Ashley
Fuimos a un hostal medio abandonado a las afueras del vecindario de Greenville. Pero había un problema: solo había una cama. Logan había dicho que dormiría en el suelo, pero yo no soy tan cruel para decirle que sí. Así que me daba miedo moverme cuando durmiésemos en la cama (que era enana).
Logan se puso insistente con salir a dar una vuelta para inspeccionar la zona. Ni que fuéramos Sherlock Holmes. Me cogió de la mano y salimos a la zona central donde estaban todas las casas, el gimnasio, los colegios y todos los edificios.
El sol me ciega los ojos y tengo que ponerme la mano en la frente para poder ver un poco mejor.
Vemos un parque que está a rebosar de gente. Hay niños jugando, madres charlando, abuelos dando de comer a las palomas, adolescentes haciendo botellón. Bueno, podía haber sido peor.
—Hola—una señora de unos sesenta años nos saluda—. ¿Sois nuevos?
—Sí—responde Logan—. Venimos a pasar unas vacaciones aquí.
—Que muchachos tan jóvenes. Me alegra que venga gente nueva aquí, ya todas las personas están muy vistas—se rio por lo bajini—. ¿Cómo os llamáis?
—Yo soy Logan, y ella es mi novia, Ashley.
Formaba parte del plan, ¿vale? Ni en sus mejores sueños sería su novia.
—Elena. Me ha gustado conoceros, espero que nos volvamos a ver.
—El gusto es nuestro—abro la boca por primera vez.
Nos sentamos en el banco, demasiado juntos para mi gusto, pero hay que hacerlo. Necesitamos hacerlo, por Eryx, por su familia y por sus amigos.
Unos chavales de unos dieciocho años pasan por delante de nosotros. La chica tiene el pelo negro con mechas moradas y la ropa negra, el chico rubio enseña sus tatuajes en los brazos y uno en el cuello.
Wow, que chulo.
Ven que me quedo mirándolos y me observan con desprecio.
—¿Qué miras, rubita?—me pregunta la chica.
Yo agacho la cabeza para jugar con mis manos. Ese tono macarra no me ha gustado nada.
No tengo porqué aguantar esto.
—Vámonos—le digo a Logan en un susurro.
—Sí, no vaya a ser que haya movida—me vuelve a coger de la mano para marcharnos de allí, porque lo que menos queremos son problemas.
—Pero no te vayas, que estamos hablando—dice la misma chica. Me toca el hombro y el corazón se me va a salir por la boca
—Perdona.
—¿Quiénes sois?—pregunta el chaval.
—Nadie importante. Ya nos íbamos—habla Logan por mí, ya que yo no puedo. ¿Por qué?
—Ay, qué mono, tiene que hablar por ella porque le da miedito hablar con los malotes. ¿Vas a decirme quién solo sois?
Me tiemblan las piernas. Logan pasa su brazo por mi cintura para no caerme, porque, en cualquier momento podría caerme. Logan me intenta dar fuerzas, pero no me sirven.
—La parejita no sabe hablar, ¿eh? Vaya unos moñas—habla el rubio.
Miro a Logan, suplicándole que nos vayamos.
Nos dimos la vuelta y salimos andando apresuradamente. Puff… no sé si voy a ser capaz de esto.
Llegamos al principio del bosque y nos sentamos en un banco. Escondo la cara en mis manos, me daba miedo volver.
Logan me acarició el pelo de manera suave, con cariño.
—Si no quieres podemos volver a casa—dijo. Me encantó su palabra. Casa. La echaba de menos. Mi casa, mi hogar, mi vida.
—No. Ya lo hemos empezado y no podemos dejarlo a medias. Sabes lo que me gusta la justicia—quité mis manos y le miro a los ojos. Esto iba a acabar mal, muy muy muy mal. Aunque no habíamos empezado, pero ese presentimiento siempre se tiene.
Y habrá que cambiarlo, porque todo iba a salir como lo planeado.
Y pagarán muy caro.
Dash
Ashley me dijo que se iba a una cabaña con unos amigos nuevos.
Me gustó que hiciese amigos, que se relacionara, pero no me gustó su marcha. No me dio tiempo a despedirme de ella, a darle un último abrazo de despedida.
Suena estúpido, lo sé, pero es que… no me gustó que se fuese sin verla antes de marchar.
Llamé a Logan, pero no me lo cogió. Seguramente estará por algún bar ligando o bebiendo.
O las dos cosas, que es lo más probable.
Así que me he quedado solo.
Mando un mensaje a Oliver por si quiere hacer algo, ya que sigue deprimido por Mónica.
También le mando un mensaje de texto a Ashley para decirle que se lo pase bien, y de paso una escusa para que me mande algo.
Hay que pensar.
Llamaron al timbre y fui a abrir la puerta. Miré por la mirilla y vi a mi hermana mayor. ¿Qué?
—Sé que estás ahí.
—¿Qué quieres?
—Ábreme.
—¿Qué cojones quieres?
—Abre la puta puerta, joder. Tengo que decirte algo.
—¿Que me vais a crucificar? No gracias, estoy bien.
—Es sobre papá.
—Me importa una mierda. Ya me dejó clarito el amor que me tiene.
—¡Abre la puerta, hostia!
Suspiré, intentando que mi ira se fuera, pero la cara de mi hermana lo dejó todo clarísimo. Algo malo había pasado.
—¿Qué pasa?
—Papá se está muriendo—lo soltó así como así.
En ese momento, los oídos se me taponaron, como un corcho en una botella de vino. Me iban a reventar.
—¿Qué…?
—Tiene cáncer. Le han dado una semana de vida.
—¿Cómo…?
—Te intenté llamar, pero no me lo cogiste. Me has bloqueado, enano de mierda.
No sabía qué pensar. Mi padre me dejó muy claro que no quería saber nada de mí. ¿Y por qué viene mi hermana ahora? ¿Es una broma?
—Quiere verte.
—Ya, claro. ¿Te piensas que me hace gracia tu puta broma? ¿Me estás vacilando?
—¿Tengo cara de hacerlo?
—Ya no sé nada de ti. Me abandonasteis, ¿lo recuerdas?
—Te fuiste tú solo y lo sabes.
—Vete a la mierda. Tú, mamá y papá. No quiero saber nada de vosotros. ¡Largo!
—Te vas a arrepentir de esto.
—Sí, sí. Venga, hasta luego.
Editado: 15.10.2022