Cuando llegue al piso de abajo, Alice me estaba esperando apoyada en la barandilla de caoba, de la escalera de caracol. Intentaba actuar casual, pero su rostro la traicionaba. Estampé mi mejor sonrisa en mi cara, rezando por que no hiciese ningún comentario sarcástico por mi tardanza. Llevaba puesto un biquini de color melocotón, estampado con pequeños rombos en verde menta. El escote de triangulo le favorecía mucho a ella, y era el que más solía usar.
Lo cierto era que, en mi caso para no variar, estaba usando uno de color negro. Era muy cómodo, ya que la parte superior tenía el corte de un pequeño top deportivo. Su parte inferior me hacía ver las caderas mucho más notorias que de costumbre, y eso por una parte me encantaba. Y encima tenía un pequeño estampado de minúsculas estrellas. Me gustaba la combinación que hacía con la parte simple de arriba.
-¿Dónde han ido estos dos? – pregunté -.
-Están preparando la barbacoa – Alice inclinó la cabeza en dirección al enorme reloj de pared que había junto a las escaleras – es casi la hora de comer.
-No pensaba que era tan tarde – murmuré -.
Aaron me había entretenido un poco, y si a eso le sumaba que había estado deshaciendo la maleta y encima no sabía decidirme por ningún biquini. Era completamente normal que me demorara quizás un poco.
-Suele pasar cuando te encierras en una habitación a solas con tu chico sexy – dijo Alice con sarcasmo -.
-Estábamos cambiándonos de ropa, tonta - me encogí de hombros -.
-¿Y os desvestisteis mutuamente? – Ella me guiñó un ojo -.
Me quedé en silencio, rememorando el pequeño encuentro con Aaron. Comencé a ruborizarme poco a poco, y Alice no apartó su mirada inquisidora de mí. Asintió con la cabeza.
-Definitivamente tengo razón – contestó -.
-¡Pero que calor hace! Sera mejor que nos demos prisa – la agarré de la mano, y tiré con ella hasta el exterior -.
La temperatura que hacía era bastante elevada, estaba deseando zambullirme en el agua. Justamente a la izquierda del porche, Aaron y Cody se encontraban organizando la barbacoa. Habían puesto una pequeña mesa plegable, la cual tenía toda su superficie repleta de lo necesario para la cocina. Entre dos tumbonas de color azul, habían puesto una nevera. Supuse que estaría llena de bebidas. Menos mal que habíamos comprado la comida antes de llegar aquí, ya que Eric nos aviso que la pequeña tienda más próxima en los alrededores, solo solía abrir en temporada alta.
-Estas completamente loco – oí que le decía Eric a Aaron -.
-Siempre puedes pedirme consejo, pequeño Eric – bromeó Aaron, dándole un último vistazo a la barbacoa -.
Cuando llegamos a su lado, ambos se callaron. Alice y yo nos miramos y enarcamos una ceja. ¿Por qué se acaban de callar esos dos? Entrecerré los ojos en dirección a Aaron, y extrañamente el se encontraba aun sin decir una palabra. Es más había apartado su mirada de mí rápidamente.
-¿Cuándo tiempo lleváis ahí las dos? – preguntó Aaron, mirando hacía el árbol distraídamente -.
-Acabamos de llegar – contestó Alice -.
Aaron soltó un suspiro, parecía estar aliviado. Fruncí el ceño.
-Es de mala educación ir de hurtadillas – intentó bromear Aaron, pero su tono seguía sonando sospechoso -.
Eric soltó una risa nerviosa. Vale, eso es raro. Muy raro.
-¿De qué hablabais antes de que llegáramos? – pregunté sentándome en una de las hamacas -.
-Poca cosa – dijo Eric -.
-¡Pero que guapísima están nuestras chicas! ¿no crees Eric? – Opinó Aaron de repente, intentando cambiar de tema -.
-S-sí, Alice te sienta muy bien ese biquini – balbuceó Eric ruborizándose -.
Se había puesto completamente rojo, no debía tener ninguna parte de su cuerpo sin que no estuviese tintada de ese color. Disimulé una sonrisa.
-Gracias – susurró en voz baja Alice -.
Levanté las cejas en dirección a Aaron. Este me miró con una sonrisa burlona en el rostro. Estaba esperando un comentario de los suyos. Un minuto... dos minutos. Mierda. Pero no dijo nada. ¿Qué diablos?.
-¿Qué? – me preguntó él -.
-Nada – mascullé y miré hacia otro lado -.
Me volví hacia la pequeña nevera, que estaba a mi lado. Y hurgué en su interior, buscando alguna bebida. Tenía muchísima calor. Pensé que lo mejor para aliviar esa sed, sería un poco de agua. Saqué una de las pequeñas botellas de agua que se encontraban dispersadas por el interior. Desenrosqué el tapón, y bebí un trago. Me alivio al instante cuando el frio liquido inundó mi garganta.
-Ahora vengo – le dije a Alice, mientras me levantaba de mi asiento -.
Ignoré a Aaron, al igual que él lo estaba haciendo conmigo. Pero tampoco parecido importarle. Ya que me vio levantarme y no preguntó dónde iba. ¿Estaba comenzando a ser dependiente de él? No Elena, simplemente eres idiota. Había dejado las pequeñas sandalias de verano junto a la hamaca, y caminé hacía el lago, descalza. Sentía como las finas hierbas estaban un poco mojadas aun por el rocío de la mañana, me sorprendió que estuviesen tan frescas a pesar del calor que hacía allí.