-¿Estas segura de que no quieres venir con nosotros? – me preguntó Alice por tercera vez -.
-Te lo prometo – respondí con la mejor de mis sonrisas -.
Eric había propuesto que fuésemos a casa de Abby y Cody a pasar el resto de la tarde. Sinceramente tenía muchas ganas de verlos, ya que desde que vinimos del Lago y ellos se fueron a San Francisco no los había vuelto a ver. Pero sabía que tenía un par de resúmenes pendientes sobre una asignatura que se me atascaba bastante. Lo que menos quería era que se acumularan, y la semana antes del examen comenzaría a agobiarme.
-Elena, yo quiero que vengas – dijo mi hermana sujetándome de la mano -.
-No te preocupes, conoces a Alice – le dije– y ahora a Eric.
-Aaron también es un gran tipo – murmuró el mismo Aaron -.
Lo miré de reojo.
-Entonces, ¿nos vamos? – Alice miró a los demás alternativamente -.
-Sí, ¿cómo habéis venido? – preguntó Eric -.
-En mi coche – contesté -.
Eric asintió.
-Nosotros en el mío – dijo él – esta en los aparcamientos exteriores.
Sentí como la mirada de alguien se estaba clavando en mi espalda, no hacía falta que me girase para darme cuenta de que era Aaron el causante. Pero lo ignoré. No iba a dejar que me dedicase un último comentario sarcástico de los suyos.
-Bien, todos al coche de Eric – opinó Alice -.
Le dí un pequeño abrazo a mi hermana. Estaba muy guapa con el pelo corto, pensé que le favorecía un montón aquel look a ella. Me dedicó una pequeña sonrisa.
-Pórtate bien – la miré entrecerrando los ojos – nada de preguntas incomodas de las tuyas a nadie ¿entendido?
Lila soltó un suspiro. Puso los ojos en blanco antes de contestar.
-Lo prometo.
Me despedí de ellos, y giré sobre mis talones en dirección a los aparcamientos subterráneos. Intente recordar en que lugar estaban situados los ascensores. Miré a mi alrededor, hasta que localicé un pequeño cartel de luces ámbar que señalaba mediante imágenes el lugar donde se encontraba el pasillo que llevaría hacía los ascensores.
Pulsé el interruptor y esperé paciente a que el ascensor llegase a la planta en la que yo estaba. Miré la pantalla, mientras los números iban pasando. Me dí cuenta de que alguien se encontraba a mi espalda, esperando como yo al ascensor. Supe que debería girarme y ser educada diciendo un hola. Pero aquel no estaba siendo mi mejor día.
Tras un par de minutos las puertas se abrieron. Me hice a un lado para que las personas salieran del interior. Entré en el ascensor y apreté el botón de la planta baja. La persona que entro no manipulo ningún botón, así que supuse que iría al mismo destino que yo. Abrí mi bolso para buscar en su interior mis llaves del coche. Alguien tosió un par de veces a mi lado.
-¿Estas bien? Tengo caramelos de menta por si te apetecen para la garganta – murmuré girándome -.
Y en aquel momento me quedé totalmente paralizada. Las llaves que estaba sujetando en la mano, se deslizaron entre mis dedos y chocaron contra el suelo del ascensor. Me quedé con los ojos abiertos sin apartar la mirada de él. Se agachó para recoger mis llaves, y las balanceó delante de mi cara.
-Sabias que es de mala educación no saludar a alguien en un ascensor – me dijo sonriente -.
-Pero tú... – tragué saliva - ¿Qué haces aquí?
-Acosarte – me guiñó un ojo -.
Como era que no me había dado cuenta de que venía detrás mía. Estaba tan ensimismada en mis pensamientos, que no volví la cabeza atrás ni una sola vez. No paraba de darle vueltas a la cosas que quería decirle a Aaron, en primer lugar y como prioridad necesitaba llamarlo idiota. Y ahora mira por donde, estaba aquí.
Aaron.
Seguía con esa sonrisa burlona que tenía en el rostro balanceando las llaves de mi coche frente a mi. Fruncí el ceño. Agarré las llaves de un tirón. Y se las quite.
-Se suponía que irías con los demás – me crucé de brazos -.
-Sí lo piensas bien nunca acepte ir, fue tu novio quien propuso el plan – se burló -.
-Lo di por echo, ya que tu novia también se había unido – respondí -.
Sí quería jugar, íbamos a jugar. Me miró enarcando las cejas.
-Espero que no nos estén engañando – dijo con fingido pánico en la voz -.
-Estoy segura de que Alice romperá vuestra relación en el momento que descubra lo idiota que eres – dije -.
Aaron chasqueó la lengua.
-No puede uno fiarse de nadie en estos tiempos – murmuró sacudiendo la cabeza -.
-Y que lo digas – respondí con sarcasmo -.
Sonó una campanita para indicar que habíamos llegado a la planta baja. Posteriormente las puertas del ascensor se volvieron a abrir. Salí del interior, dejando a Aaron atrás. Pero por supuesto el me siguió.
Me giré para mirarlo. Él se detuvo, y puso cara de inocencia. Puse los brazos en jarras.