Tras terminar las clases, Eric y yo caminamos juntos hacia el aparcamiento. Había prometido que me llevaría en su coche hasta el taller donde estaban revisando mi vehículo. Por suerte la presentación que teníamos que hacer de uno en uno, frente a toda la clase, no había ido tan mal. Reconozco que no me gustaba hablar en público, era algo que me daba pánico. Comienzo a ponerme muy nerviosa y en ocasiones se me traba la lengua y no puedo vocalizar correctamente ninguna palabra. Por suerte me alegré al comprobar que no era la única persona a la que le ocurría lo mismo. Ya que muchas otras personas al igual que yo estaban bastante nerviosas. Pero a pesar de todo conseguí hacerlo lo mejor que pude, y no resulto tan mal como pensaba.
-No puedo creer lo tranquilo que estaba Aaron exponiendo su tema – comentó Eric -.
-Él es muy extrovertido eso ya lo sabemos – respondí -.
-Pero lo mejor de todo es que tenía todo lo que iba a decir memorizado – dijo Eric incrédulo – creo que todo el mundo hemos echado algún que otro vistazo al papel que teníamos para no equivocarnos.
-¿Sabes que es lo más increíble? – chasqueé la lengua -.
-¿Qué cosa?
-Que solo había tenido quince minutos para aprendérselo todo – puse los ojos en blanco – Él tío no había realizado nada del trabajo.
Eric levantó la vista al cielo y sacudió la cabeza.
-Definitivamente Aaron tiene un don – dijo él -.
-Tienes toda la razón – concordé con él -.
-¿Viste la cara del señor Bennet? – preguntó Eric -.
El señor Bennet había estado totalmente atento a las palabras de Aaron durante su exposición. Realmente pienso que incluso él estaba seguro de que el trabajo lo había realizado minutos antes, pero aun así estaba perfectamente organizado y descrito.
-Estaba fascinado con él, creo que quizás se ve reflejado en Aaron cuando tenía su edad – sonreí -.
-Algo me dice que en su juventud era igual de pasota como lo es Aaron ahora mismo – asintió Eric -.
-Totalmente.
Llegamos al coche de Eric, entré en su interior y me abroché el cinturón. Al instante Eric encendió el aire acondicionado, la temperatura en el interior del coche era horrible. Aquel era uno de esos días extremadamente calurosos en Berkeley. Salimos del aparcamiento de coches, y después de comentarle a Eric la dirección del taller, nos dirigimos allí.
En el camino recibí un mensaje de Alice. Y lo abrí de inmediato.
<¡Chica enamorada! ¿Te apetece que me pase por tu casa cuando salga del trabajo? >
Sonreí un poco. La verdad era que no tenía mucho que hacer ese día así que acepte. Y le respondí.
<Esta bien, Puedes quedarte a dormir si te apetece>
Su respuesta no tardó en llegar.
<Eso ya lo daba por hecho, 1 beso>
Suspire y guardé el móvil en el bolso. Miré a la carretera, reconociendo los locales que estaban a nuestro alrededor. Creía que no quedaba mucho para llegar. Necesitaba volver a tener mi coche. La independencia que te da el poder conducir a cualquier sitio, sin depender de nadie era lo mejor del mundo. Tamborilee con los dedos sobre el salpicadero del coche. Miré de reojo a Eric que estaba concentrado en la carretera. Ahora que lo pienso no habíamos vuelto a hablar sobre su creciente interés en Alice. Y sabía muy bien que ella tampoco había hablado con él sobre sus sentimientos. Sabía que lo mejor era dejarlos a ellos dos que decidieran qué era lo mejor que podían hacer. Pero por otro lado era demasiado celestina, y si está en mi mano el poder de que ellos se viesen más a menudo. ¿Por qué no aprovecharlo?
-Eric – lo llamé -.
-Dime, Elena – giró el volante a la derecha y entramos en la avenida donde se encontraba el taller -.
-¿Te gustaría venir a mi casa después? – pregunté mirándolo de reojo -.
Permaneció callado unos instantes. Supuse que estaba pensando si tenía algún plan pendiente.
-Claro, me parece estupendo – aceptó -.
-Genial, también vendrá Alice.
Pude notar como Eric comenzó a ruborizarse un poco. Bien, eso quería decir que aún sigue interesado en ella.
-Eso está bien, cuantas más personas mejor – balbuceó -.
-Podemos ver una peli, jugar a algo, charlar – hice una pausa y me giré hacia él – ya sabes lo normal.
-Apoyo la idea – esbozó una ligera sonrisa - ¿Se lo dirás a Aaron?
Vaya, no había pensado en eso. Pero ahora que lo decía creo que era lo mejor. De ese modo estaríamos en parejas. Y puede que así se forzara más la situación.
-Creo que le mandare un mensaje – respondí, mientras volvía a sacar mi teléfono móvil -.
<Hoy es tu día de suerte, acabas de ser seleccionado para pasar una tarde en mi compañía>
Le di a enviar. La pantalla se iluminó al segundo con la llegada de un nuevo mensaje.