A la mañana siguiente, sentí como me pesaba todo el cuerpo parecía que realmente no había descansado bien. Y lo cierto fue que no pude pegar ojo, extrañaba un poco mi colchón al que ya me había acostumbrado y por otra parte la escena final con Aaron antes de dormir no me había ayudado mucho a conciliar el sueño. Me estire en la cama comprobando como mis músculos iban respondiendo poco a poco. Me incorporé contra el cabecero de la cama, y comencé a pensar en todo lo que había ocurrido hasta ahora.
La verdad era que debía de reconocer que sí pasaba algo entre Aaron y yo, algo muy alejado del sentimiento de amistad que deberíamos tener ambos. Todos nuestros encuentros desde que me mude a Berkeley, me habían dejado una sensación extraña en el cuerpo, y cuando digo extraña me refería a una necesidad a enorme escala de besarlo contra cualquier superficie visible que estuviese a nuestra alcance. El primer paso era la negación el cual ya había superado, el siguiente era la recaída y tenía que decir que ese paso lo había cumplido más de una vez, y el tercer paso y último era la aceptación. Bien, en el parecía que me encontraba allí mismo.
Claro que me pasaba algo con Aaron, pero quería creer que no me gusta ni tenía sentimientos sobre él. Simplemente me atraía, ¿Quíen no reconocería que físicamente está bastante bien? bueno está mucho más que eso. Recuerde vagamente el momento en el que ese estúpido chico abrió su puerta y me recibió vistiendo solo esos sencillos pantalones grises. Mierda. Esta demasiado bueno.
Resoplé. Me encantaría largarme de allí, buscar otro apartamento y cambiar de clases lo que fuese necesario para no tener que encontrarme nunca más con él, y de ese modo toda mi vida volvería a la normalidad. Y por fin volvería a tomar las riendas de la situación. Me gustaba tener mi vida controlada, y el hecho de estar cerca de Aaron no me lo ponía nada fácil.
Pero....¿A quien engañaba?, Seguramente él y yo, nos encontraríamos en algún lugar, siempre nos encontrábamos, de alguna forma siempre acabábamos juntos, no importaba donde me escondiese, no importaba cuánto tiempo intentase alejarlo de mí. No importaba. Él siempre me encontraba. Como si realmente estuviésemos unidos por un fino hilo invisible.
Tras unos leves toques en la puerta, Aaron apareció. Sonreí involuntariamente al verlo llevar una pequeña bandeja consigo. ¿Me había preparado el desayuno? ¿Era zumo de naranja eso que veía? Me moría de hambre.
-Servicio de habitaciones – informó mientras se acercó a mi – traigo este pequeño desayuno por cortesía del señor de la casa.
-Que detalle, y a que se debe esta pequeña ofrenda de paz – sonreí -.
Dejo la pequeña bandeja sobre la cama, a mi lado. Y comprobé que me había preparado unas pequeñas tostadas acompañadas de mantequilla y mermelada de melocotón, un bol con fruta cortada, un vaso con zumo de naranja y otro de agua. Realmente tenía mucha hambre y mi estomago emitió un pequeño sonido como respuesta.
-Eres un huésped especial – miró alrededor de la habitación como si buscara algo -.
-¿Se puede saber que miras? - enarqué las cejas -.
-Me estoy asegurando de que no has destrozado nada – murmuró él - o peor hayas rebuscado en mi cajón de la ropa interior.
Cogí una de las tostadas y le unté un poco de mermelada.
-Créeme no necesito ver tu ropa interior de Spiderman – puse los ojos en blanco mientras me llevaba a la boca la tostada -.
-Sabía que habías mirado, ¿querías llevártelo de recuerdo verdad?– murmuró en voz baja -.
Casi me atragante con la tostada, y bebí un poco de agua.
-¡Realmente es cierto que los tienes! – le respondí -.
-Por supuesto que sí, son edición limitada que creías – dijo fingiendo seriedad -.
-Enséñamelos – demande -.
-Eres una pervertida, ¿Qué quieres vender mi ropa interior en EBay? – se burló -.
Mordisquee un poco más mi tostada.
-No creo que fuese muy rentable – hice una pausa – pero sí, los guardaría como recuerdo.
-No tenía ni idea de que tuvieses esa clase de pasatiempos extraños de coleccionar ropa interior – sacudió la cabeza, mirándome sonriendo -.
-Eres un idiota – pinche con el tenedor una de las fresas que estaban en el bol, estaban buenísimas.
-Oye – dijo Aaron, levante la cabeza para mirarlo - ¿Qué tienes aquí?
-¿Dónde? - musité -.
Y en ese momento me dio un pequeño beso en los labios, fue tan leve, y sí no hubiese estado despierta pensaría que fue un sueño. Se aparto despacio de mí y pasó la lengua por su labio superior. Me dedico una tierna sonrisa.
-Buenos días, Elena – susurro -.
Sentí como comenzaba a ruborizarme y solo pude agachar la cabeza y mirar la pequeña bandeja de comida.
-Alice me acaba de poner otro mensaje – dijo antes de salir de la habitación – Pronto llegara Abby con tus cosas.
-Mmm bien – fue lo único que conseguí decir -.
Cerró la puerta de la habitación y me volví a quedar sumida en mis pensamientos.