Ashley
Desperté pegada a Logan. Una sonrisa inconsciente se formó en mis labios. El móvil se encendió y vi que tenía cinco llamadas perdidas de Dash y veinte mensajes.
Mierda.
Mierda.
Ah, y mierda.
Me fui hacia el salón y le llamé.
—Heidi, me tenías preocupado.
—Lo siento. He estado ocupada.
—No te preocupes, amor. Solo quería saber que estabas bien.
—Todo bien. Tengo que dejarte, me reclaman.
—Adiós, Heidi.
Justo cuando colgué, un mensaje de un desconocido hizo que mi móvil vibrase.
A las cinco en la universidad
Otra vez no por favor. Resoplé y me fui a despertar a Logan.
—No te pires, ven aquí—no me dio tiempo a protestar porque me estiró del brazo y estrechó sus brazos en mi cuerpo.
—Tengo que irme…
—No.
Como llegase tarde iban a matarme. No quise decirle nada porque no quería que volviera a aparecer en plan salvador del mundo y arriesgarse la vida por alguien quien no merece la pena.
—¿Estás bien?
—Bueno, estoy mejor que anoche. ¿Y tu herida?
—Si me la curaste tú, seguramente estará bien.
—No seas ñoño.
—¿Ñoño yo? Me ofendes, fiera.
Reí e intenté levantarme, pero no pude.
—Logan es tardísimo. Tengo que ir a mi casa.
—Déjame llevarte—me dejó salir de la cama y se vistió.
—¿Me dejes conducir la moto?—pregunté con ojitos.
—Si tanto insistes…
Aplaudí para mí misma y me fui afuera dando saltitos de felicidad. Cuando llegamos a mi casa, Logan me dio un beso en la frente antes de irse.
—Esta batalla la he ganado yo, fiera—me gritó.
—Todavía no ha acabado la guerra—le saqué el dedo antes de entrar en mi portal.
Vi la última sonrisa de Logan antes de desaparecer.
***
Me planté en la puerta principal de mi antigua universidad y esperé ahí hasta que alguien se dignó a venir.
Pasaron estudiantes, madres con sus hijos pequeños, abuelos dando paseos mientras daban de comer a las palomas… Hasta que lo vi. Vi a una persona encapuchada que se dirigía hacia mí.
No me moví ni un solo momento, solo le sostuve la mirada hasta que llegó.
—Buenas tardes, Eryx—se rio por lo bajo.
—¿Qué quieren de mí ahora? Sé que me he escapado, pero no tenía otra opción.
—¿Opción de qué? Sabías que tus amigos estaban ahí para apoyarte y no dar la espalda.
Su voz me sonaba mucho, es más, yo conocía a esa persona.
—Quítate la capucha.
—¿Y si no qué? ¿Me la quitarás tú?
La gente así me sacaba de quicio, enserio. ¿Cómo alguien puede ser tan idiota? Me indigno.
—Quítatela.
—No.
—Sí.
—No.
—¡Dime quién eres!
Se acercó hacia mí y se sentó en las escaleras en las que yo estaba sentada. O sea, a mi lado.
—No estás preparada para saber la verdad—dijo con frialdad.
—Yo siempre estoy preparada para todo.
—Mientes. Tú nunca estás preparada para nada, solo te adaptas a lo que te ha pasado y luchas. Eso te hace valiente, ¿sabes? Eres una persona muy valiente sin miedo a nada que lucha contra los obstáculos que te ponen en tu camino. Si hay algo en tu camino, lo apartas, si un muro no te deja pasar, lo tiras. Y eso es de valientes, Ashley Diamond.
El flequillo de su pelo se escapó de la capucha de la sudadera negra que traía puesta.
—Me duele que no te acuerdes de mí, amor mío. Qué lástima que tenga que matarte, ¿no?
—A lo mejor la lástima te la meto por el culo—entré en un estado de furia.
¿Quién se creía que era?
—Eres insuperable, Ashley. Nadie es suficiente para estar a tu altura.
—¿Y estos halagos tan repentinos? Me siento famosa.
—Porque lo eres. Te recuerdo que eres la delincuente más buscada de este país. Que pena que ya hayan dejado de buscarte.
—Primero, me dieron por muerta, y segundo, nadie me encontrará jamás.
Este tío era tonto. No se lo hacía, lo era. Y mira que me han amenazado estúpidos e idiotas que pasaban por la vida de paso (Que puede ser que yo los haya descuartizado. Pero eso no importa.)
—Dime quién eres.
—Vamos, seguro que me recuerdas.
Me quedé pensando durante un buen rato. No sabía quién era.
—Ese novio tuyo… ¿Cómo se llamaba?
—¿Qué sabes sobre Dash? Oye si no te importa él no tiene nada que ver en esto, ¿vale? Solo déjalo vivir su vida. No le merezco para nada.
—Eso seguro que no lo piensa.
—¿Tú crees?
—Lo creo.
Me puse melancólica por Dash. La última vez que le vi fue en Navidad en casa de su hermana que me llamó puta. A parte, tampoco me apetecía verlo mucho después de…
—Solo… no le metas en esto, señor desconocido.
El señor desconocido se rio en mi cara. ¿Qué era tan gracioso?
—Llamar “Señor desconocido” a alguien quien conoces es un poco de chiste, ¿no te parece?
¿Y yo qué sabía? ¿Se supone que tengo que saber quién carajos es ese tío? No soy una adivina.
—¿Tengo cara de saber quién eres? ¿Por qué te crees que estoy preguntando?
Es muy estúpido, enserio.
—¿Quieres saber quién soy y por qué estoy aquí?
—Sería lo más sensato por tu parte—dije sincera.
—Pero, no estás preparada para la verdad.
—¡No me jodas, anda!
—Bien, al lío.
Se bajó la capucha lentamente, como si no quisiera desvelar su rostro. El pelo rubio se escapó de la capucha y esos ojos castaños me sonaban bastante.
Me quedé petrificada cuando vi la cara de…
—¿Qué pasa, Heidi? ¿Es que ya no me quieres?—me dedicó una sonrisa siniestra que me hizo estremecer.
—Dash… ¿Cómo?
—Ay, mi Heidi. ¿Cómo has podido ser tan estúpida y creerte que yo te quería de verdad? ¿Enserio te pensabas que iba a enamorarme de ti?