Ya el otoño estaba llegando a su fin, el sol entraba por la ventana e iluminaba el rostro de
Isabella, y, también su alma, se sentía feliz, aunque esa felicidad estaba enturbiada por
cómo se habían dado los acontecimientos con respecto a su hermano, lo quería mucho y
sabía que era inocente, si al menos le permitieran decirle a Antonio sobre el hombre de la
cicatriz, estaba segura que todo se solucionaría, pero, debía respetar la decisión de Andy,
aunque no lo entendía, hacía casi dos meses que estaba en prisión y el panorama era
aterrador, de todas maneras se sentía contenta, no quería ser egoísta, estaba
enamorada de su profesor, era su primer amor y ahora era real, él correspondía a sus
sentimientos, hacía una semana desde que la besó de esa manera tan tierna, la contuvo
cuando ella no pudo ahogar su llanto, sí él también la quería.
Se veían todos los días a la hora del almuerzo, allí podían mostrarse tal como eran, ella
podía hablarle con cariño y prodigarle algún que otro mimo, claro con discreción, él le to-
maba la mano y se la llevaba a los labios y ella explotaba de amor, también le decía co-
sas bonitas, ella lo miraba con devoción. Cuando ella no trabajaba en el Colegio, Antonio
la llamaba a su celular, mientras estaba en el Estudio jurídico, y le decía que la pasaría a
buscar, por supuesto le recordaba que fuera discreta, iban a tomar una merienda, charla-
ban, se mimaban, luego se quedaban a cenar, él la llevaba hasta la puerta de su casa,
aunque nunca le propuso que entraran al departamento, ella le había ofrecido que subiera
a tomar un café, pero, él nunca aceptó, decía que debían acostarse temprano, para así al
día siguiente poder cumplir los dos con sus obligaciones.
Ese miércoles, ella había pedido el día en el colegio donde trabajaba, Antonio quería verla
cuando saliera del Estudio, él la pasaría a buscar pero, la esperaba a una cuadra de la
oficina.
Isabella salió casi corriendo del edificio donde trabajaba, llegó al estacionamiento, Antonio
estaba allí, le abrió la puerta del auto, ella subió, y salieron de allí, ella no pudo contener-
se y le dio un apasionado beso, él respondió con la misma intensidad, aunque le advirtió
que no siguiera, si no quería que tuvieran un accidente.
Fueron a la costanera, estacionaron el vehículo, bajaron, caminaron tomados de la mano,
conversaban, se reían, ella en ese momento, no podía pensar en otra cosa que no fuera
disfrutar de su compañia, se abrazaban, se besaban con tal pasión como si en esos
besos se les fuera la vida, y al mismo tiempo quisieran beberla toda en ese instante.
Él no era un romántico, ella sabía que no le regalaría rosas, ni le escribiría un poema,
pero, sí, estaba convencida que siempre podría confiar en él, que la contendría cuando
lo necesitara, que realmente la amaba.
Estaban sentados en un banco, ella lo miraba con amor y con admiración, se sentía di-
chosa, no tocaban ningún tema, que los hiciera distraerse de ese momento mágico.
_ estoy tan feliz _dijo Isabella_ que quisiera proclamarlo a los cuatro vientos, pero, no te
asustes, sé que por ahora no podemos decir nada
_ éste es nuestro secreto, será divertido y excitante, amarnos a escondidas, como si
fuéramos dos chiquilines que están juntos, a espaldas de su familia.
_ pero, no lo somos, y en algún momento quisiera que lo sepan todos
_ habrá que esperar, no querrás que me quede sin empleo, no creo que tu sueldo alcan-
ce para los dos
_ claro, que no deseo arruinar tu reputación en la facultad, seré una tumba
_ mirá, amor esto va a ser un incentivo para vos, cuanto antes te recibas de abogada y no
seas más mi alumna, antes podremos mostrarnos juntos.
_ entonces me esforzaré mucho más para terminar pronto mi carrera
_ contáme cosas de vos que aún no sepa, sé que sos muy ansiosa, que te morís por los
helados, que tenés una risa adorable, pero, decíme tuviste muchos novios, con lo hermo-
sa que sos, tendrás una fila de enamorados
_ no es para tanto, además te confieso, que aunque salí con algunos chicos, nunca estu-
ve de novia, sos el primer hombre del que me enamoré
Antonio le dio un corto y dulce beso en los labios
_ ahora, iremos a cenar, chiquita, de acuerdo?
_ no quisiera que este momento se termine nunca, pero, también tengo hambre, vamos
Entraron a un bonito restaurante de Puerto Madero, no había mucha gente ya que era un
día laboral, el local estaba muy bien ambientado, eligieron una mesa al lado de la venta-
na, enseguida se acercó el mozo trayendo la carta, Antonio pidió pasta con salsa de
camarones, y ella también pasta, pero, con salsa al verdeo, bebieron vino, de postre
ella eligió una enorme copa helada, él no quiso nada, aunque Isabella, pidió otra cuchara
para compartir el helado.
Para Isabella era una velada soñada, se sentía la princesa de un cuento de hadas
_ vos sabés casi todo de mí, Antonio, pero, yo sé muy poco de tu vida, estoy enterada de
que estás divorciado, que no tenés hijos, pero, quiero saber todo de vos, después de
separarte de tu esposa, hubo muchas mujeres en tu vida?
_ como todo hombre que se separa, quería volver a mi vida de soltero, sí, hubo muchas,
pero, nada importante, hasta que apareciste vos y todo cambió, sos una muchacha muy
especial y te quiero a mi lado.
_ ya se que pertenece a tu pasado, pero, quiero saber amabas a tu ex, por qué se sepa-
raron?
_ sí, claro nos casamos muy enamorados, pero, con el tiempo se fue desgastando, quizás
éramos jóvenes y no supimos resguardar ese amor, yo trabajaba mucho, estaba forjando