Jamás había pensado en la cantidad de sensaciones que me embargarían una vez entrara al interior del parque de atracciones. Fue como volver a mi niñez. Con los ojos muy abiertos no paraba de mirar a mi alrededor. Los colores, las luces y los distintos sonidos que se unían al bullicio de personas que recorrían el parque. Todo ese conjunto. Era impresionante.
Nos habían dado un pequeño mapa a la entrada del parque, donde explicaban el lugar en el que se podían encontrar fácilmente las distintas atracciones. Por supuesto también venían señalados los pequeños establecimientos de comida rápida y la tienda de regalo. Memoricé bien el lugar donde estaría la tienda de regalos, tenía pensado comprar algún recuerdo de ese día por lo menos. Por sí no volviese a repetirse.
Desde que comencé a vivir en Berkeley, había decidido crear un álbum de recuerdos. Sabía que aquella experiencia de empezar la universidad y al mismo tiempo independizarme, me cambiaría muchísimo. Por supuesto lo que no pensaba era que me la cambiaría a un nivel tan personal.
En mi álbum de recuerdos, que también podría recibir el nombre de álbum de experiencias disparatadas. Había ido recopilando tanto pequeñas entradas de museos a los que había ido, recibos de restaurantes o servilletas de esos mismos lugares, hasta una pequeña hoja que cogí del árbol que se encontraba frente a la casa del lago de Eric ya que fue allí donde Aaron colgó esas pequeñas lucecitas el día que me dio la sorpresa de las cien rosas.
Sí, puede que parezcan tonterías, pero para mí tienen un pequeño valor sentimental. Guarde el ticket del parque de atracciones en el interior de la pequeña mochila que llevaba sobre los hombros. Y ese pequeño recuerdo iba derechito a mi álbum.
-Bien, chicos – Lila se froto las manos - ¿Cuál os apetece probar primero?
Eric seguía mirando con atención, el pequeño mapa del parque. Alice por otro lado se encogió de hombros.
-No lo penséis más – murmuró Aaron – montaremos en esa.
Aaron señaló a su espalda. Curvó ligeramente sus labios en una sonrisa malévola. Seguí con la mirada el lugar al que se refería, y enmudecí de repente. Debía de estar de broma.
-Yo voto que sí – dijo Lila poniéndose junto a Aaron -.
Los fulminé con la mirada. ¡Traidores!
-¿La caída libre? – Eric levantó la vista del mapa – por mi vale.
-Aunque sería temerario hacerlo después de comerme un enorme plato de macarrones en casa – comenzó a decir Alice – me apunto.
Puse los ojos en blanco.
-¿Qué me decís de los coches de choque? – pregunté -.
Aaron bufó.
-Elena tenemos que empezar por los que tienen más tiempo de espera – me recordó él -.
-Pero es que los coches… - susurré -.
Lila tiró de mi mano. Dirigiéndome hacia la entrada de la caída libre.
-Ya tendremos tiempo de subir en los coches tranquila – murmuró mientras caminaba -.
Alcé los ojos hacía la atracción a la que nos dirigíamos. Tragué saliva. Era demasiado alta. Levanté la cabeza mientras veía como caían los asientos cargados de personas. Podía oír desde aquí los pequeños gritos de euforia que soltaba la gente.
Malditos locos adictos a la adrenalina.
Y como la mala suerte me perseguía cada día. Resulta que al llegar a la entrada no íbamos a tener que esperar mucho tiempo. Podía asegurar que íbamos a ser los siguientes en subirnos a esta cosa. Notaba como el pulso se me aceleraba y las palmas de las manos comenzaban a sudarme. Quizás podría salirme de la cola y esperar a los chicos sentada en un banco. Estaría segura y tranquila.
Miré a mi espalda para calcular el tiempo que podía tener para salir de allí sin que ninguno de ellos me obligase a seguir la fila. Escudriñe el cartel donde señalaba la salida. Y sonreí.
-No estarás pensando en salir de la cola ¿verdad? – susurró una voz a mi espalda -.
Mierda. No me había dado cuenta de que Aaron estaba detrás de mí. Pensaba que yo era la última de nuestro grupo.
-¿Yo? Estás loco – solté una risita nerviosa – solo quería asegurarme de que estaban bien señalizadas todas las salidas de emergencia.
Aaron enarcó una ceja en mi dirección.
-¿Entonces? ¿Siguen todas las medidas de seguridad? – preguntó con sonriendo -.
-Por supuesto – asentí – pasarían perfectamente una inspección de seguridad con éxito.
Él soltó una carcajada. Debo reconocer que me relajé un poco oírlo reír de esa manera, pero no era suficiente aún estaba un poco aterrada. Aaron me miró fijamente. Tenía esa mirada que hacía que se me detuviese el aliento mientras me perdía en el verde esmeralda de sus pupilas. Me estaba mirando tan intensamente que se me aceleró el pulso.
-Elena – sonrío deslumbrante, sus ojos seguían brillando -.
-¿Si?- musité -.
Mientras le contestaba había dado un paso involuntario hacia él.
-Date la vuelta, la cola acaba de avanzar – murmuró – y nos toca a nosotros.