Las sensaciones que me embargaban cuando estaba cerca de Aaron, eran algo que nunca había experimentado en mi vida. Durante un tiempo creí que nunca iba a volver a sentirme ilusionada con nadie. Siempre pensé que estaría condenada a pensar en Alex cada día. Pero me equivocaba. Y eso me producía una enorme satisfacción.
Alex me había dejado rota y desdichada. Cada vez que oía su nombre sentía como me rompía por dentro poco a poco, y era una sensación horrible. Pero peor era fingir que todo estaba bien, y que no me sentía como si me hubiesen arrebatado la ilusión. Había perdido las ganas de todo, nada me entusiasmaba realmente. Los días se convirtieron en monótonos. Como si mi cuerpo estuviese programado para realizar cualquier movimiento que me hiciese seguir respirando, pero mi mente. Eso era otra cosa. Y es que cuando alguien se va siempre te deja un poco vacía y esa sensación puede durar años en curarse. Sobre todo, si a eso le sumas mis pensamientos masoquistas, que solo hacían recordar cada uno de los momentos que había vivido con Alex. Era mi rutina.
Siempre he pensado que nos aferramos al dolor porque es todo lo que nos queda, y en cierta manera los recuerdos te aseguran de que todo fue real. Que durante un tiempo esos momentos valieron algo.
Recuerdo que fingía estar bien, lo intentaba con todas mis fuerzas. Alice, fue una gran ayuda en ese tiempo. Ella y su perseverancia me instaban a enfrentar al mundo real. Intente cambiar el chip. Me puse una máscara falsa que daba a entender que todo estaba bien, pero no lo estaba. Daría entender que yo era feliz, pero no lo era. Había decidido que, aunque yo me sintiera desdichada no iba a dejar que otras personas se sintieran igual al verme pasarlo mal. Y mucho menos por un imbécil. Llevaría mi dolor por dentro.
Y entonces sucedió, cambié o al menos lo intente. Salí cada fin de semana, creo que no me perdí ninguna fiesta que se organizara en mi ciudad. De ese modo mantenía la mente ocupada en algo que no fuese pensar en Alex. Bebía, bailaba y me lo pasaba genial con mis amigos. Reconozco que tener un poco la mente anestesiada por el alcohol era un gran beneficio. Aunque cuando llegaba a casa la oscuridad me consumía, y mis demonios internos decidían salir a pasear por mi mente.
Pero funcionó. No digo que fuese algo de dos o tres días. Pero poco a poco el rastro que Alex había dejado en mí, iba desapareciendo. Cada persona se reconstruye a su manera supongo.
Debo reconocer que ahora podía decir el nombre de Alex con más facilidad sin que me doliese el pecho o me quemase en la garganta. En el proceso de recuperación lo llamaba “el que no debe ser nombrado”, y Alice para no variar decidió que el nombre de Voldemort iba mucho más con él. Reconozco que adoraba la saga de Harry Potter, e incluso el Voldemort original de los libros me parecía tierno si se comparaba con Alex.
Tenía tanto odio acumulado en mi interior, que pensaba que cada chico que se me acercara iba a comportarse del mismo modo que Alex hizo conmigo. Me usaría para después tirarme y pisotearme. Quizás por eso no me atreví a conocer a nadie más. Aunque era cierto que me las había apañado bien estando soltera. Hasta ahora.
Suspiré distraída mirando los escaparates del centro comercial de Berkeley. Alice me había mandado un mensaje esa mañana, para que fuésemos de compras. Ella estaba entusiasmada por renovar su armario, pero principalmente habíamos venido para elegir un biquini que llevar en la fiesta del sábado.
Me distraje observando los maniquís de una tienda de deporte. ¿Quién demonios hacia ese tipo de posturas? Uno de los maniquíes se encontraba con el cuerpo elevado y soportando todo su cuerpo por una sola mano. Los escaparatistas deberían tener un poco de más sentido común.
-¿Estás seguro de que me quedaba bien? ¡promételo! – una chica rubia con el pelo corto, salía de la tienda de deporte abrazada al que supongo seria su novio -.
Permanecían abrazados mientras caminaban juntos. Él la miraba con devoción.
-Eres la más hermosa del mundo entero cariño – la abrazaba él – todo te queda bien.
Puse los ojos en blanco. Arcadas eran lo que me producían esas imágenes tan moñas. ¿Qué necesidad tenían algunas chicas de que todo el tiempo le estuviesen prestando atención y alabando de ese modo?. Me imaginaba que pasaría si esa extraña pareja fuésemos Aaron y yo. Conociéndolo hubiese dicho algún disparate, como por ejemplo que vestida con un disfraz de oruga estaría mucho mejor. Y estaba segura de que yo me hubiese acabado riendo a carcajadas. Ese era el encanto de Aaron.
Esbocé una pequeña sonrisa. Creí que jamás hubiese pensado que Aaron y yo estaríamos en algún tipo de relación, si se le puede llamar así. Aunque técnicamente no estábamos saliendo, ya que ninguno de los dos habíamos hablado de eso. Nos atraíamos, era obvio que a mi me gustaba y suponía que yo a él también. Pero, aun así, era algo que nunca se me hubiese pasado por la cabeza. Era cierto que algunas veces lo mataría, y al mismo tiempo muchas otras quería comérmelo a besos. Siempre estábamos en ese tira y afloja, adictivo.
Sé que teníamos una conversación pendiente, quería preguntarle muchísimas cosas. Pero no me atrevía, y por si fuese poco cuando estaba con él siempre terminaba con la cabeza en otra parte. Comenzaba a creer que nunca lo había llegado a odiar verdaderamente, simplemente intente alejar de mi cada cosa que me recordara mi pasado desastroso con Alex. Y desde mi punto de vista Aaron era una pieza fundamental en todo esto.