Ashley
—¿Qué?
Se le iluminaron los ojos, llenos de picardía.
—No te voy a matar yo. Te vas a matar tú. Toma—me quitó la fría pistola de la sien para dármela.
—¿Quieres que me pegue un tiro?
—Ay, fiera. Pensaba que eras más inteligente.
Entonces…
¡Un momento!
—¡Esto ha sido una encerrona! ¡Querías matarme desde el principio!—le grité.
Sonrió con malicia.
—Retiro mis palabras. Te haces la tonta cuando quieres, pero eres muy inteligente. Te has dado cuenta un poco tarde, ¿no crees?
Todo ha sido una trampa para matarme.
—Hace dos años te vi llegar, y me sonaba tu cara, así que me puse a investigar. Y créeme, a mí se me olvida siempre la cara de una persona, pero tú…—sacudió la cabeza—Yo sabía que te conocía. Así que estuve dos años detrás de ti para saber quién eras en realidad. Y creo que lo he conseguido, fiera—me guiñó un ojo.
—Estás loco.
Se quedó pensándolo—Sí, puede ser.
Estaba flipando. Dos años pasando desapercibida para no llamar la atención y así la he dado más. Qué pava soy, enserio.
—¿De qué te sueno?—un momento—¿Te conozco?
Negó con la cabeza.
—No, que va.
—Entonces… ¿Mi cara de qué te suena?
—Ya te has hecho la farsante mucho tiempo, ¿no crees? Es hora de sacar las verdades a la luz, Ashley Diamond.
—No sé de qué me hablas.
Sí lo sabes mentirosa.
—Mátate y no diré nada, lo prometo.
—Tus promesas me valen mierda. No puedo confiar en ti. Ya lo hice una vez y aquí estoy.
—Vaya boca. Qué pena que salgan palabras tan feas de una boca tan bonita—me vaciló.
Le pegué un bofetón en la cara.
—Sabes que me gusta que me pegues.
—¿Ah sí? ¿Te gusta esto?—le di un rodillazo en su intimidad.
Pues no, no le gustó mucho.
Chilló con furia y cae al suelo.
—¡Vas a vacilar a tu puta dignidad, gilipollas!
—Se me olvidaba que estoy hablando con una asesina—se rio y se levanta como si nada—¿Qué? ¿Te piensas que una patada en los huevos me va a hacer algo? Tan ingenua como siempre.
—Vete a la mierda de una vez. ¡¿Tanto te cuesta dejarme en paz?!
—Es que entonces mi vida no tiene emoción.
—¡Pues te buscas a otra persona a la que joder la vida!
—Es que no he acabado contigo—se empezó a acercar.
Retrocedí todo lo que pude, pero mi espalda se estrelló con fuerza contra el árbol.
—Sí hemos acabado. Además, he tenido de sobra. Vete a tocar los cojones a otro.
—Es que yo no quiero a otro. Yo quiero joderte la vida.
—Pues ya lo has hecho, así que vete.
—No he acabado de jodértela. Aún queda mucha historia por contar, Ashley.
Dash
Llamé tropecientas veces a Ashley, pero no me cogía el teléfono.
Temía que me estuviera ignorando, pero en lo más profundo de mi corazón sabía que no era cierto eso.
Quiero pensar que todo va bien y nada mal. Pero mi instinto decía que algo iba mal.
Chorradas mías.
Me fui a ver a mamá a su casa para ver cómo estaba y contarle que de vez en cuando iba a la cárcel para ver al rector.
O bueno, el que era el rector.
Cogí el coche para conducir dos horas de trayecto. Solo de pensar dos horas se me hacía pesado ir, pero tenía que ver a mi madre.
Y de paso pedir perdón a mis hermanas por ser un patético hermano.
Me metí en la autopista, iba a salir del carril, pero un coche apareció de la nada y me llevó por delante.
***
Desperté por culpa de un “Bip” constante. Abrí los ojos para inspeccionar dónde cojones estaba.
En el hospital.
Mi madre estaba sentada en una silla a mi lado. Me miró y una lágrima cayó por su mejilla.
¿Qué había pasado?
—Dash… estás bien.
—Mamá, ¿qué ha pasado?
—Has tenido un accidente.
—¿Yo?
—Sí. Venías para casa y alguien se llevó tu coche por delante.
—¿Tengo coche?
Mi madre ladeó la cabeza.
—Bueno, técnicamente ya no.
—¿Dónde está papá?
Mi madre se quedó trastocada.
—En la cárcel, ya lo sabes.
—¿Qué hace allí?
—Dash, basta. Deja de hacer el tonto.
—Lo siento señora, pero no está haciendo el tonto.
—¿Disculpa?
—Su hijo ha sufrido un buen accidente. Tiene lesiones cerebrales y amnesia.
Ashley
—No hay ninguna historia por seguir.
—Sí que la hay, y lo sabes.
—¡Deja de manipularme!—me llevé las manos a la cabeza. No quería seguir escuchando sus palabras sin sentido.
—No te manipulo—baja mis manos de la cabeza para cogerlas entre sus manos—. Solo es la verdad.
Tiré de mis manos. No iba a consentir que me tocara ni una vez más.
—No me toques.
—Eso ya lo dirá el futuro, fiera.
—¡No habrá ningún futuro! ¡Y menos para ti! ¡Sal de mi vida!
—Eso no va a pasar. Seré tu segunda sombra, fiera.
—¡Deja de llamarme así!
—Es que te pega mucho, fíjate tú—me provoca.
Perdí los nervios. Le estampé yo ahora contra el árbol.
—Te he dicho que me gusta que me pegues. Si sigues así no pasará nada bueno.
—Claro que no pasará nada bueno, amore. Ya te lo confirmo.
Arrastro mis manos por sus pantalones.
—Ya veo, ya—alza una ceja.
—Ya ves, ya.
Pasé mi mano por sus bolsillos.
—¿Qué intentas hacer?
¡Mierda!
—¿No puedo tocarte?
—¿En qué estás pensando?—ignora mi pregunta.
Lo tengo.
—En nada.
—Me mientes, no soy tan estúpido.
—¿Quién ha dicho eso?
—¡No me cambies de tema!
Se alteró. Vamos bien.
Siguiente paso.
—¿Nos podemos ir, por favor?
—De aquí no se va nadie. O te pegas un tiro o te lo pego yo—se desesperó.
Editado: 15.10.2022