Ashley
Me desperté con una sonrisa en la cara. Recuerdo perfectamente la cita perfecta de ayer con mi rubio favorito.
Yo no era así, ¿vale? No era una cursilona que se moría por verle de nuevo. Ahora sí. Me moría por verlo.
Iba dando saltitos por la habitación tan contenta. Era como estar en las nubes.
Y ahora más porque íbamos a tener las vacaciones de Navidad. Estaba eufórica.
Llamaron a la puerta.
Dash…
Abrí la puerta con una sonrisa de oreja a oreja, pero no era Dash
Logan…
—¿Qué quieres?—le pregunté sin rodeos. Me crucé de brazos.
—Tu ayuda.
Ah, no.
—Dijiste que esa era la última—me enfadé.
—Siempre hay una de regalo—su sonrisa burlona me hizo estremecer—. Venga, fiera. Tu vida es aburrida, hay que añadirle acción.
—¡Mi vida no es aburrida, payaso!
—Grita un poco más, a ver si se enteran de que eres una asesina—dijo como si nada.
Le cogí del brazo para echarlo dentro de la habitación.
—No soy tu puto juguete.
—Te mueres por serlo—camina hacia mí y me arrincona contra la pared.
Ah, no. Esta vez no.
—Invades mi espacio—le pongo las manos en el pecho para empujarlo, pero es en vano.
—Antes te encantaba que lo hiciera—coge un mechón de mi pelo y lo enrosca en su dedo largo.
—Eres un puto egocéntrico, ¿lo sabías?
—Sé muchas cosas. Buenas y malas.
¿Me estaba lanzando una indirecta? Sí es así, yo también sé hacerlo.
—No te voy a ayudar. Lo único que quiero es que salgas de mi vida y no te cruces más.
Soltó una carcajada amarga.
—Eso no va a ser posible, fiera. Estaré detrás de ti siempre—recalca la última palabra.
Se acerca demasiado para mi gusto. Su nariz roza la mía con suavidad. Iba a besarme, pero me aparté. Eso le hizo reír.
—¿Me has hecho la cobra?
—Sí, se puede decir que sí.
Puso su cara seria, esa que me daba escalofríos. Ver esos ojos azules enfurecidos me daban miedo.
—O me ayudas o sabes las consecuencias.
Se volvió hacia la puerta para cerrar de un portazo que hizo retumbar las paredes.
Yo me quedé sin aliento en la pared.
Esto no iba a acabar nunca.
Y tenía mucho miedo. Iba de chula por la vida, y, en realidad, tenía miedo a vengarme.
Tengo miedo a la venganza.
***
Dash me mandó un par de mensajes para ver si podíamos salir a dar una vuelta, pero le dije que no. Le dije que tenía agujetas de ayer, pero le mentí. Tenía miedo de salir sola a la calle.
La verdadera razón de mi pánico era, es y será Logan Cosgrove.
Estaba metida en la cama con la tele de fondo, mirando cada dos por tres la pantalla del móvil por si le daba por molestar.
Llegó un mensaje de Logan. Tenía que bajar ya.
Tenía entre mis brazos a mi osito de peluche que me regaló un compañero del instituto por mi cumpleaños. Era realmente majo, era mi amigo, pero un día desapareció así de la nada. El osito me recordaba mucho a él. Él sabía cómo calmarme, cómo sacarme mi sonrisa más sincera, me hice muy amiga suya, hasta que desapareció y no le volví a ver. Por eso ese oso me recuerda a él, sabe reconfortarme y recordarme que no me venga abajo, que afronte mis problemas y los supere.
—Tú puedes. Confío en ti y sé que puedes hacerlo.
—No sé tú…
—Vamos, tía, tienes el mundo a tus pies si te lo propones.
—¿Cómo lo haces?
—¿El qué?
—Ser así, verlo todo bonito y de color de rosas.
—Todo tiene su lado bueno. Piensas siempre en lo malo y eso no tiene porqué pasar. Confía, joder. Cree en ti misma y superarás todo lo que te propongas.
Una lágrima cayó por mi mejilla. Lo echaba mucho de menos. Sus consejos me han ayudado mucho para salir adelante en esta vida de mierda.
Pasé cosas muy malas, pero si no lo hubiera pasado, no habría conocido a Dash, que es una persona que quiero demasiado, a Isa, que con sus problemas la quiero igual, mis amigos de clase…
Tengo una vida hoy, mañana y siempre, y como diría todo tiene su lado positivo.
Dejé a lo único que me quedaba de mi amigo en la mesilla de noche, me puse mi sudadera, las playeras, el móvil y salí.
—Sin miedo, Ash—me dijo.
—Sin miedo—repetí sus palabras.
Iba decidida, a acabar con esto de una vez por todas.
Logan me estaba esperando con la moto mientras miraba al cielo.
Cuando la puerta se cerró su mirada fue directa a la mía, sin pánico, sin lástima.
—Vamos—se montó en la moto y yo fui detrás. Era consciente que iba a alcanzar una gran velocidad y no quería salir despedida. Así que me tragué mi orgullo y me agarré a su cintura en vez de a los agarradores de detrás.
Llegamos a la misma casa de dónde tenía los planos de Greenville y las fotos de Eryx, de mi víctima.
—¿Cuál es el plan?—dije sin ganas.
—Te vas a infiltrar en un centro psicológico.
—¿Cómo?
—Necesito que una chica vaya allí, y he pensado que si te infiltras puedes conseguir se ubicación.
—Explícate.
—Todos los pacientes tienen un chip incrustado en una pulsera del tobillo y te dicen dónde están. Tienes que colarte y saber dónde coño está Victoria Ashton.
—¿Por qué?
—Se ha escapado y está todo el puto rato detrás de mí. Ella tiene problemas muy graves y quiero que esté en el centro de nuevo.
—¿No la han encontrado los del centro?—pregunto con obviedad.
—A esos se la pela quién se escape.
—Entonces la quieres encontrar para que deje de lamerte el culo. Muy normal—dije con ironía.
—Esa chica mató a mi hermana porque pensó que era mi novia. Así que si eso responde a tu pregunta, sí, la quiero meter ahí o en la cárcel, me da igual.
Editado: 15.10.2022