Finalmente decidimos posponer la fiesta. Bueno más bien, lo que pospusimos fue el horario. Íbamos a hacerla por la noche. Abby había estado de acuerdo con todo lo que le propusiésemos, a ella le daba igual si la fiesta se realizaba a las nueve de la mañana o por el contrario a las nueve de la noche. Ella lo único que quería era vernos a todos de una vez por todas. Por lo menos eso es lo que decía su mensaje:
<¡Necesitamos vernos hoy sin escusa! ¿Cómo es que aun no he conocido a tu hermana? ¿Y que es eso de que hicisteis un intercambio de parejas? Y lo peor de todo es que he tenido que enterarme por Cody>
Puse los ojos en blanco, mientras volvía a leer su mensaje. Tenía razón. No le habíamos contado nada sobre la disparatada semana que habíamos tenido. Pero tenía una parte buena. Ella no había tenido que formar parte de la gran mentira que cree. Le respondía rápido antes de que volviese a enviarme otro mensaje.
<¡Yo también tengo ganas de verte chica! Mi hermana tiene muchas ganas de conocerte, sobre todo después de saber que tienes un enorme vestidor repleto de toda clase de ropas PD. Sobre el tema del intercambio de pareja, solo te diré que es una larga historia>
Dejé el móvil sobre la mesa del salón, y me levante del sofá. Alice se había ido del apartamento después de despertarse. Me ofrecí a llevarla a su casa, pero prefería ir en autobús. Tenía que pasarse por un supermercado que le cogía de paso. Eso sí, no salió de mi apartamento sin saquear mi armario primero. Camine hacia mi habitación. Estaba hecho un desastre por completo. Después de que Alice terminase, intente ordenar un poco el armario. Pero no duro mucho. Mi hermana decidió que ella también quería ponerse algo mío. Lo extraño fue que esa vez sí me pidió permiso, antes de lanzarse casi de cabeza a remover el armario.
Puse los brazos en jarra sobre mi cintura. Suspiré. No sabía que ponerme.
Sinceramente lo que menos me preocupaba era la ropa, pero eso no quería decir que no quisiera ir presentable. Pase las manos por las diferentes prendas de mi armario. Era agobiante el momento de elegir lo que quería ponerme. Podía tener mil combinaciones posibles frente a mis ojos, y aun así no conseguiría elegir ninguno de ellos. Cerré las puertas del armario, y me deje caer sobre la cama de espaldas.
-¿Aun sigues con sueño? - preguntó mi hermana mientras entraba en mi habitación -.
-Peor – puse los brazos detrás de mi cabeza y clave la mirada en el techo – No sé que ponerme.
-Tu sentido de la moda siempre ha sido horrible – bromeó ella -.
Rodé sobre un lado, y me apoyé en el codo.
-Es inquietante que digas eso – entrecerré los ojos – sobre todo cuando todo lo que llevas puesto es mío.
Lila giró la cabeza para mirarme. Esbozó una sofisticada sonrisa. Se quitó la toalla que llevaba anudada en la cabeza y la dejó sobre el borde de la cama. Llevaba puesta una falda de cuadros negros y franjas blancas. Para la parte superior había elegido una blusa blanca que dejaba ver sus hombros. Me encantaba esa blusa, creo que me la había puesto varias veces ese año.
-¿Qué puedo decir? Todo me queda genial – sonrió ella -.
Se giró hacia el tocador, y abrió el primer cajón de donde sacó un peine. Comenzó a desenredarse el cabello poco a poco.
-Solo queda una hora y aun no tengo nada pensado – fruncí el ceño -.
-Oh venga Elena, seré el centro de atención no te preocupes por tu ropa – contestó ella -.
Solté una carcajada. Esa sería una respuesta que diría el mismísimo Aaron.
-Probare otra vez – sacudí la cabeza -.
Me incorporé de la cama, y volví a enfrentarme al armario. Saqué un par de perchas que llevaban unos vestidos colgados. Uno de ellos era negro muy sencillo pero perfecto. Se sujetaba por unas finas tiras, y la parte baja terminaba en un pequeño volante. El otro era de color blanco anudado al cuello y con la espalda descubierta. Me giré para enseñárselos a mi hermana.
-¿Qué te parece? – le mostré los vestidos -.
Lila soltó el peine sobre el tocador. Se acercó a mí, quedándose justamente frente a ambos vestidos. Frunció el ceño mientras debatía su opinión. Me quitó un vestido de las manos.
-Definitivamente el negro es el mejor – asintió ella -.
Me encogí de hombros. Ese mismo me pondría. Guarde el vestido que habíamos descartado en su sitio. Y comencé a desvestirme. Cuando la suave tela del vestido negro se deslizó sobre mi cuerpo decidí que había acertado por completo. Pensé que aquel era el mejor. Cogí el rizador de pelo y me hice un par de ondas en el cabello. No me apetecía llevar un recogido y quería cambiar ya que casi siempre lo llevaba liso. Deje que las ondas cayesen por mi espalda.
Me decidí por un maquillaje bastante sutil. Apliqué un poco de maquillaje sobre mi rostro. Mi hermana había visto el suficiente numero de tutoriales de maquillajes en Internet como para saber realizarme una linea en el ojo perfecta. Y sin tener que intentarlo varias veces como me pasaba a mí. Me puse un poco de rímel. Y listo. Solo quedaba el pintalabios.
-Oye Lila, has visto mi pintalabios de color burdeos – le dije -.