Toda esta situación se estaba saliendo de control. No podía dejar que Aaron continuase ejerciendo ese poder sobre mí, sabía muy bien que en parte era mi culpa ya que no le había puesto limites en ningún momento y que por tanto él debía de haber captado algún tipo de interés de mi parte. Pero él estaba equivocado. No tenía ningún tipo de interés en Aaron, aunque muchas veces lo olvide él sigue siendo el mejor amigo de Alex, y yo no necesitaba ningún tipo de contacto con nadie de su círculo de amigos cercano.
¿Realmente ese es el motivo por el cual no quieres acercarte a Aaron?, me preguntaba mi subconsciente. ¡Por supuesto! ese era uno de los principales motivos, dejando a un lado el hecho de que tampoco tengo ningún interés en él. Fruncí el ceño. ¿Qué podía tener de especial? Solo era el protagonista de mi infierno personal.
Empuje el carrito de los libros por el viejo suelo, de madera, de la biblioteca. Las ruedas están tan gastadas que en ocasiones chirrían, ganándome las miradas de la multitud que abundaba en la biblioteca. ¿Qué miráis?, me gustaría decirles. Al fin y al cabo no era mi culpa.
Localice a Aaron, sentado en una de las oscuras mesas del fondo, se encontraba enfrascado totalmente en la lectura de un libro y no se daba cuenta de que lo estoy observando desde mi posición. Mientras lo observaba, me percate de la firme línea de su mandíbula y como mantenía los labios fruncidos, totalmente concentrado en lo que fuese que estaba leyendo. Su pecho se movía a un ritmo suave acompasado con cada bocanada de aire que tomaba. Me mordí instintivamente el labio inferior, mientras veía como se llevaba su brazo derecho al cuello y parece masajearlo, suavemente, por zonas como si el hecho de permanecer tanto tiempo en esa misma postura le produjera un leve dolor muscular. Es entonces cuando como si él mismo supiese que lo había estado mirando, levantó la vista en mi dirección, produciendo un choque de miradas conmigo. Sentí la conexión al instante, y como si el mismo supiese lo que estaba pensando, me dedicó una leve sonrisa que parecía decir: te he pillado.
Volví la cabeza, nerviosa, hacia las estanterías que tenía a mi lado y me dedique a continuar con mi tarea de colocar los libros en sus respectivos lugares. Uno de ellos con la tapa azul y un poco gastada, resbaló de mis manos chocando contra el suelo. Me agaché lo más rápido posible y me di cuenta como al mismo tiempo una mano se me adelanta cogiéndolo en mi lugar. Parpadeé sorprendida, mientras daba por hecho quien seria. ¿Cómo había llegado Aaron aquí tan rápido?
-Ya estabas tardando en … - comencé a decir, pero me quedé callada al instante.
La persona que tenía delante no era Aaron, por el contrario era alguien al que no reconocía. Un chico con cabello oscuro y un poco rizado y tez clara. Llevaba un pequeño pendiente en su ceja derecha. ¡Madre mía eso debió de doler!, pensé. Para ser sincera era bastante atractivo, me fije en que llevaba una sudadera con un letrero de la universidad de Berkeley. Vaya, al parecer íbamos a la misma universidad. No me sonaba para nada, aunque era cierto que la universidad era enorme y tenía muchísimos departamentos diferentes. Pero estaba claro que una persona como él realmente destacaría entre la multitud.
-Lo siento, me he confundido – me atreví a decir -.
-Tranquila – me devolvió el libro y se llevó las manos a los bolsillos del pantalón -.
-Bueno, tengo que seguir – le dedique una tierna sonrisa antes de girarme para seguir colocando los libros en los estantes -.
Miré de reojo hacia mi derecha, comprobando que él chico no se había movido de su lugar y seguía en el mismo sitió mirándome atentamente. Me aclaré un poco la garganta y me vuelvo de nuevo hacia él.
-¿Necesitas algo? – pregunté y observé como parece un poco nervioso -.
-Lo cierto es que si – comenzó a decir - A ti, ¿Me das tu número de teléfono?
No era exactamente la clase de pregunta que estaba esperando. Ahora entendía de donde venia tanto nerviosismo. Respiré hondo e intente que mi voz sonase lo más amable posible.
-No suelo decirles mi número a desconocidos, espero que lo comprendas – contesté con una sonrisa amable -.
-Te entiendo, pero si comenzamos a hablar dejaría de ser un desconocido – dijo, agarrándome el brazo -.
Su respuesta no tiene ni pies ni cabeza. Puse los ojos en blanco, y me solté de su agarre.
-No insistas – respondí mientras me giraba para empujar el carrito a lo largo del pasillo -.
El chico se me adelantó y se colocó justo en medio de mi camino, agarrando el carrito con una mano. Vale, no quería cabrearme pero su actitud no ayudaba mucho. ¿Tanto le costaba pillar una indirecta a este tío? Parece que me había tocado el pesado de turno.
-Me gustas mucho, te he visto un par de veces por aquí y hoy me he armado de valor para hablarte – sonaba bastante sincero, pero parecía no entender que no tenía interés en él -.
Solté un suspiro.
-Veras no estoy interesada ¿vale? - murmuré -.
-Dame una buena razón – Mira que era insistente -.
Se me pasó por la cabeza lo único que podría servir en estos momentos. Un poco típico, Sí, pero era lo más rápido. Me aclaré la garganta, mientras cruzaba los brazos sobre mi pecho.