Miedo a la venganza [1º parte]

Capítulo 14

Logan

No me había arrepentido de haber besado a Ashley. No me parecía un delito como a ella le parecía. Tampoco era para tanto.

Ahora estaba dormida en mi cama agarrada a una almohada. Sus ojos cerrados expresan tranquilidad, pero su expresión… Le tiene miedo a algo.

Como me aburría, llamé a Oliver. Quedamos en el parque para no despertar a Ashley.

Me pasé toda la tarde con mi gran amigo, que había dicho que había cortado con Mónica.

—¿Y eso?

—No sé, tío. Estaba muy amargada últimamente y no quiero a una persona que no me valora, ¿sabes?

Claro que sabía, sabía más que él.

—Te entiendo. Bueno, pues hoy vamos a salir. Ninguna tía nos quita las ganas de unas copas.

—Eso está hecho. Llamaré a Dash.

***

Estuvimos en un club toda la noche. Oliver se pasó de la raya hace como seis birras. Estaba mal.

—Que se vaya a la mierda—le gritó a Dash, como si él fuese Mónica.

—Relájate, tío.

—¡¿Qué me relaje?! ¡Estoy hecho una mierda! ¡No tengo derecho a relajarme!

Estaba de un insoportable que no había quién le aguantase.

—Si vas a estar en ese plan, yo me piro a mi casa—le dije—. Eres una nenaza.

—Que os follen—seguramente mañana no sé acordaría de nada. Se fue y lo perdimos entre la multitud.

—¿Podemos ir fuera?—me preguntó mi amigo.

Caminamos hacia fuera y se encendió un cigarrillo.

—Tú dirás.

—¿Sabes dónde está Ashley? No ha estado por aquí en dos días.

—Se habrá ido con alguien.

—No sé, tío. Me sorprende no encontrarla.

—No te preocupes, estará de vuelta en poco tiempo. Ya lo verás—le animé. Pero no sé el porqué porque mi amigo estaba que no cagaba.

Uno enamorado, el otro borracho y deprimido… ¿Puede ir a peor?

Pues seguramente.

—Deberías irte, tío—me dijo—. Tienes cara de cansancio.

Recomiendo no dormir en el sillón. No sé ni cómo no me he partido el cuello.

—Hasta mañana—tira el cigarro al suelo, lo pisa y desaparece.

***

Ashley

Cuando me desperté eran las ocho y media. Logan no estaba en casa, no dejó ni una nota ni nada. Pasé de llamarlo, pero sí tenía una llamada pendiente con alguien.

—¿Sí?

—Hola.

—Heidi. ¿Cómo estás?

—Todo bien, no te preocupes.

—¿Dónde estás?

—Estoy con mis tíos—mentí—. Necesitaba un poco de tranquilidad.

—¿Cuándo vas a volver?

—Pronto. Muy pronto.

En vez de convencer a Dash, me estaba convenciendo más a mí, aunque fuese mentira.

—Te echo de menos.

—Y yo. Te juro que volveré pronto, ¿vale? Lo prometo.

—Cuando estés bien vuelve, Heidi

—Lo haré. Adiós, Dash.

—Adiós, Heidi.

Colgué el teléfono entre lágrimas. Estaba muy mal. Me levanté y me asomé por la ventana. No había mucho que ver ya que era un bajo. Era de noche y vi a una figura tambalearse.

Logan

Salí de la casa con las llaves de repuesto y me acerqué a él.

—¿Qué se supone que estás haciendo, Logan?

—¿No es evidente?—intentó decir algunas palabras, pero no le entendí del todo.

—Pasa dentro—le cogí de un estirón y le empujé dentro, que cayó al suelo de boca—. Te has pasado y lo sabes.

—Oliver está deprimido, lo ha dejado con Mónica.

Vaya, eso no me lo esperaba.

—¿Y por eso te has puesto así? ¿Porque otra persona tiene mal de amores? No te veo que estés así por Oliver.

—Lo necesitaba, ¿vale?

—Explícate.

No me contestó, me ignoró. Se fue a la cama y se tira encima de ella. Escuché ronquidos en dos segundos.

Dios, me estaba volviendo loca.

***

—Ashley—mi mente escuchaba la voz de Logan, pero mi cuerpo no respondía—. Te toca echarte el antibiótico.

—Mmmm…—me di la vuelta en el sillón, pero Logan me lo impidió—. ¿Cuál es tu problema?

—¿Te la echas tú o te la pongo yo?

Código rojo.

Me levanté de un salto que me hizo quejar de dolor.

Joder…

Cuando ya estuve despierta del todo, cogí la crema que tenía Logan en la mano.

—¿Cómo se pide?—levanta el brazo para que yo no pueda cogerla.

—Dámela y no me hagas perder el tiempo.

—Esas no son las palabras mágicas—se burló.

—Abracadabra, venga la crema.

No me la dio. Me estaba empezando a poner de mala leche.

—Toma—bajó el brazo y me la dio, pero lo volvió a subir—. ¡Qué no!—dijo como si estuviera hablando con un niño pequeño.

—¡Dame la puta crema, hostia!

—Vale, fiera.

Por fin me dio la mierda de la crema. Me subí la camiseta y quité el tapón del bote raro.

—¡Wow, wow! No es el mejor momento, fiera—me vaciló.

—Cierra el pico.

Me toqué la herida y me hice un daño terrible. Joder, qué dolor.

—¿Enserio?—preguntó.

—¿Qué es enserio?

—¿Bragas de ositos?

Me avergoncé por un momento, pero:

—¿Qué pasa? ¿Te gustan?—le solté una sonrisa ladeada  mientras levantaba y bajaba la ceja.

Eso le hizo reír.

—¿Y si te digo que me flipan?

—Miras dónde no debes, muchacho. Un día te arrepentirás.

—O te tragarás tus palabras cuando te las baje.

—No creo que eso pase.

—¿Y cómo estás tan segura?

—Simplemente lo noto.

—Pues tu futuro se equivoca, fiera. Ahora mismo te estoy viendo encima de mí, suplicándome que te pegue a la pared, diciéndome que no pare, gritando mi nombre.

—Sueñas mucho conmigo, ¿eh?

—Exacto—no lo negó.

—Imbécil.

—El futuro no perdona.

—El mío no existe, y menos contigo.

 Sigo aplicando mi crema y suelto un grito de dolor.

—Déjame a mí—se agachó y me quitó la crema de las manos de un tirón.



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En el texto hay: misterio, secretos, amor

Editado: 15.10.2022

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