La habitación estaba en penumbras, había un cierto desorden, la cama deshecha, pero, no había
evidencias de que alguien hubiera entrado en forma violenta, la puerta no fue forzada, tampoco
parecía un crimen cuyo móvil fuera el robo, sino una discusión entre amantes.
_ yo no la maté, soy inocente, gritaba Andrés, mientras era empujado sin piedad por un policía,
quien lo llevaba detenido como presunto asesino de su mujer.
En la comisaría frente al inspector Bermudez, Andres entre sollozos, debido al dolor por la muerte
de Carla y por la impotencia de ser acusado de su muerte, grita que es inocente y que eso sólo
dirá hasta estar en presencia de un abogado.
Bermudez lo interroga con rudeza, una y otra vez le hace la misma pregunta.
_ porqué la mataste? La descubriste con su amante?
_ no la maté, soy inocente.
_ está bien, te vas a quedar aquí encerrado, vas a tener tiempo para reflexionar sobre lo que
hiciste, asesino, hijo de perra.
Andrés es alojado en una pequeña celda, se siente impotente y desamparado, tiene miedo, por
primera vez en su vida siente temor; nunca fue un hombre cobarde, siempre se llevó el mundo por
delante, sin soberbia y sin herir a nadie, pero con firmeza y decisión.
Allí encerrado se sentía ahogado y veía ante sus ojos un panorama incierto y terrible. Él era un ser
libre por naturaleza, disfrutaba de esa libertad la que bebia a borbotones, acariciando y amando la
vida como si fuera una bella y voluptuosa mujer.
Ahora, se sentía como hacia varios años atrás, cuando se enteró del trágico accidente
automovilístico donde perdieron la vida sus padres, tenía veintitrés años fue un dolor entrañable,
lloró mucho, pero se sobrepuso, y se hizo cargo de su hermana, cinco años menor que él, quien
estaba comenzando sus estudios de derecho e hizo lo posible por cuidarla y contenerla, los dos
eran muy jóvenes, pero se tenían el uno al otro. Andy pensó en los días felices, que vivieron en
casa de sus padres, él hacia ya un tiempo que trabajaba por su cuenta como fotógrafo, y aunque,
ya se destacaba por sus méritos, era bien visto por sus colegas y por sus clientes, todavía no
ganaba lo suficiente para independizarse, pues, quería tener su propia casa y montar allí su es-
tudio fotográfico, luego empezó su trabajo en la agencia de modelos, que sumado a su clientela,
que cada vez era más numerosa, consiguió lo que quería, unos ahorros abultados, pronto po-
dría lograr su objetivo. Sus padres estaban orgullosos de él, a pesar de que en un principio, su
papá temía por su futuro, le había dicho que estudiara administración de empresas, o alguna
carrera afin, ya que quería que colaborara en su empresa, pero, Andrés se negó no soportaba la
idea de tener un trabajo, que según él era monótono.
Ernesto, era un importante empresario y su madre Angélica, era directora en un colegio
primario, nunca tuvieron apuros económicos, pero, el padre deseaba, que su hijo algún
día se hiciera cargo del negocio, Isabella sería abogada, así que tampoco estaba interesada en
la empresa.
Arturo era el gerente y el colaborador más estimado del padre de Andrés, era relativamente joven,
hacía muchos años que trabajaba con él, y se esmeraba en hacer bien su trabajo, se encargaba
de muchas tareas, dirigía a los empleados, intervenía en las ventas, y además como había estu-
diado economía, aunque no se había recibido, pero, constantemente hacia cursos, también
supervisaba la tarea del contador, Andrés confiaba en él, por eso cuando murieron los padres,
tanto Isabella como el propio Andrés decidieron dejarlo a cargo del negocio, mientras ellos siguie-
ron su vida con sus respectivas actividades, se quedaron un par de años viviendo en la casa
familiar, luego la vendieron y se compraron las propiedades donde vivían en la actualidad.
Un par de años después de la muerte de los padres, Arturo que se dedicaba con cariño a la
empresa, por los buenos recuerdos que tenía de Ernesto y con gran responsabilidad, le había dado
un voto de confianza a Claudio, el contador y lo dejó trabajar con absoluta independencia. Después
de un año de trabajo intenso, y de buenas ventas, las ganancias eran cada vez más exiguas,
consultó con el con el contador, y éste le recriminó haber hecho compras a valores excesivos
Arturo revisó en la computadora los gastos que había hecho durante el año, y
No le aparecía ninguno exorbitante, lo dejó pasar, pensando que las cosas me-
jorarían en el transcurso del próximo año, no fue así, y decidió pedirle a Claudio, que le mostrara
los libros contables, el contador no se rehusó, aunque le pidió postergarlo por unos días para
completar algunos datos, era un viernes y quedaron en que a primera hora del lunes revisarían los
libros. El lunes, Claudio no se presentó a trabajar, Arturo trató de comunicarse con él, le fue imposible, con impotencia y desilusión comprendió que algo andaba mal, los libros tampoco aparecían, estaba desvastado, llamó al Banco y descubrió lo peor, las cuentas estaban en cero. Informó a Andrés de lo sucedido e hicieron la denuncia correspondiente, aunque no pudieron localizar al estafador. Como era casi imposible remontar el negocio, decidieron con dolor e impotencia, ir a la quiebra.
Andrés volvió a revivir la noche del accidente, sentía la misma terrible angustia, también una culpa,
que le atenazaba el corazón, sabía que no era responsable de nada, pero, no podía evitar ese
sentimiento, pues, esa noche había discutido con vehemencia con su padre, y lamentaba no haber
podido disculparse con él. Hacía unos días que su madre le reclamaba que alquilara un departa-