Mientras dure

Capítulo 50

El domingo llegó antes de lo que pensábamos. El fin de nuestro increíble fin de semana en el lago estaba apunto de acabar. Eric le propuso a Aaron ir de pesca, cosa que lo emociono bastante. Desde que se había levantado había estado muy nervioso, como un niño apunto de ir al parque de atracciones. Se había cambiado de ropa más de dos veces seguidas. Y yo no podía evitar reírme. Lo observaba desde la cama, con las piernas cruzadas.

-¿Sabes que vas de pesca? – le pregunté siguiéndolo con la mirada, mientras el se pasea por la habitación – No creo que a los peces les importe como vayas vestido.

-Nunca se sabe si puedo ver una sirena – contestó como si tal cosa abrochándose el pantalón -.

-¿En el lago? Lo siento chico, pero no creo que encuentres ninguna – chasqueé la lengua -.

Aaron se giró en mi dirección y esbozó una sonrisa de lado.

-Oye no seas negativa – murmuró él - ¿Cuántos peces crees que traeré hoy?

Levanté las cejas en su dirección.

-¿Quieres que te sea sincera? – pregunté -.

Él cogió una de sus camisetas negras, y se la paso por la cabeza para después ajustársela al cuerpo. Puso los brazos en jarras y asintió, mirándose en el espejo.

-Creído – puse los ojos en blanco -.

-¿Escuchaste eso? – Aaron se señaló a si mismo en el espejo, como si hablara con él – Esta señorita no asimila nuestra belleza irresistible.

-No me gusta mentir – me encogí de hombros -.

Aaron clavó su penetrante mirada en mí. Sonrió. Sabía perfectamente el efecto que podía causar en mi con tan solo una mirada de las suyas. Tragué saliva.

-¿Entonces que me dices? – volvió a repetir la pregunta - ¿Cuántos peces traeré?

-Diría que ninguno – me mordí el labio inferior, pensativa – pero voy a darte un voto de confianza y diré que un pez.

-Esa es mi chica – sus labios se curvaron en una sonrisa -.

Se acercó a mi lado, arrodillándose justamente frente a mí. Puso ambas manos en mis muslos desnudos, apretándolos levemente. Me miró de arriba abajo, analizándome por completo. Mi cara se puso completamente roja ante su atenta mirada.

-Estas muy guapa hoy – susurró, llevando una de sus manos al fino cordón de la parte superior de mi traje de baño -.

Alice y yo habíamos decidido prepararnos un par de mojitos, como Abby nos enseñó, mientras me contaría como había transcurrido su cita con Eric el día de ayer. Cuando ambos llegaron anoche desborraban felicidad por todos sus poros, y podría decir que casi se podía ver el aura de amor que los envolvía a los dos. A pesar de que Aaron bromeó a costa de ellos, diciéndoles que estaba seguro que habían usado el colchón que se encontraba en el coche. Pensé que no sería el mejor momento para bombardearlos con preguntas, de tal modo podrían seguir disfrutando de su primera gran cita, tal y como yo había echo con la mía.

-Mmm – fue lo único que logre decir -.

Aaron paseó la yema de los dedos por mi clavícula, recorriendo suavemente mi piel. Finalmente, su mano se topó con la cadena que me regaló la otra noche. Sus ojos brillaban mirando el collar. Lo tocó con los dedos. Terminó inclinándose poco a poco sobre la base de mi cuello. Y sus labios rozaron el accesorio principal de mi collar. La bola del mundo.

-Pero creo que esto es lo que mejor te queda – sonrió tocando el collar -.

Con el corazón desbocado, llevé ambas manos a sus mejillas y alcé su barbilla para que me mirase. La mirada que me dedicó estaba tan cargada de una mezcla de pasión y ternura, que creí no poder amar más a este hombre que tenía arrodillado ante mí. Me volvía loca la pasión que sentía por mí. No podía pensar con claridad cuando estábamos juntos, y en lo que menos quería pensar era en que pasaría si algún día llegase a perderle. Si eso que estábamos construyendo se desmoronara en algún momento. Odiaba tener ese tipo de pensamientos. Y odiaba las lágrimas que estaban amenazando con salir en aquel momentos de mis ojos.

-Elena – Aaron agarró mis muñecas y me miró con ojos preocupados - ¿Qué te pasa pequeña?

Parpadeé un poco, nerviosa. Fruncí el ceño. Estúpidas lagrimas que estaban delatándome.

-No es nada – sonreí para que se tranquilizase -.

-¿Qué te dije sobre hablar las cosas? – murmuró -.

Solté un suspiro. Y después de un par de minutos me decidí a hablar.

-Solo pensaba que no quiero que lo nuestro termine – dije despacio – nunca.

-¿Estas así por lo de la sirena? Ni cien mil sirenas podrían hacer que me alejase de ti – Bromeó, intentando hacerme sonreír -.

Y lo consiguió, claro que lo consiguió. Solté una carcajada.

-Si volvieses con una sirena te prometo que te faltaría mundo para esconderte – entrecerré los ojos – acabaría encontrándote, y te daría una paliza.

-Es verdad – Aaron puso los ojos en blanco – casi olvidaba que mi chica tiene tendencia a la violencia.

-Nunca lo olvides – sonreí -.

Aaron acercó sus labios a los míos, y me dio un pequeño beso. Demasiado corto para poder disfrutarlo. Pero que me dejó una enorme sonrisa estampada en el rostro.




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