Mientras dure

Capítulo 51

El viaje de vuelta a casa se me pasó volando. Podría ser que se debiese al hecho de que estuve dormida todo el tiempo. La noche anterior habíamos organizado una barbacoa al aire libre. Era la mejor manera para despedirse de ese precioso lugar. Estuvimos toda la noche hablando de las cosas más disparatadas que se nos pasaban por la cabeza, al mismo tiempo que no parábamos de reírnos. Fue increíble el poder disfrutar de esa dosis de felicidad. Y por supuesto con la mejor compañía que podía tener.

Nos habíamos ido a dormir tan tarde, que al momento de subirme al coche cerré mis parpados y caí en un profundo sueño. Debí seguir el ejemplo de Eric, ya que se fue a dormir mucho antes que nosotros. De ese modo estaría completamente descansado a la hora de conducir de vuelta a Berkeley.

-Bella durmiente – notaba como me sacudían suavemente el hombro – hemos llegado a casa.

-Aja – murmuré en sueños -.

Lo único que quería era poder seguir durmiendo un poco más.

-Vamos, Elena – oí la voz de Aaron -.

Comencé a abrir los ojos poco a poco, acostumbrándome a la luz que inundaba el interior del vehículo. Miré por la ventana, y reconocí mi calle. Los dispares edificios de diferentes tonalidades que formaban la acera de enfrente a mi apartamento. El pequeño quiosco de la esquina, en el cual solía comprar alguna que otra revista. Incluso la señora que paseaba cada día su perro, estaba también por allí.

Me estiré un poco. Todo lo que pude en el espacio que me permitió el coche.

-¿Estabas soñando algo bueno? – Aaron curvó las comisuras de sus labios en una sonrisa – quizás en tu sueño estábamos aun en el lago y puede que yo estuviese desnudo.

Me llevé la mano a los labios, para tapar un bostezo.

-¿Cómo lo has sabido? – pregunté con sarcasmo – pero te ha faltado decir que llevabas cinta adhesiva en la boca para que no dijeses tonterías.

-No creo, sabes qué puedo hacer grandes cosas con mi boca y que… – comenzó a decir -.

Le puse ambas manos sobre sus labios. Y me guiñó uno de sus bonitos ojos verdes.

-¡Me encanta que os llevéis tan bien! Pero tengo muchas ganas de llegar a casa así que … - dijo Alice volviéndose hacia nosotros desde el asiento delantero -.

-Que sutil es tu manera de decirnos que nos larguemos – bromeé -.

-Sabes que te quiero – ella me dedicó una bonita sonrisa -.

Después de bajar nuestras maletas, nos despedimos de los chicos. Subimos las escaleras de nuestro bloque. Maldecí mentalmente el hecho de que no tuviésemos ascensor. En momentos como esos, seria de mucha ayuda tener uno. Y eso que yo solo llevaba una mochila colgada sobre los hombros. Aaron era el que llevaba todo el peso, con ambas maletas en cada brazo.

-¡Hogar, dulce hogar! – exclamó Aaron después de abrir la puerta de casa -.

Dejamos las maletas en el pasillo. Y lo primero que hice fue dirigirme a la cocina, para beber un trago de agua. Estaba muerta de sed. Abrí la nevera y saqué una botella. Bebí de ella. El agua helada me sentaba muy bien. Sobre todo, cuando en el exterior, las temperaturas eran tan elevadas.

Aaron me miró, con los brazos apoyados en la barra de la cocina. Dejé la botella sobre la superficie de la encimera.

-¿Quieres beber agua? – pregunté señalando la botella -.

-Me gustaría que fuese de tu boca – contestó, encogiéndose de hombros -.

Abrí los ojos como platos. Y el comenzó a reírse.

-Es tan fácil burlarme de ti, Elena – murmuró -.

Puse los ojos en blanco, mientras volví a guardar la botella en el interior de la nevera. Caminé hacía el sofá, dejándome caer de espaldas sobre él. Él me siguió, sentándose a mi lado. Dejé descansar mi cabeza en su hombro. Aaron me acarició lentamente el brazo, produciéndome pequeñas pero soportables cosquillas.

-Estas cansada – susurró dándome un beso en el pelo -.

-Un poco – miré de reojo las maletas que habíamos dejado en el pasillo – y lo peor es que no me apetece deshacer las maletas.

-Déjalas así, podemos irnos a otro viaje mañana – propuso -.

Suelto una risita.

-Buscas cualquier excusa para no ir a clase – le dije -.

-Piénsalo – comenzó a decir – Podemos irnos a una isla desierta.

-Sin preocupaciones – concordé con él -.

-Sin exámenes – bromeó él – solos tu y yo.

-¿Y cómo sobreviviríamos? – le seguí la broma -.

-Comiendo cocos – dijo muy seguro de sí mismo – en las películas siempre lo hacen.

Me reí de su comentario.

-Aaron tú mismo lo has dicho, en las ¨películas¨- sonreí – no creo que sobreviviésemos solo con eso.

-Tienes razón – susurró – pero no te preocupes te ensañaría a pescar y ya estaría todo solucionado.

Me volví hacía él para mirarlo a la cara. Entrecerré los ojos.

-¿Ahora eres un experto en la pesca? – pregunté -.




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