Cuando los diferentes invitados iban desocupando el jardín para volver a sus casas, decidimos que lo mejor sería recoger un poco. De esa manera mañana no tendríamos tanto que limpiar. Eric y Abby se dedicaron a recoger la mayor parte de vasos de plástico que encontraban esparcidos por el suelo del jardín. Aaron ayudó a Cody a recoger toda la comida que seguía expuesta sobre la superficie de una mesa, junto a la barbacoa. Alice y yo decidimos encargarnos de limpiar un poco la zona donde estaban distribuidos los sillones. Después de que lo dejásemos todo un poco decente. Nosotras subimos a la parte de arriba para darnos un baño. Recogimos nuestras mochilas del pequeño armario donde la habíamos depositadas al llegar. Y seguimos a Abby.
-Me he divertido muchísimo – dijo Abby mientras subíamos por la escalera de caracol -.
-Estoy deseando repetir el día – confesó Alice -.
Estaba de acuerdo con ellas, el día había sido una pasada.
-Uno de mis momentos favoritos fue cuando Eric se zambulló en la piscina después de perder a las cartas – sonreí al recordarlo -.
-No pensé que lo fuese a hacer – asintió Abby -.
Era la primera vez que subía a la parte de arriba de esa casa. Un pasillo enorme de paredes blancas, te recibía una vez terminabas de subir las escaleras. A cada lado podías encontrar puertas para acceder a las distintas habitaciones. Pequeños cuadros con fotos en blanco y negro, reflejaban en imágenes cronológicas distintas vacaciones familiares. En una de ellas podría jurar que salía Abby de pequeña comiéndose un helado, sentada en la orilla de la playa.
-¿Eres tú? – le pregunté señalando la foto -.
Abby se giró y miro la foto.
-Así es – sonrió divertida recordando el momento – Lo que nadie me aviso es que momentos después una ola me mojaría por completo y mi helado caería al suelo.
-Seguramente eso fue horrible – bromeó Alice -.
-No volví a comer helado en esas vacaciones – asintió ella sonriendo -.
Seguimos andando por el pasillo, y nos paramos frente a una puerta. Que tenía una enorme letra A turquesa y con pequeñas perlas colgada sobre ella.
-Esta es mi habitación – explicó – Podéis elegir la que queráis, todas tienen baño privado incorporado y por supuesto todos lo necesario para el aseo personal.
-¿Estas segura de que seguimos en tu casa y no en un hotel? - bromeé, ella sonrió -.
-Abby, quería pedirte que me dejases un pijama – Alice se llevó una mano a la frente – sinceramente cuando hice la maleta no caí en que iba a necesitar ninguno.
¿Pijama? Mierda. Comencé a hacer memoria rápidamente en las cosas que metí en el interior de mi mochila. Ropa interior, sí. Ropa limpia para mañana, también. Cargador para el móvil, por supuesto. ¿Pero y el pijama? No podía creer que ni algo tan básico había traído.
Si se supone que Aaron iba a dormir en la misma habitación que yo, no podía aparecer en ropa interior. Sería como si me estuviese ofreciendo en bandeja de plata. Y por si fuera poco hace un rato Alice y él se estaban burlando de mi por ese mismo tema. Me pellizqué el puente de la nariz y suspiré.
-¿Te pasa algo, Elena? – preguntó Abby mirándome - ¿te duele la cabeza? Creo que tengo un botiquín.
Alice se giró hacia mí con ojos interrogantes.
-Creo que yo necesito un pijama también – murmuré -.
-No te preocupes, tengo de sobra – Abby abrió la puerta de su habitación y nos hizo pasar -.
La habitación de Abby era preciosa. No era muy ostentosa. Estaba segura de que ella misma la había personalizado. Sobre un suelo enmoquetado de color crema. Lo que más llamaba la atención de la habitación era la enorme cama de dosel que se encontraba en la zona central. Las paredes de un azul cielo, daban a la habitación un toque acogedor y luminoso. Un par de sofás con cojines de colores se encontraba a la derecha de la puerta de entrada. Frente a unos enormes ventanales estaba una enorme mesa con diferentes telas de colores sobre su superficie. A su lado una pequeña estantería con utensilios para coser y distintas aplicaciones para embellecer una prenda de ropa. Abby nos guio a través de una puerta. Y al abrirla creo que Alice dejo escapar todo el aire de sus pulmones.
-En ese armario están todos los pijamas – Abby señaló uno de los percheros de su enorme vestidor -.
El vestidor era increíble, siempre había soñado con algo así. Toda su ropa estaba distribuida en colores y secciones. La deportiva, la de gala, la de verano, abrigos de invierno.... Y sin mencionar todos los zapatos organizados de la misma manera. Junto a una estantería de bolsos.
-Esto sí que es el cielo – opinó Alice -.
-Me encantan los vestidores – contestó Abby -.
-A mí me encanta todo – respondí mientras pasé la mano por las diferentes prendas -.
-Siempre que queráis podéis pedirme cualquier tipo de ropa – se encogió de hombros Abby -.
Alice se lanzó sobre ella y le dio un gran abrazo -.
-Te adoro muchísimo – dijo Alice, abrazándola con más fuerza -.