Andy se siente triste y abatido en esa celda, quisiera romper los barrotes que lo alejan de
la libertad, de esa autonomía que siempre buscó y pudo encontrar en su vida y en su tra-
bajo, ahora se siente como un pájaro al que le han cortado las alas.
Los guardias lo tratan con desprecio y hasta puede sentir el odio que ve en sus ojos.
Comparte la celda con Joaquín, un hombre que fue acusado de intentar matar a su
hermano, él dice que su hermano menor es adicto a las drogas, que ese día vino a su
casa y le exigió que le diera plata para comprarlas, él se negó, porque decidió que no le
hacía ningún favor al facilitarle el acceso a las drogas, pero, Fernando, su hermano, tomó
un cuchillo de la cocina y lo amenazó con matarlo, forcejearon, pero, cuando Joaquín in-
tentó quitarle el arma, su hermano salió herido. La madre de ambos, tiene un amor des-
medido por su hijo menor, cuando vio la situación llamó a la policía, estaba asustada y no
sabía que hacer para detener a sus hijos, después de escuchar la versión de Fernando
de que su hermano intentó asesinarlo, con tristeza, pero, con decisión, entregó a Joaquín
a la policía.
Joaquín es escritor, no siente rencor hacia su madre, sabe que ella lo quiere y que está
orgullosa de él, pero, su hermano es manipulador y se aprovecha del amor excesivo que
su madre tiene por él, la convenció de que Joaquín lo amenzó de muerte, y de que no
sabe por qué su hermano lo odia. En cuanto se conocieron Joaquín y Andrés, se sintie-
ron identificados, en tanto los dos fueron acusados injustamente, trabaron una relación
amistosa, tratando de ayudarse y contenerse el uno al otro, Andy sentía pena por Joaquín
ya, que mientras él recibía la visita de su hermana y de su amigo, al otro hombre nadie lo
visitaba, su padre había fallecido hacía mucho, su madre estaba furiosa con él y su her-
no se reponía de su herida, en una clínica con la dedicación y los cuidados de su mamá.
Ella sabía de su adicción, y muchas veces le daba dinero sabiendo que compraría drogas.
Joaquín muchas veces le había dicho a su madre que lo convenciera de que se interne en
una clínica para rehabilitarse, pero, ella lo justificaba diciendo que era muy joven, que él
sólo, cuando comprendiera el daño que se estaba haciendo y también a su familia, decidi-
ría ir a esa clínica, además, había sufrido mucho la pérdida de su padre cuando aún era
un niño.
Andy y Joaquín estaba conversando de temas triviales, del trabajo de ambos, Joaquín ha-
bía publicado dos libros de ciencia ficción y estaba escribiendo el tercero, lamentaba no
tener sus cuadernos, nadie vino a verlo, ni a preguntarle que necesitaba, le pidió a los
policías que le alcanzaran lápices y papel, pero, se rieron, no le hicieron caso.
Andy también extrañaba su cámara de fotos y bromeaban con que si se la traían, podría
sacar bellas fotos de la comisaría y de la celda.
_ por qué no?, dijo Andrés, todo tiene su encanto y sirve para sacar una buena foto.
_ sí, lástima que no tenemos el traje a rayas, sería más real y cómico a la vez.
Ambos disfrutaban por un instante de esos momentos en que olvidaban el dolor del encie-
rro, aunque pronto llegaban los pensamientos más oscuros y salían a la luz los demonios
ocultos y los hacían volver a la realidad.
El guardia se acercó a la celda y la abrió, los dos estaban expectantes por saber que pa-
ba.
_ Fuentes, vamos muévase su abogado vino a verlo.
Andy salió y caminó hacia donde le indicaba el policía, llegaron al cuarto donde recibían l
las visitas. Vio a ese hombre maduro, aún atractivo, su cabello era oscuro, pero, matizado
con algunas hebras de plata, sus ojos eran impenetrables, se puso tenso, pero, luego se
dijo que era un excelente abogado, con mucha experiencia y que era natural que se mos-
trara inflexible y poco emocional para defender a sus clientes con objetividad, sin involu-
crarse demasiado.
_ Hola Andrés, soy el doctor Antonio Ocampo.
_ ah¡ hola, al fin mi hermana pudo convencerlo de venir a verme.
_ la señorita Isabella es mi alumna y supongo que sabrás que es mi ayudante de cátedra,
la elegí porque es inteligente y aplicada, pero, vayamos a lo nuestro, contame tu versión
de los hechos con todos los detalles que recuerdes, es muy importante.
Andrés lo observaba, intentaba descifrar esa mirada, aunque no pudo sacar conclusiones,
debía confiar en él, Isabella había depositado toda su esperanza en su profesor y sólo le
quedaba sincerarse hasta donde su intuición se lo permitiera.
El doctor Ocampo se impacientó.
_ vamos, hombre, no tengo mucho tiempo disponible, como comprenderás mi agenda
está complicada, hablá si realmente querés que haga algo por vos.
_ sí, claro, pero, que es lo que quiere que diga, supongo que mi hermana lo habrá pues-
to al tanto de lo ocurrido.
_ no supongas nada, y contáme lo que pasó sin omitir ningún detalle.
_ de acuerdo, le contaré todo
Andrés volvió a revivir esa noche trágica e impensada y sintió deseos de ponerse a llorar
como un chico, pero, lo reprimió, volvió a mirar a su abogado, lo vio incómodo, de un
manotazo se limpió las lágrimas que pugnaban por salir.
_ yo había salido con unos amigos.
_ decíme sus nombres y adonde fueron.
_ éramos tres, Manuel mi amigo de la infancia y otros dos amigos que también son
fotógrafos, Lito y Ricardo, fuimos a tomar unos tragos y a conversar un rato.
_ te emborrachaste Andrés?
_ no!, sólo tomé un par de copas, no me gusta mucho el alcohol.
_ de acuerdo, seguí te escucho.