Salimos del lago, bromeando entre nosotros. Sinceramente era una fuente andante. Mi vestido iba soltando pequeños hilillos de agua a cada paso que daba. Hacía tan solo un par de horas que nos habíamos levantado, y podía asegurar que ya había tenido suficiente contacto con el agua. Notaba como las yemas de los dedos estaban realmente arrugadas, ya que nos habíamos tirado un buen rato en el interior del lago.
Mientras nos dirigimos a la casa, observamos a las dos figuras que se encontraban a la entrada del porche. Eric estaba perfectamente vestido con unos vaqueros y una camiseta magenta. Alice, estaba a su lado. Y no podía estar más guapísima, había elegido un bonito conjunto de pantalones cortos purpuras y una blusa anudada en el centro del mismo color. Cuando llegamos a su lado, ella me observó con una expresión divertida en el rostro.
-¿Aun no son las 12 de la mañana y ya estáis en esas condiciones? – bromeó ella señalándolos -.
Aaron se encogió de hombros.
-Se puede decir que tropezamos en el interior del lago – contestó él -.
-Varias veces – asentí -.
Aaron y yo nos miramos, y soltamos a la vez una carcajada.
-Que piensas Eric ¿los han absorbido los alienígenas? – Murmuró Alice -.
-No creo – Eric negó con la cabeza – Aaron siempre ha estado loco y Elena se esta contagiando.
-¡Oye, vosotros! – dijimos Aaron y yo al unisonó -.
-Vamos a salir, intentar no prender fuego a la cocina – dijo Alice, centrando su mirada en Aaron -.
Él soltó un bufido.
-Acabareis echándonos de menos – contestó Aaron muy seguro de sus palabras -.
-Seguro – Eric puso los ojos en blanco -.
-¿Dónde iréis? – pregunté poniéndome un mechón de pelo detrás de la oreja -.
-Pasaremos el día en una pequeña zona recreativa al otro lado del lago – explicó Alice – esta a menos de una hora de aquí.
-¿Nos están excluyendo verdad? – susurró Aaron inclinándose sobre mí -.
-Volveremos antes de la cena – Dijo Eric -.
-Encima quieren que les preparemos la cena ¿en qué momento se invirtieron los papeles? Se nos están revelando – bromeó Aaron bajito, para que solo yo pudiese oírlo -.
No pude evitar soltar una risita.
-¿Entonces estaréis bien verdad? – preguntó Alice después de unos minutos -.
-Mejor que nunca – Aaron me puso un brazo sobre los hombros – siempre quise tener una casa en el lago, que no os extrañe que al volver estén cambiadas las cerraduras de la casa.
-Tranquilos cuidaremos bien de la casa – les sonreí a ambos -.
-Podéis llamarme si algo ocurre – murmuró Eric -.
Parecía que le costaba despedirse de nosotros.
-Oye Eric no vamos a ir con vosotros, aunque nos lo supliquéis así que largo – les dijo Aaron sonriendo -.
-¡Haced muchas fotos! Quiero verlas después todas – les dije con efusividad -.
Eric y Alice caminan hacia el coche. Entrecerré los ojos mirando el coche. Tenía la sensación de que nos estábamos olvidando de algo, pero no sabía de qué. Me dí pequeños golpecitos con el dedo índice en la barbilla. ¿Qué era lo que estaba olvidando?
Eric rodeó el coche, y abrió la puerta del copiloto para Alice. El gesto me pareció tan tímido e inocente, que me hizo sonreír. Ella le dió las gracias con una pequeña sonrisa. Y se subió al coche. Eric cerró la puerta y volvió al asiento contiguo. Se despidió por última vez de nosotros antes de subirse al coche. Y arrancó el motor.
-¿Viste eso? – murmuró Aaron -.
Asentí con la cabeza.
-Nuestro Eric está avanzando poco a poco – comentó él -.
-Es todo un caballero – contesté suspirando -.
-Es mi aprendiz – me dijo él -.
Lo miré de reojo y sacudí la cabeza.
-Recuerda que tú eres la rana azul – sonreí -.
-Yo soy lo que tu quieras que sea – me dijo -.
Me pus delante de él, pasando los brazos por su cintura y rodeándolo. Incliné la cabeza hacia arriba. Llevaba el pelo un poco húmedo aun, y completamente alborotado. Sus ojos verdes parecían más luminosos que nunca bajo la luz del sol.
¿Y si te pidiese que fueses mi novio? Mierda. ¿Por que sonaba tan bien en mi mente?. Lo peor de todo era que no me atrevía a preguntárselo. Lo cierto era que en ningún momento habíamos hablado de ese tema. ¿Qué eramos? Porqué estaba claro que solo amigos, no. Deseché la idea de mi mente. Y decidí pensar en otra cosa.
-¿Y si te pidiese que fueses mi sirviente? – bromeé -.
-Imposible – negó con la cabeza – tengo alma de líder.
-De un líder idiota – entrecerré los ojos -.
Aaron se inclinó sobre mí, dándome un beso en la frente. Sus labios estaban fríos debido a la temperatura del agua. Pero consiguió que aquella parte donde me había besado se sintiese cálida tras su beso.