Miedo a la verdad

Capítulo 9

Manuel había hablado con su madre y le dijo que a las ocho de la noche estaría en su

casa para cenar con sus padres. Llegó a la casa familiar, era una propiedad antigua, pero

bien conservada, el papá de Manu se ocupaba de contratar personal para que luciera en

perfecto estado.

En la entrada había un pequeño jardín poblado de bellas y vistosas flores, de distintas

especies y colores, su padre se ocupaba de cortar el césped y la madre de cuidar las

flores, aunque cada tanto llamaba a un jardinero para que luciera impecable.

Conservaba aún la llave de la puerta de entrada, pero, de todas maneras tocó el timbre, le

parecía que al no vivir más allí lo correcto era pulsar el timbre para que le abrieran. Juana

su mamá le abrió, había una persona que la ayudaba en las tareas domésticas, desde

hacía muchos años, venía a la casa algunos días a la semana, pero, estuviera o no, ella,

Juana era la encargada de abrir la puerta, tarea que le encantaba, sobre todo si era para

recibir a su hijo.

_ hola amor, como te extrañé. Le dijo su madre y lo besó y lo abrazó como si hiciera una

eternidad que no lo veia.

_ hola ma, siempre tan efusiva, me gusta que me mimes, pero, prefiero que lo hagas den-

tro de la casa.

_ ah, te da vergüenza que te vean abrazando a una mujer madura, ironizó Juana

_ te quiero vieja y cada día estás más hermosa

_ entrá querido, pero, ponete de acuerdo me decís que estoy hermosa, pero me llamás

vieja.

_ cariñosamente ma, sabés que yo siempre te veo joven y resplandeciente, y papá?

_ como siempre en su escritorio revisando facturas y presupuestos.

_ pero, creí que estaría ansioso esperando a su único heredero.

_ calláte tonto, tu padre aún tiene cuerda para rato

_ ay! mamá no tomes todo tan literal, sabés que los amo a los dos

_ sentáte voy a revisar que todo esté en orden en la cocina, si querés prendé la tele

mientras tanto

_ no, voy a intentar sacar a mi padre de su ostracismo.

Juana se rie y se va a la cocina, Manu entra sin golpear al refugio de su papá, Adolfo es-

tá concentrado en unos papeles y no lo oye entrar, el joven se acerca despacio y le toca

el hombro, su padre levanta la cabeza molesto pensando que era su mujer que lo venía a

interrumpir, pero cuando lo ve le sonríe y le da un beso en la mejilla, no, un beso potente,

nunca fue un hombre demostrativo, aunque amaba con intensidad a su hijo.

Se quedaron un rato allí charlando hasta que Juana le gritó a su marido, era su costumbre

hablar en voz muy fuerte, sus gritos eran casi alaridos, ambos estaban habituados a la

forma de expresarse de Juana, Adolfo en cambio, hablaba con voz suave y pausada,

pero, cuando realmente quería ser escuchado su discurso era contundente, sin vacilacio-

nes y su actitud mostraba su verdadera potencia. Al principio, cuando se casó con la

madre de Manu, le pidió que tratase de bajar el tono de voz, al menos en lugares públicos

y en reuniones, esto lo consiguió, ya que su mujer hacia un esfuerzo por complacerlo,

pero, apenas llegaban a casa, se desahogaba retornando a sus gritos habituales, Adolfo

ya se había acostumbrado a los aullidos de su mujer y lejos de enojarse le provocaba risa

y con Manuel hacían causa común riéndose a sus espaldas, pero con cariño, y el padre

solía decir la gallina clueca está llamando a su pollito, y Manu, a veces, lo corregía en-

tre risas diciendo, no ahora está llamando al gallo parece que quiere guerra y ambos fes-

jaban la broma. Juana sabía lo que secreteaban padre e hijo, no le molestaba, no lo

decía pero, le encantaba la buena relación que tenían entre ellos dos

_ ahora, que pasa Juana, por qué me llamás a los gritos, no estoy sordo

_ ya lo sé, querido, pero si no grito no me hacés caso, o estás con tus papeles o como

ahora, charlando y riéndote con tu hijo y a mí siempre me dejan afuera, dijo la madre,

asomándose a la habitación donde estaban sus dos amores, y simulando estar apenada.

_ ay! Juanita, no te pongas celosa, que sabés que los dos te adoramos, pero decime que

querés que haga, vos ordenás y yo obedezco

_ ah, bueno, ahora me tratás como si fuera tu carcelera

_ mamá, por favor no hables de cárcel, aquí no…

_ está bien si van a criticar todo lo que yo diga, mejor me callo y ustedes vengan a ayu-

darme a poner la mesa.

Se sentaron a comer y a disfrutar de la cena, Juana era una excelente cocinera, había

preparado el plato preferido de su hijo, canelones con salsa mixta y de entrada una ma-

yonesa de ave que deleitaba tanto a su marido como a Manu.

Hablaron de cosas triviales, ninguno habló de trabajo estaba vedado por Juana, mientras

se comía. Cuando terminaron de comer, Manuel dijo que jugaba una apuesta a que el

postre era ensalada de frutas con helado de frutilla y de crema, era lo que servía Juana en

ocasiones especiales.

_ por supuesto, contestó su madre, y todo casero nada de helado comprado.

_ claro, saltó Adolfo tratando de hacerla enojar, pero, no casero como era antes, éste lo

preparaste en la heladora que me hiciste comprar.

_ sí crees que te voy a seguir el juego y enfadarme, estás muy equivocado

Rieron como la familia feliz que eran y fueron al living a sentarse en los sillones y a tomar

un reconfortante café.

_ Manu, dijo Juana, contame sobre Andy que está pasando, me tiene tan preocupada

_ no hay grandes novedades, como ya les dije es casi seguro que lo va a defender el doc-

tor Ocampo, un abogado excepcional, lo conozco fue mi profesor en la facu, un genio, un



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En el texto hay: intriga y romance, suspenso

Editado: 19.03.2022

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