Isabella continuaba con su vida tratando de sobrellevar el dolor por lo que le estaba suce-
diendo a su hermano, a las ocho de la mañana, ya estaba en la universidad, iba dos ve-
ces a la semana a cursar sus materias y también ayudaba al profesor Ocampo en su cá-
del primer curso, le gustaba hacerlo, aunque deseaba recibirse y ejercer la profesión,
también le entretenía la docencia, por eso, por las noches daba clases de materias rela-
cionadas con su carrera, en un Instituto de enseñanza media ya, que mientras cursaba
materias en la facultad, al mismo tiempo había terminado un profesorado en Ciencias jurí-
dicas, lo tomaba con el mismo entusiasmo y responsabilidad que la abogacía, además co-
braba un sueldo que le permitía costear sus estudios y vivir sin necesidad de depender
de su hermano económicamente.
Aún no sabía, si el Antonio Ocampo tomaría el caso de Andy, y tampoco si iba a tener que
trabajar en su estudio, por supuesto, nunca se lo contaría a su hermano, sabía que se
enojaría con ella por sacrificarse tanto por él, no lo consentiría, y tampoco aceptaría la
ayuda del doctor Ocampo, si éste aprobaba que Isabella trabajara gratis en su estudio
para pagar su defensa.
Cuando llegó a la facultad se encontró con Darío un compañero de curso quien, le
preguntó en forma irónica y cruel.
_ así que tu hermano está disfrutando de unas vacaciones gratis? Ah, es cierto que es
un famoso fotógrafo, quizás le pidieron que saque fotos para promocionar la comisaría.
El muchacho estaba molesto porque había invitado en varias oportunidades a Isabella a
salir con él, pero, ella lo rechazó.
_ mirá imbécil, por qué mejor no te dedicás a estudiar que es lo que se hace en una uni-
versidad, y vos estás bastante atrasado con tus examenes, mi hermano va volver de sus
vacaciones muy pronto, pero, vos seguirás cursando por cuarta vez esta materia.
Darío se quedó congelado con la respuesta de Isabella y no supo que contestar, pero, al
comprender que perdió ese round con la muchacha, sin decir nada, furioso se marchó a
su clase.
Isabella, al terminar su cursada, se dirigió al aula donde dictaba clases el profesor
Ocampo, él ya se encontraba allí, la miró con gesto adusto, ella no sabía si estaba moles-
to, o, si era su expresión habitual antes de relajarse y entrar en tema.
_ buenos días profesor
_ tres minutos tarde, señorita Fuentes
_ disculpe, profesor, pero, el docente de mi curso se retrasó, y alargó su clase más de lo
previsto.
_ nunca debe poner las culpas en otras personas, asuma su propia responsabilidad y no
vuelva a llegar tarde
Isabella se sintió como cuando era pequeña y recibía un reto de su padre, al que adoraba
y nunca quería defraudar, herida en su amor propio, pero, con culpa por no haber podido
cumplir con lo que se esperaba de ella.
Cuando terminó la clase, él le pidió que fuera al restaurante que ya conocía, para almor-
zar juntos, tenía que hablarle de algo importante.
La muchacha le sonrió y se sintió más tranquila, su tono de voz era más suave, supo que
ya no estaba molesto y accedió ante su invitación.
Isabella llegó al restaurante, entró, el local estaba bastante concurrido, pero divisó la
mesa que habían ocupado la vez anterior y se sentó, pensó que el mozo la había reco-
nocido porque la saludó con una sonrisa, aunque no vino a tomarle el pedido.
Pasados diez minutos vio al profesor acercarse a la mesa, se sentó, esta vez le preguntó
que deseaba comer, ella moría por una milanesa a la napolitana con papas fritas y se lo
hizo saber, él se rio y le confesó que hacía mucho que no comía algo simple pero, al
mismo tiempo tan sabroso y que también tenía deseos de comer ese menú, al final de-
cidieron compartirlo ya que eran porciones demasiado grandes, comieron, bebieron una
copa de un buen vino tinto y conversaron de distintos temas, se rieron juntos. Cuando
terminaron de comer, Isabella se puso impaciente quería saber si ya tenía una respuesta
sobre si iba a defender a su hermano, pero no se atrevió a preguntarle, y él no parecía
dispuesto a hablar del tema.
Cuando ya era hora de retirarse, él se levantó, ella lo miró a los ojos casi suplicante, pero,
Antonio desvió la mirada y sólo le dijo adiós y se fue.
Habían pasado dos días desde el abogado había visitado a Andy, cinco interminables
días que su hermano estaba detenido, aún no había sido llevado ante el juez para dar su
declaración, Isabella estaba frustrada, el almuerzo no había sido lo que esperaba, aunque
lo había pasado muy bien en compañía del profesor, no hablaron del tema que a ella más
le importaba.
Se levantó con fastidio, y ya se estaba por retirar del lugar, cuando escuchó el timbre de
su celular, lo sacó de su bolso, miró el número, era Sofía, su mejor amiga, se conocíeron
en el secundario y coincidieron en muchos temas, con el tiempo fueron forjando una
cálida amistad, estaban muy unidas. Sofía era una chica muy dulce y femenina, estudió
para maestra jardinera, amaba a los niños, era única hija y sus padres se desvivían por
ella, la consentían y la cuidaban como si fuera una niña pequeña, ella los dejaba hacer,
pero, tenía sus ideas claras y pies bien puestos en la vida.
Estaba de novia con Matías, al que también conoció en la escuela secundaria, al princi-
eran buenos amigos, en el último curso, se pusieron de novios con la autorización de los
padres. Matías era un buen chico, trabajaba para pagar sus estudios y ayudar a su madre
viuda, quien no contaba con recursos, sólo una módica pensión, el muchacho trabajaba