Mientras dure

Capítulo 32

El sonido del despertador inundó mis oídos. Alcé la mano hasta la mesita de noche para encontrar el culpable de aquel horrible sonido. Apagué la alarma y volví a cerrar los ojos. Estaba muy cansada, y mi cuerpo lo notaba. El día de la fiesta no habíamos dormido nada, y como consecuencia al llegar a casa el día anterior, me pase todo día tumbada en la cama.

Solo había dormido unas dos horas en casa de Abby. Ya que Alice no podía llegar tarde a su trabajo como recepcionista en un Gimnasio; le tocaba el turno de tarde, pero su jefe la llamó pidiéndole si podía pasarse ya que su compañera había tenido un percance e iba a llegar tarde. Alice me acercó a casa antes de dirigirse a su trabajo. Antes de salir de casa de Abby, me había dicho Eric que no le importaba llevarme a casa más tarde ya que él se iba a quedar un poco más. Pero rechace la idea. Sabía que iba a descansar mejor en mi propia cama. Eso sí, le pedí que si podía llevase a Aaron a casa, estaba tan agotado que no quise despertarlo.

Al final habíamos dormido todos juntos en el salón. Los chicos trajeron los colchones de las camas del piso de arriba, y los acomodaron para que pudiésemos dormir todos juntos en plan campamento de verano. Aaron estaba un poco enfurruñado cuando Abby dijo que nosotras tres íbamos a dormir juntas a un lado y ellos al otro. Al despertar pude comprobar que esa había sido la mejor decisión que pudimos tomar. Las posturas imposibles de los chicos nos lo confirmaron. Aaron estaba dormido boca arriba, con un brazo apoyado sobre su rostro. Pero había cambiado su posición inicial, y estaba un poco tumbado de forma diagonal. Uno de sus pies descansaba sobre Eric que estaba plácidamente dormido boca abajo. En cambio, Cody se había adaptado perfectamente a la posición que había tomado Aaron, y estaba durmiendo con un brazo y una pierna sobre él. Parecía realmente un Koala. No había podido evitarlo, así que intentando no hacer mucho ruido, les hice un par de fotos.

Me incorporé en la cama, y tras estirarme un poco decidí que lo mejor sería levantarme de una vez por todas.

Abrí el armario y agudicé la mirada. Realmente no tenía ganas de vestirme. Quería quedarme todo el día sin hacer nada tumbada en la cama como el día anterior, y por supuesto quería seguir durmiendo. Di un pequeño bostezo, y sacudí la cabeza. No podía faltar a clase. Sobre todo, el día de hoy, el cual tenía una pequeña presentación sobre un trabajo de los principales Reinos Faraónicos.

Decidí ponerme unos pantalones vaqueros cortos, y los acompañé con una blusa de color lavanda. Era un poco más corta por la parte delantera y por la parte trasera era más larga; Me la había comprado porque me gustó el corte que tenía, me pareció original. Cepillé mi pelo intentando controlar la maraña en la que se había convertido. Y tras conseguir adecentarlo un poco busqué mi estuche de maquillaje. Tenía la piel un poco sensible por los rayos de sol que había recibido el fin de semana, así que decidí simplemente ponerme un poco de rímel en las pestañas. Mis labios estaban también un poco agrietados así que me aplique mi cacao de frambuesa. De ese modo, al menos los llevaría hidratados y con un poco de brillo.

Me prepare mi bol de cereales mientras miraba un punto fijo en la cocina. Después de recogerlo todo, miré la hora en mi pequeño reloj de muñeca. Tenía tiempo suficiente para llegar a la universidad. Hoy había adelantado un poco la alarma, ya que tendría que coger el autobús para ir a clase. No quería llamar a Eric para que me recogiese, ya que me parecía demasiado abusar de él. Sobre todo, después de que se había ofrecido a llevarme al taller para recoger mi coche, después de clase.

Cogí mi bolso del perchero y metí mi teléfono móvil en el bolsillo trasero de mi pantalón. Salí de casa y baje las escaleras. Una vez que me encontraba en el portal, saqué mi teléfono móvil y mire la ubicación de la parada de autobús más cercana. Estaba a unos 15 minutos andando. Tenía tiempo de sobra.

Busqué los auriculares en el interior de mi bolso, era un misterio como, aunque me esforzara mil veces en guardarlos bien, ellos mismos encontraban la forma de enrollarse. Los conecté al teléfono mientras accedía a mi play list favorita. Y me encaminé hacia la parada. No había conseguido llegar ni siquiera al final de la calle cuando sentí que alguien me observaba. Me detuve y miré a mi alrededor, no había nadie. Lo único que había era un todoterreno oscuro con cristales tintados, pero no le vi nada extraño. Me encogí de hombros y seguí mi camino. Debían ser imaginaciones mías. Pero entonces volví a tener la misma sensación. Miré de reojo hacia la carretera y vi como el todoterreno se acompasaba a mi paso. Fruncí el ceño y seguí andando. Y el coche seguía a mi lado. Llegue a un cruce y giré a la derecha. Volví a mirar de reojo y allí estaba el todoterreno. Me paré en seco y puse los brazos en jarras volviéndome hacia el todoterreno. ¿El conductor era idiota? ¿Estaba jugando a algún tipo de juego mañanero extraño suyo?

Le hice una señal con la mano para ver qué era lo que quería. Pero nada, ninguna reacción. ¿Qué esperaba que le golpease el cristal o algo? Saqué el dedo corazón. Y me giré para seguir caminando. Y allí estaba de nuevo. Otra vez había puesto el motor en marcha y me seguía. Estaba empezando a enfadarme. Y bastante.

-¡Pero bueno! – dije exasperada -.

Me detuve cruzándome de brazos.

-Eres imbécil o que te pasa – dije lo suficientemente alto para que me oyese -.

En ese momento el cristal del asiento del acompañante comenzó a bajarse poco a poco. Y para mi sorpresa reconocí al ocupante del todoterreno. Mi mirada se centró en unos ojos grises que me miraban atentamente con una pizca de alegría en ellos. Me relajé al instante.




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