Mientras dure

Capítulo 38

Cuando el motor del coche se detuvo, eché un vistazo a mi alrededor reconociendo los edificios que nos rodeaban. Estamos justo frente a mi bloque de apartamento. La cabeza no paraba de martillearme con horribles dolores punzantes. Llevé mi mano justamente al punto donde se unían las cejas, y masajeé la zona con suavidad. Mucho mejor. Desabroché el cinturón de seguridad, y me colgué el bolso al hombro. Antes de salir del coche Alice me detuvo.

-¿Estas segura de que podrás abrir la puerta? – preguntó enarcando una ceja -.

-Oye por quien me tomas estoy perfectamente – le dije arrastrando las palabras -.

Ella soltó una risita, y sacudió la cabeza.

-¿De verdad no quieres que te acompañe? – me volvió a preguntar por quinta vez, como había estado haciendo durante todo el camino de vuelta a casa -.

-Sé abrir una puerta – contesté - ¿Qué es lo peor que podría pasar?

-Que te caigas subiendo las escaleras, que te equivoques de apartamento, que no encuentres tus llaves ... – continuó diciendo -.

Levanté una mano frente a ella para que se callase. Metí la mano en el interior de mi bolso, y tras buscar un poco mi mano se topó con una superficie metálica. Saqué la llave del bolso y se la mostré.

-¿Ves? Lo tengo todo controlado – sonreí -.

Ella pusó los ojos en blanco.

-Mándame un mensaje cuando llegues a casa – le tiré un pequeño beso -.

Salí del coche a duras penas, pero intenté que Alice no lo notase. Sabía que si le pedía que me acompañase tendrá que quedarse toda la noche cuidándome, y mañana tiene que realizar una exposición. No quería que le saliese mal por mi bajo nivel de resistencia al alcohol. Abrí la puerta que daba al exterior, y la cerré tras de mi con cuidado. Miré el reloj de mi muñeca y comprobé que eran las once de la noche. Pensaba que sería mucho más tarde. Pero bueno así podía darme una ducha tranquila, para que me quitase un poco esta embriaguez que llevaba conmigo.

Subí las escaleras con cuidado, agarrándome a la barandilla. No supe el porqué, pero comencé a subir las escaleras dando pequeños saltos de un escalón a otro. Cuando fui por la mitad de la serie de escalones. Volví la cabeza hacia atrás por si alguien me estaba viendo, no quería que los vecinos me viesen haciendo el ridículo sin sentido. Esbocé una pequeña sonrisa al comprobar que no se veía a nadie por los alrededores y seguí subiendo dando pequeños saltos. Cuando llegué al último escalón, hice una pequeña reverencia al público imaginario que pensaba estaría frente a mí. Acababa de auto proclamarme ganadora suprema de saltos de escalera. Solté una pequeña risita.

En aquel momento un ruido interrumpió mi celebración.

Parpadeé un poco sorprendida intentando averiguar de dónde había venido aquel ruido. Paseé los ojos por el portal, y caí en la cuenta de que la puerta de Aaron estaba entornada. ¿Se había olvidado de cerrarla? Espera ¿Y si él no estaba en el interior?. ¿Podría ser que le habían entrado a robar? Pero si se suponía que este era un barrio seguro. No podía creérmelo. Me armé de valor, y descolgué el bolso de mi hombro para usarlo como arma si se me planteaba la ocasión. Intenté recordar vagamente las clases de defensa personal que di una vez con Alice. Mierda. Debería de a ver prestado más atención en esos días, y no dedicarme a mirar embobada al profesor que nos impartía la clase. Me acerqué suavemente a la puerta y comencé a abrirla despacio.

-¡Quien está ahí! – dije en voz alta, intentando sonar amenazante – Voy a llamar a la policía.

La luz del pasillo estaba apagada y solo se veía el salón iluminado, pero vagamente. Entré despacio al interior del apartamento. Pasé mis manos por la pared, intentando encontrar el interruptor de la luz. Lo encontré. Pero no funcionaba. ¿Los ladrones habían cortado la luz del apartamento? Dí un par de pasos más a tientas en la oscuridad intentando llegar a la tenue luz que veía proveniente del salón. Y cuando puse un pie en el salón. Ahogué un grito de sorpresa en mi garganta. Aquello era mucho peor a que te entre una banda de ladrones.

El techo del salón se encontraba con enormes bolsas de humedad. Aaron se estba subido en su sofá y con un palo de escoba está dándole pequeños golpes una a una, en las enormes burbujas de humedad, y como consecuencia todo el suelo del salón estaba inundado de agua. La hermosa alfombra de dibujos tribales que Aaron tenía en el suelo, ni siquiera conseguía verse en esos momentos. La cantidad de agua me llegaba casi hasta un poco más arriba de los tobillos. No podía creer que toda esa agua provenía de esas burbujas. Su apartamento estaba terriblemente destrozado.

-Aaron – murmuré - ¿Qué ha pasado aquí?

Aaron se giró en mi dirección, llevaba el pelo húmedo, al igual que su camiseta que se encontraba empapada.

-Pues nada – intentó bromear – resulta que me apetecía tener una piscina en casa, y ya sabes siempre consigo lo que me propongo.

-Esta todo mojado – me acerqué a la barra de la cocina, donde toda su superficie se encontraba repleta de cosas empapadas -.

-Pues aún no has visto lo mejor – Aaron se bajó del sofá con cuidado, y se acercó a mí -.

Cuando estuvo a mi lado, se inclinó un poco para observarme mejor. Ladeó una pequeña sonrisa. ¡Madre mía que guapo era!.




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