Miedo al amor

Parte 3

— No puedes amarme... sino nunca me hubieras mentido... no debí confiar en tí... DÉJAME EN PAZ — Nachimi trataba de contener sus lágrimas ya que no quería que él la viera llorar.

— Entiendo... no te molestaré más — se acercó y la besó en la frente.

El rostro de Piccolo reflejaba todo el dolor que sentía en ese momento, pero no quería ir contra los deseos de la mujer, abrió una puerta para irse volando por el patio, cuando quiso elevarse sintió algo que lo tiraba de la capa.

— No te vayas — ella estaba aferrada a él con ambas manos, ya no pudo contener las lágrimas — humano, demonio, extraterrestre, ya no me importa... yo también... te amo — luego dijo lo que a nadie antes en su vida — no me dejes nunca.

Él le contó sus aventuras toda la noche, al amanecer se dio cuenta que a ella por fin la había vencido el sueño, se durmió aferrada a su brazo. La tomó del sillón donde estaban y la acomodó en la cama, se sentó a su lado y disfrutó la sensación de calma que había. Desde que conoció a Nachimi no había podido dejar de pensar en ella, por eso fue con la excusa del libro para Gohan. Al ver la reacción que tuvo por su padre decidió no decirle quien era en realidad, pero cada día se sentía peor por ocultarle su verdadera identidad, incluso las pocas veces que pudieron haber tenido relaciones sexuales, él lo evitó ya que no quería que ella se sintiera usada en ese sentido por él sí se molestaba por la mentira, al final, el día del picnic había decidido decirle todo, ya no quería seguir con mentiras. 

La vio respirar lentamente, le apartó un mechón de la frente.

— Nunca te dejaré, te amo — le susurró suavemente — ahora entiendo cómo se siente el amor verdadero, no es costumbre, no es curiosidad, ni aceptar lo que piden para no poner triste al otro... es... algo que no se puede explicar, solo se siente.

A medio día la mujer abrió los ojos, lo último que recordaba era haber estado conversando con Majunia y...

— Pensé que dormirías todo el día — el hombre le sonrió.

— Disculpa — se restregó los ojos — nunca me duermo tan tarde.

— No me llamo así, soy... Piccolo.

— Ok — mejor hago borrón y cuenta nueva con él — ¿Quieres comer algo? Perdón, me dijiste que no comes, solo tomas agua.

— Sólo pruebo un poco la comida cuando estoy con los amigos, pero no necesito eso para vivir.

— Ahora entiendo porque casi no probabas nada cuando salíamos juntos — sonrió feliz, desperezándose — por fin tengo hambre, iré a prepararme algo.

Piccolo la miró desde la puerta de la cocina, la había vigilado desde el día que lo hecho de su lado, los fines de semana ya no pasaba a tomar su jugo, a decir verdad, solo trabajaba y cuando llegaba a casa se acostaba, muchas veces sin probar nada de comida ni cambiarse de ropa, al otro día se bañaba y salía a trabajar, su aspecto había desmejorado muy rápido, el namek tuvo miedo que se enfermará, eso fue lo que lo orilló a ir a verla, si lo volvía a rechazar, haría que Bulma la ayudará, le dolió en el alma pensar que algo malo pudiera pasarle a la mujer.

El namek se alegró al verla devorar un plato de fideos y un huevo frito.

— Me sorprende lo que me contaste, nunca pensé que pasaban cosas así en el planeta. Me encantaría conocer al dios de la Tierra, debe ser un primo lejano tuyo.

— Un día lo iremos a ver ¿Qué quieres hacer ahora?

Ella se le acercó, lo besó tiernamente primero, y luego apasionadamente.

— Ámame, quiero ser tuya — le dijo sonrojada.

— ¿Estás segura?

— Sí.

Cuando estaban en la cama, desnudos, antes de hacer el amor, él volvió a preguntarle.

— ¿Segura que quieres hacerlo? No quiero obligarte a nada.

— Quiero hacerlo. Te amo.

Cómo ambos querían, se entregaron uno al otro físicamente toda la tarde, durante la semana por distintos motivos solo se comunicaron por celular, el siguiente sábado él fue a buscarla a su trabajo con su traje normal.

— Hola, he pensado sí...

— Sígueme — la llevó a un callejón, la tomó en brazos — cierra los ojos.

Sonriendo ella le hizo caso, durante mucho tiempo volaron a gran velocidad, hasta que sintió que bajaron.

— Ábrelos.

Llegaron a un lugar muy grande donde había un hombre moreno, y otro con túnica, muy parecido a Piccolo.

— Hola Srta. Nachimi, es un gusto conocerla.

Ella bajó de los brazos del guerrero, alisó su vestido y le hizo una reverencia.

— El gusto es mío, Kamisama.

— No sea tan formal señorita, dígame Dende.

— Eso haré Dende, pero no me trates de señorita.

Fue una reunión muy entretenida para todos, cuando ella iba a mostrarle una estatua que hizo Mr. Popo de él para ella, escuchó una conversación entre los namek.

— Es muy simpática, se nota que usted siente algo muy fuerte por ella.

— La amo, nunca sentí algo así por Gohan, estoy seguro que por fin pude encontrar el amor... y fue entre los humanos, quien lo pensaría.

"¡¿Gohan...?! ¿Es el nombre del joven que entrenó? ¿Entonces los dos...? — se le cayó la figura de las manos.

— Lo siento, te iba a mostrar una linda estatua de ti que me hizo Mr. Popó... que torpe soy — se excusó la mujer, a quien le tiritaban las manos.

— No se preocupes, le hares una nueva.

— Gracias, pero estoy algo cansada ¿Podría ser para la próxima vez? — su expresión era extraña.

— Nos vemos Nachimi, ha sido un gran placer conocerla.

— Para mi igual, Dende.

Se fue silenciosa, Piccolo notó el cambio enseguida.

— Gracias por llevarme al Templo Sagrado, me divertí mucho — en casa de la joven, se acomodaron en el living.

— Pero algo pasó ¿Qué fue?

— ... nunca creí que alguien pudiera conocerme tan bien en tan poco tiempo... escuche que decías algo sobre ti y Gohan, no quise espiar, quería mostrarte lo que me regaló Mr. Popó... ¿Él es el joven que entrenaste?



#9837 en Novela romántica

En el texto hay: inseguridad, celos

Editado: 14.07.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.