Mi hermana me miraba con las cejas alzadas, y con una sonrisa burlona en el rostro. Ambas estábamos sentadas en el sofá, una frente a la otra. Tamborileé nerviosa, con mis dedos sobre mi pierna derecha. Me mordí la lengua. No sabia como explicarle las cosas a Lila. Sobre todo, sin estar segura antes de que al terminar no iría corriendo a contárselo a mis padres. La conocía lo suficientemente bien como para saber que podría llegar a chantajearme, si ella quisiese.
Cogí el plato repleto de pequeños sándwiches, que deje sobre la mesa hace un momento.
-¿Te apetece comer algo? – pregunté, ofreciéndole el plato -.
Ella negó con la cabeza. Me quitó el plato de las manos y lo dejó en el mismo lugar donde estaba.
-Habla – dijo ella entrecerrando sus ojos -.
-No creo que tenga que contarte nada – me aclaré la garganta, armándome de valor – esta todo bastante claro.
-No me digas – esbozó una ligera sonrisa - ¿tu pasatiempo es ponerte ropa interior de hombre?
-¡Es muy cómoda! Además, es perfecta para hacer deporte en casa – intenté sonar convincente -.
Mi hermana puso los ojos en blanco.
-Claro, y la ropa de los armarios ¿me vas a decir que también te la sueles poner para hacer deporte? – comenzó a decir – no es de tu talla.
Solté un suspiro. No tenía nada que hacer con ella.
-Está bien – levanté las manos hacia arriba – puede ser que omita algunos detalles, cuando mama me llama por teléfono.
-Creo que no decir que vives con alguien es un detalle enorme que te falto contar – bromeó Lila -.
-Estoy viviendo con alguien – admití usando sus mismas palabras -.
Ella asintió lentamente. Estaba siendo comprensiva.
-Creo que he llegado a esa conclusión – murmuró ella -.
Me levanté del sofá, dirigiéndome hacia la nevera. Saqué de su interior una lata de Coca-Cola y la abrí. Me la lleve a los labios. Quizás un poco de cafeína me ayudase a pensar algo rápido. ¿Qué haría Aaron en mi lugar? Seguramente hubiese dicho algo ingenioso para relajar el ambiente que se palpaba tenso a mi alrededor. Pero yo realmente no podía hacer ni siquiera eso.
-¿Cuánto haces que compartes piso? – preguntó después de unos minutos Lila -.
Caminé, devuelta al sofá. Y me acomodé a su lado.
-Lo cierto es que hace poco – me mordí el labio inferior – una semana.
-¿Es tu novio?
Solté un bufido.
-No – puse los ojos en blanco – estamos en una relación un poco extraña, no hemos hablado de en qué punto nos encontramos exactamente.
-¿Cómo es? – preguntó ella con interés -.
Subí las piernas sobre el sofá y me las abracé. Puse la barbilla sobre las rodillas.
-Es... – intenté encontrar la mejor manera de definir a Aaron – increíble.
-Te gusta mucho – no era una pregunta -.
-Cuando estoy con él, siento que puedo ser yo misma – sonreí – puede que suene raro, pero estoy descubriendo partes de mi misma que ni yo sabia que aun las tenía. Sabes que después de Alex fueron días un poco complicados, y justamente ahora estoy volviendo a ser la persona que era antes.
-Los muertos no se mencionan en esta conversación – Lila me fulminó con la mirada -.
Cuando Alex y yo estábamos juntos, ella nunca se llego a llevar bien con él. Puede ser que su sexto sentido la estuviese avisando de el fracaso inminente que iba a ser nuestra relación.
-Tienes razón – apreté mis labios firmemente -.
-Háblame de esa persona – me pidió ella emocionada -.
-Nos llevábamos muy mal, quería matarlo cada día. Lo odiaba tanto y con el paso del tiempo me di cuenta que odiaba el echo de no poder tenerlo conmigo – murmuré – es un idiota, y no te rías estoy hablando enserio.
Lila soltó una risita.
-Dice tantas estupideces a lo largo del día que no sé en que momento esta hablando enserio, me vuelve completamente loca – susurré – pero si vieses lo feliz que me hace cuando sonríe, tengo grabada su risa en mi memoria. Cuando sonríe se forman unas pequeñas arruguitas justo al lado de sus preciosos y brillantes ojos.
-¡Pero bueno, Elena! Estas enamorada – dijo mi hermana juntando sus manos -.
Me encogí de hombros, y le dediqué una sonrisa.
-Demasiado -. sonreí -.
-¿Va a tu misma universidad? – ya volvía con su cuestionario -.
-Sí, tenemos algunas clases juntos – contesté -.
-¿Qué edad tiene?
-Tenemos la misma edad – me encogí de hombros -.
-¿Alguna novia celosa que pueda ser un problema en el futuro? – agudizó su mirada -.
Novias no. Pero antiguas amigas con derechos, sí.
-Por ahora no – dije -.
-¿Me lo presentaras? - preguntó esperanzada -.