Me cepillé mi cabello oscuro. Odiaba cuando se me forman pequeños enredos en las puntas, debería pensar en contarlo pronto. Guardé el peine en el cajón derecho de mi tocador, y saqué el estuche de maquillaje. Me había puesto mis vaqueros claros favoritos, estaban un poco rasgados por las rodillas. Iba a combinarlo con una blusa sin mangas de color lavanda. Como la tela era bastante propensa a arrugarse con facilidad, había preferido ponérmela antes de salir. Así que iba a comenzar a maquillarme primero, llevando solo el sujetador sin tirantes blanco por ahora.
-No pienso llegar tarde por tu culpa -le informé a Aaron por cuarta vez - ¡Levanta!
Aaron no hizo ningún movimiento. Continuó dormido en posición fetal en la cama. Habíamos quedado en salir a cenar esta noche con los demás. Abby me había mandado un mensaje esa mañana, ella y Cody iban a estar fuera ese fin de semana visitando a los padres de Cody, por lo que querían que fuésemos a cenar esa noche antes de que se fuesen.
Sujeté los mechones de la frente con dos horquillas, para que no se mancharan de maquillaje. Comencé a ponerme un poco de crema en el rostro, de ese modo no me saldrían pequeños granitos en la cara. Cuando terminé, puse sobre esta el maquillaje y lo esparcí bien por mi rostro. Lo cierto es que tenía bastante cobertura. Respiré hondo antes de comenzar a pintarme la raya del ojo, con lápiz negro. Y aunque fuese increíble pensarlo, esa vez me salió a la primera. Apliqué un poco de rímel en mis pestañas, para hacerlas más notorias. Y por último deje los labios. Escogí un pintalabios de color burdeos. Me flipan los colores oscuros. Sonreí a la imagen que me ofrecía el espejo. Me encantaba mi elección.
-Problema uno superado – recogí los enseres de maquillaje y los guardé en su estuche – Comienza la fase dos.
Me volví, para enfrentar a Aaron. El muy flojo aún seguía dormido en la cama. Comenzaba a pensar que su mayor talento aparte de molestar, era dormir. Me acerqué a él, poniéndome justamente a su lado.
-Aaron Hampson, levanta – le dije -.
Nada. No emitió ningún sonido tampoco.
Le toqué el hombro con el brazo. Solo conseguí que cambiara de postura. Suspiré. Era desesperante a veces. Puse los brazos en jarras y fruncí el ceño. Íbamos a llegar tarde por su culpa.
-¡Tú, pequeño idiota! Voy a contar hasta tres – hice una pausa – como no te levantes te las veras conmigo.
Aaron volvió a girarse en mi dirección. Vaya parecía que lo había conseguido. Abrió un poco uno de sus ojos y me miró de arriba abajo. Comenzó a esbozar una pequeña sonrisita.
-¿Estas semidesnuda para despertarme? – murmuró medio dormido -.
-Estoy haciendo lo que tú deberías hacer también – mascullé - ¡prepárate!
Asintió con la cabeza y se giró otra vez.
-Cinco minutos más y me levanto – susurró -.
-Ni hablar, sal de la cama – le pegué en el hombro -.
-¿Nadie te enseño nunca que lo bueno se hace esperar? Así que no pasa nada porque esperen un poco – dijo -.
-Esa es la primera tontería del día – puse los ojos en blanco – Vamos, Aaron.
Pero no respondió. ¿Eso me estaba pasando de verdad? ¡Como se había quedado dormido tan rápido!. Bueno él lo había querido así. Salí de la habitación. Haciendo más ruido que nunca, en cada una de mis pisadas. Me dirigí a la cocina. Saqué un vaso y lo rellené de agua. Volví a la habitación esta vez un poco más sigilosa. Me daba igual mojar las sabanas de agua, total iban a secarse. Conté hasta tres, y vacié el contenido del vaso directamente sobre la cara de Aaron.
No se lo esperaba. Se incorporó de la cama rápidamente. Se pasó la mano por la cara, y parpadeó sorprendido advirtiendo lo que había pasado. Me miró a mi con el vaso vacío en la mano, y miro las sabanas. Sacudió la cabeza de un lado a otro sonriendo. Estaba atando cabos.
-Buenos días, bella durmiente – dije -.
-¿Sabía que puede ser considerado delito interrumpir el sueño de una persona? – preguntó frotándose los ojos -.
-¿Y ante qué juez vas a presentar la demanda? – pregunté con ironía -.
Dejé el vaso sobre la mesita de noche, y metí ambas manos en los bolsillos traseros de mis pantalones.
-¿Dónde vas con tanta prisa? – preguntó -.
-Vamos a ir a cenar con los chicos, tu y yo – enarqué una ceja – no puedo creer como te atrapa la cama cada vez que duermes.
-Solo ha sido una pequeña siesta – se encogió de hombros -.
-Mientras tu dormías me ha dado tiempo a estudiar, ducharme, secarme el pelo y prepararme – le informé -.
-Eres lo más, es eso una técnica adquirida con los años verdad – bromeó - ¿me ensañaras a hacer tantas cosas en menos de una hora?.
Le saqué el dedo corazón.
-Comienza a prepararte – le dije -.
Volvió a tumbarse, poniendo los brazos detrás de la cabeza. Y levantó las cejas en mi dirección.
-Siempre podemos decir que no vamos y quedarnos aquí en la cama – sugirió con voz coqueta -.
-Espero que no se te pase por la cabeza intentar convencerme – sonreí -.