Miedo a la verdad

Capítulo 14

Al día siguiente de su encuentro con Antonio, Isabella  se levantó a las nueve de la maña-

na, era sábado, y se daba el permiso de dormir un rato más, desayunó, café con leche y

unas tostadas con queso blanco y mermelada de frutilla, su favorita. Después prendió el

el televisor y buscó algún programa para entretenerse, hizo zapping, y se decidió por una

serie, pero, no se puedo concentrar, pensaba en el almuerzo con su profesor, llegaban a

su mente cada una de las palabras que él le había dicho, estaba contenta por haber esta-

do con Antonio y por la charla amena que sostuvieron y sobre todo porque había acepta-

do seguir el caso de Andy.

Por la tarde iría a visitarlo y le contaría las novedades, aunque nunca le diría que iba a tra-

bajar gratis en su estudio, a cambio de su defensa, estaba segura que su hermano no lo

aceptaría y tampoco la ayuda del doctor Ocampo, ella no estaba dispuesta a permitir que

Andres perdiera la oportunidad de recuperar su libertad, se lo debía a su querido herma-

no.

Sonó su celular, quizás hacía un rato que estaban llamando, pero, no lo había escuchado,

ya que estaba sumida en sus pensamientos, atendió era Manuel, quien le contó que fue

a visitar a Andy y lo encontró desmejorado, temía por su salud física y emocional, le hizo

saber que su hermano la extrañaba y quería verla, Isabella le agradeció haberla llamado,

le dijo que por la tarde iría a verlo, lo saludó y cortó.

La joven se entristeció porque imaginaba como sentiría Andres, pero, ella iría y le daría

consuelo y además lo iba a sorprender con la noticia de que por fin el doctor Ocampo,

aceptó defenderlo.

No se sentía con ganas de cocinar, aunque le encantaba preparar sus platos preferidos y

también le gustaba hacerlo cuando vivía con Andrés, salió de su casa y caminó por su

barrio, algunas vecinas la saludaron, otras se acercaron para preguntarle por la situación

de su hermano, pero, ella sólo se limitó a saludar y agradecerles el interés, no era el mo-

mento de hablar del tema, fue a la plaza que estaba cerca de su departamento, le gustaba

ver a los chicos jugando y a las madres que conversaban, pero, al mismo tiempo vigilaban

a sus hijos.

Le hacía recordar su propia infancia cuando su madre los llevaba de paseo, a ella y a

Andy les gustaba treparse en las estructuras apropiadas para esa actividad y también ha-

macarse en los columpios, recordaba que su hermano la hamacaba con mucho cuidado,

ella le gritaba, más fuerte Andy, más fuerte, pero, él temía que fuera a caerse.

Una pelota golpeó su cabeza y la hizo volver a la realidad, un niño vino a reclamarla, ella

le preguntó su nombre, Tomás, contestó el chico y cuantos años tenés volvió a pregun-

tar Isabella, pero, el muchachito de unos seis o siete años se sintió molesto, quería recu-

perar su balón para seguir jugando, y le replicó si iba a preguntarle mucho más antes de

devolverle su pelota, ella se rió y la tiró con fuerza, pero el pequeño la atajó con gran ha-

 bilidad y se fue corriendo.

Isabella sacó un libro de su bolso, lo abrió en la página, en que algún tiempo atrás había

dejado un señalador, hacía mucho que no leía, no había tenido deseos de hacerlo a pesar

de que era una lectora asidua de historias de suspenso, estuvo un rato largo leyendo, al

internarse profundamente en el relato, se olvidó de sus preocupaciones por unos momen-

tos, el sol estaba a pleno y a ella le gustaba sentir su abrigo y esa energía renovada que

que le trasmitia.

Cerró el libro, sentía hambre, se levantó y se dirigió al pequeño restaurante al que iba

cuando se sentía perezosa para cocinar, entró y saludó a Elsa, la cocinera y esposa de

Arturo el dueño del local, la mujer le sonrió, estaba enterada de lo sucedido y le tenía a-

fecto, le contestó con cariño, pero, no hizo ninguna pregunta indiscreta.

Isabella se sentó en una mesa cerca de la ventana, le gustaba ver desde allí la plaza y los

edificios de su barrio, también la distraían los ruidos de la calle.

Se acercó la camarera, habían sido compañeras en el colegio primario, Gloria era una chi-

ca simpática y chispeante no le costaba nada entablar una conversación a la que adorna-

ba con salidas graciosas, entreteniendo a los clientes y a todos los que la conocían.

A Isabella le agradaba hablar con ella, siempre había sido una buena compañera, aunque

no continuaron la amistad, las dos se pusieron contentas cuando se reencontraron en el

restaurante, charlaron un rato de cosas intrascendente, Gloria era conversadora pero,

sabía ubicarse, y no le preguntó nada que pudiera incomodar a Isabella.

La camarera le contó que estaba haciendo un curso de cosmetología y que cuando lo ter-

minara iba a atender a los clientes en su casa, pero, que no dejaría su trabajo en el restó,

ya que ganaba bien y le daban buenas propinas, estaba segura que conseguiría muchos

clientes en su nueva profesión, así que sólo trabajaría un turno con la señora Elsa, tam-

bién le preguntó a Isabella como andaban sus estudios y su trabajo, tuvieron una conver-

sación entretenida.

_ disculpáme, dijo Gloria, yo dándole a la lengua y vos viniste aquí a almorzar

_  no, está bien las dos disfrutamos de esta charla

_ decime, Isabella, que querés comer y que te traigo para tomar

_ aconsejáme cual es el menú del día

_ hay matambre a la pizza, que ya sabés que está muy rico, y podés acompañarlo con pa-

pas al horno, o fritas, bueno no sé lo que quieras

_ sí, traéme una porción de matambre, con una ensalada mixta y para beber una gaseo-



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En el texto hay: intriga y romance, suspenso

Editado: 19.03.2022

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