de copas.
Eso me pasa por abrir la boca.
—Me visto y nos vamos.
Cuando se viste, salimos y están en la puerta los demás. Dash me sonríe, Logan está hablando con Oliver y Mónica me mira fatal, como siempre. Yo trato de ignorarla, que eso hace que se cabree más. Bah, paso.
—Llevamos aquí doscientas horas, hay que ser más puntual—me regaña Mónica.
—Perdón, ha sido mi culpa—Isa sube las manos en son de paz y ella resopla.
—Vamos en mi coche—dice Logan.
—Había pensado en ir andando—ellos se me quedan mirando como si hubiera asesinado a alguien ahora mismo.
—Sabes que existen los medios de transporte, ¿no? El coche, el autobús, el tren…
—Me gusta andar, dar un paseo.
—Eso es de abuelos—grita Mónica.
—Nadie ha pedido tu opinión—se me escapa y los demás se ríen.
—Perra—susurra para sí misma.
—Pues nada, vamos caminando. Hace un día precioso, ¿no, Heidi?—Dash le pregunta a Logan y va dando saltitos.
Una risa se escapa de mi boca y me la tapo. Empezamos a caminar y los demás hablan. Yo voy en mi mundo.
—¿Y qué te cuentas, Heidi? ¿Vas a menudo por el centro?—me pregunta Dash, colocándose a mi lado.
—No mucho. Me gusta ir cuando no tengo nada que hacer.
—Muy aburrido, ¿no? En plan, ir dando paseos, me da pereza—Logan se une a la conversación, yo no le presto atención. No me importa lo que digan—. Yo soy más de no hacer nada.
—¿No estudias en la universidad?
—Sí, pero me da mucha pereza. Cuatro años es demasiado.
—Bueno, pero es el último. Te queda muy poco.
—Ya, pero es que… Me da mucha pereza.
—Ya—dice Dash—. Lo que pasa es que eres un puto vago.
—Le da pereza hasta ir a mear, no me jodas—Oliver se ríe y los demás también, menos Logan (y Mónica).
—Vale, me habéis pillado. Soy un vago—dice Logan y levanta las manos en son de paz.
—No te hemos pillado, ya lo sabíamos—le reprocha mi compañera de habitación.
Llegamos al centro y entramos en un bar. Se van a la barra y piden cervezas.
—Ash, ¿tú no quieres nada?—me pregunta Isa.
—¡Venga, Heidi! ¿Seguro?
—No, no quiero nada.
—Venga, una cervecita—insiste Isa.
—Que no quiero.
—¡Camarero! ¡Trae otra!—Isa me ignora épicamente y yo resoplo.
—¡No! ¡No quiero nada!
—Si no quiere pues déjala—dice Logan. Gracias.
—Pero una solo—mi compañera el dedo índice de su mano. Yo miro con la cabeza.
—¿Pero no veis que no quiere? ¡Dejar a la chavala, joder!
—¡Vale, vale! Ya no insisto más.
—Si os emborracháis, no pienso llevaros casa por casa. Os quedáis aquí—les digo y Dash se ríe.
—Tranquila, Heidi. Yo no soy de ir borracho por la vida.
—¿Y qué te hace pensar que tengo que creerlo?
—¿Quieres comprobarlo tú misma?
Bufo y miro al techo del bar. Niego con la cabeza.
—Creo que sería al revés, ¿no crees?
—No me lo eches en cara, fue un error.
—¿Emborracharse es un error? Porque para mí no.
—Pero tú no me conoces. No tienes ni puta idea de mi vida.
—Para eso están los resúmenes.
—No te pienso contar mi vida.
—¿Y por qué no?
Me estaba empezando a enfadar. La tensión se acumula dentro de mis músculos, hasta que cierro los puños y clavo mis uñas en las palmas de las manos. Iba a explotar, pero me hice muchas promesas, que me salté una de ellas, pero no volverá a pasar. No pienso perder el control. No esta vez. Nunca más.
—Me voy—me giro y camino hacia la puerta. Tomo el pomo y le doy la vuelta, hasta que:
—¿Te vas a cabrear por un comentario? ¿Tienes cinco años o qué?
Dash se rio y eso a mí no me hizo ninguna gracia. No pude controlar los nervios. Solté el pomo, caminé hacia él y le cogí de la camiseta hasta estamparlo contra la pared.
—¡No me tientes! ¡Puedo hacer contigo lo que me de la puta gana! ¡¿Me entiendes?!
—Deberías relajarte—me susurra asustado.
—No. Y ten cuidado con lo que dices, que cualquier día puede pasar algo malo.
—¿Me estás amenazando?
—Es una advertencia. Así que no saques mi lado malo, porque puedo jurarte que mis nervios estallarán. No me toques las narices, ¿vale? Lo digo por tu bien, y por el de todos.
Le solté y Dash se cayó al suelo.
—Ash, ¿qué te ha pasado?—Isa me pregunta pero la ignoré. Necesitaba tiempo para tranquilizarme. Así que me fui a casa y cogí mi coche para irme al lugar donde siempre me relajara.
Conduzco a toda velocidad, me salto los semáforos y los stops. Ya me da todo igual, sigo llevando una vida de mierda, me da lo mismo acabar muerta que en la cárcel o en otro país.
Me dirijo al descampado y aparco de cualquier manera. Me siento encima del capó y miro al cielo. Azul y cristalino, sin nubes, sin tormentas. No como mi vida, llena de problemas y desgracias, porque sabía que jamás volvería a ser yo. Lo sabía desde hace tiempo. Había intentado asumirlo, pero me es imposible. Todos los días pensando en cómo sería mi vida si no hubiera actuado mal. Me encantaba imaginarme que sería la mejor en mi trabajo, la que mandaba, la jefaza. Pero desgraciadamente no ha sido así. Mi decisión incorrecta hizo que mi vida se quebrara y se destruyera como un muro demolido.
Editado: 15.10.2022