El lunes por la noche no pude pegar ojo, y como consecuencia el martes por la mañana amanecí con unas enormes ojeras purpuras. Creí que ni tan solo el maquillaje podría camuflar eso. Me miré al espejo y fruncí el ceño, tenía que ser hoy el día en el cual mi cara estuviese tan horrible. Suspire. Bueno que menos que intentar mejorar algo con un poco de maquillaje, aunque no sirviese de mucho. Cepillé mi pelo y lo recogí en una sencilla trenza, de ese modo a la hora en la que había quedado con Aaron podría soltármelo y estaría un poco ondulado y presentable.
Saqué el antiojeras de mi estuche de maquillaje y me lo apliqué. Me puse un poco de base, pero no demasiada. Un poco de rímel, y lista. Me fije en que mis labios estaban un poco quemados, cosa que me pasaba constantemente. Por lo tanto, me apliqué un poco de cacao con sabor a fresa.
Me dirigí a la cómoda de mi habitación donde escogí un conjunto de ropa interior azul claro y con un pequeño lacito en el centro del sujetador. Decidí que iba a ponerme mis vaqueros más ajustados, y a la vez los más cómodos. Y una blusa blanca que dejaba ver mis hombros. Me anude mis deportivas. Y me di un pequeño vistazo en el espejo. No estaba mal. Total, siempre podría cambiarme de ropa después si no me convencía.
Apilé todos mis libros y descolgué mi bolso del perchero, miré su interior para cerciorarme de que lo llevaba todo conmigo. Y salí del apartamento.
Llegué con suficiente tiempo al campus, por lo tanto, decidí pasarme por la cafetería. Pedí un café con leche para Eric y un zumo de naranja para mí. Me dirigí al patio central, donde solía quedar con él antes de comenzar nuestra primera clase. Era algo que habíamos cogido por costumbre.
-Eric – Lo llamé cuando lo vi aparecer a lo lejos -.
Él me dedico una amplia sonrisa.
-¿Has esperado mucho? – preguntó cuando estuve lo suficientemente cerca de él -.
-Tranquilo, acabo de llegar – contestó -.
Le entregue su café, y me lo agradeció.
-Parece que hoy es uno de los días más calurosos – dije, mientras me abanicaba con la mano que tenía libre -.
-En días como estos envidio muchísimo a Abby y Cody – opinó – ojalá yo también tuviese una piscina.
-No me lo recuerdes, anoche casi me muero de calor – suspiré – creo que se ha estropeado mi aire acondicionado o puede ser que he tocado el botón que no era.
Estuvimos hablando de uno de los trabajos que teníamos que hacer mientras caminábamos en dirección a la clase, y decidimos ir juntos a la biblioteca esa semana para buscar información. Nos sentamos en nuestro sitio de siempre. Y esperamos pacientemente a que la clase comenzara a llenarse de gente. Al cabo de un rato la profesora apareció. Propuso realizar un pequeño debate sobre los beneficios del liberalismo. Lo cierto es que no entendía mucho sobre ese tema, por lo tanto, intenté permanecer callada todo lo que pude y no hacerme notar.
Cuando quisimos darnos cuenta, la clase terminó. Eric y yo charlábamos emocionados sobre el fin de semana en casa de Abby y Cody, y las ganas que teníamos de darnos un chapuzón en su piscina. Cuando me pareció ver a Aaron con uno de sus amigos sentados en un banco. Me alegre al instante, pero no sabía si debía saludarlo o no. Por lo tanto, decidí que lo mejor sería hacer como que no lo había visto. Pasé a su lado decidida.
-Eh, vosotros – silbó la voz de Aaron a nuestra espalda -.
-Elena, creo que es a nosotros – advirtió Eric, tocándome el brazo -.
-Seguro que has oído mal – dije sonando lo más tranquila posible -.
Y en ese momento alguien nos abrazó por detrás. Miré al sujeto que tenía puesta un brazo sobre mí y otro sobre Eric.
-¿No saludáis a un viejo amigo? – se burló Aaron mientras nos estrechaba contra él -.
-No te hemos visto – mentí mordiéndome la lengua -.
-Es extraño que digas eso, ya que suelo destacar bastante – contestó él decidido -.
Resoplé con fastidio. No podía dejar de ser un creído ni un segundo.
-Tenemos cosas que hacer – informe mientras sacudía su brazo de mi hombro -.
-¿Dónde se puede saber que va la extraña pareja? – preguntó con sarcasmo - .
Se pasó una mano por el pelo, y vi como los rayos de sol reflejaban pequeñas motitas doradas en su castaño cabello. Llevaba una camiseta oscura y esos vaqueros rasgados que le acentuaban tanto la cintura. Todo eso acompañado de su sonrisa peligrosa. Mierda, estaba muy bueno.
-Vamos a la biblioteca por un par de libros – Eric sacó su móvil y miró la hora – Y es mejor que nos vayamos.
-Empollones – resopló Aaron -.
-Tú de todas formas haz lo de siempre, únete a algún ritual satánico o molesta a alguna que otra estudiante – lo mire a los ojos -.
Entrecerró los ojos un poco y se inclinó sobre mí.
-Me encanta que te sigas haciendo la dura – susurró en mi odio, lo suficientemente bajo par que solamente yo lo oyese – por cierto, estas preciosa.
Me aparté y agarré la mano de Eric.
-Vamos – dije -.