Mientras dure

Capítulo 55

Esperé para llamar a Alice cuando hubiese comido algo primero. Tenía muchísima hambre y eso era la principal cosa que quería llevar acabo. De ese modo también le daba tiempo a Alice de que hablase con Eric con más tranquilidad. Él me había dicho que hablaría con ella después de clase, así que supongo que quedarían para almorzar juntos.

Cuando llamé a Alice por teléfono, parecía que todo seguía igual que siempre. Para mi tranquilidad no la note rara, ni nada por el estilo. Y pude asegurar que eso me relajó bastante.

-¿Me prometes que no estas enfadada? – volví a preguntar por tercera vez -.

-Elena, si vuelves a preguntarme lo mismo estoy segura de que me enfadare de verdad – respondió en tono cansado -.

-Está bien, quería asegurarme – murmuré -.

-No veo porque tendría que molestarme el hecho de prestarte a mi novio – dijo con sarcasmo -.

Suspiré.

-Lo siento Alice, te prometo que no lo hice con mala intención – me disculpé -.

-Es broma – dijo – eres mi mejor amiga, no me enfadaría por algo así.

Enredé un mechón de mi cabello oscuro en el dedo, y comencé a enrollarlo.

-Menos mal que todo está bien – comencé a decir – porque tengo otra petición que hacerte.

-Mi respuesta es no.

-Pero sí aun no has escuchado lo que tengo que decirte – fruncí el ceño -.

Ella soltó una risita al otro lado del teléfono.

-Lo sé, pero no quiero que te acostumbres a salirte con la tuya – me dijo -.

Me acomodé en el sofá. Puse una mano detrás de la cabeza para apoyarme.

-¿Entonces no quieres oír lo que tengo que decirte? – pregunté -.

-Creo que no – contestó ella riendo -.

-Es una lástima – comenté en voz baja – Lila quería que fuésemos al centro comercial juntas y me había pedido que te preguntara si querías acompañarnos.

En aquel momento mi hermana entraba en el salón. Me miró levantando una ceja. Llevé un dedo sobre los labios, indicándole que no dijese nada. Ella se encogió de hombros, y se dirigió a la nevera dónde sacó una lata de refresco de su interior.

-¿Vais a ir de compras? – preguntó Alice -.

Noté un cierto grado de interés en su pregunta. Alice era una compradora compulsiva, no podría resistirse.

-Así es, ella quiere renovar su armario – me mordí el labio inferior -.

Sabía perfectamente que Alice se moría por aceptar. No existía nada que le gustase más, aparte de los ordenadores, que ir de compras. Aunque luego se arrepintiese cuando veía su cartilla del banco en números rojos. Según ella se volvía un poquito más felices y un poquito más pobre.

-Bueno – hice una pequeña pausa – tengo que colgarte, ¡prometo mandarte fotos!

-¡Espera! – Alice se quedó en silencio durante unos segundos -.

Esbocé una pequeña sonrisa triunfante. Conseguido.

-¿Sí?

-Iré con vosotras, tengo ganas de ver a Lila – murmuró -.

Le prometí que la recogería en un par de minutos. Por suerte la distancia entre nuestros apartamentos no era demasiada. Ella aceptó a regañadientes, ya que prefería llevar su coche.

Después de colgar, me dirigí a mi habitación. Iba a cambiarme de ropa. Saque un par de vaqueros cortos del armario. Eran uno de los más nuevos que tenía, y me los había puesto relativamente poco. Los combine con una blusa sin mangas de color melocotón. Me mire en el espejo, dando una vuelta para ver mejor mi reflejo. No estaba del todo mal. Retoqué un poco mi maquillaje. Y rocié mi perfume favorito sobre mi cuello.

-¡Elena! ¿Saldremos hoy o mañana? – gritó mi hermana desde el salón -.

-Estoy segura de que si dejas de ser tan impaciente, saldremos hoy – respondí con cierto sarcasmo -.

Busqué bajo la cama mis sandalias favoritas. Creía que la última vez las vi por allí. Hice una mueca, mientras intentaba recordar donde pude haberlas dejado. Maldita sea. ¿Por qué cuando estas buscando algo no lo encuentras? Estaba casi segura de que, si no las estuviese buscando, aparecerían ante mis ojos. Puse los brazos en jarra. Respiré hondo. No importa, me pondré las convers negras. Son básicas y encima pegan con todo.

Salí de la habitación. Busqué en el interior del baúl, que se encontraba justo a la entrada del apartamento. Era el lugar donde tenía la mayoría de mis zapatos. Intentaba ser lo más ordenada que podía. Pero en lo que se refería a aquel baúl, confesaba que su interior era un completo desastre. Si mi madre lo viese, daría un grito de espanto. Conociéndola haría todo un drama.

Me anudé mis convers. Cogí mi bolso negro, que estaba bajo un par de abrigos en el perchero junto a la puerta. Metí en su interior la cartera, las llaves y por supuesto mi teléfono móvil. Me giré a mirar a mi hermana. Estaba sentada en la misma posición que había estado yo mientras hablaba con Alice.

-Venga vamos – le dije -.

Y fue entonces cuando se puso en pie, que las vi. Agudicé la mirada para observarla mejor. Allí estaban. Las malditas sandalias que estaba buscando hacía tan solo unos minutos. La fulminé con la mirada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.