Me encontraba tan perdida en los ojos de Aaron, que por un momento creí que casi me había olvidado de respirar. Mi mente estaba completamente dividida en múltiples pensamientos dispares. Uno de los que más se repetían en mi cabeza, derivaba en guiar a Aaron hacía mi habitación y perderme junto a él en un enredo entre mis sabanas. Era como si de una vez por todas mi cuerpo y mi mente estuviesen ambos de acuerdo, en una misma cosa. Fundirme con Aaron Hampson, como si fuésemos uno mismo.
Sin dejar de demorarme más ante una idea alternativa, decidí rendirme por fin con mi monstruo de ojos verdes.
Enrosqué mis brazos en el cuello de Aaron, rodeándolo de ese modo. Me incliné hacía él todo lo que era posible, aliviando de ese modo la pequeña distancia que había entre nosotros. Aunque fuesen pequeños centímetros, me parecía una distancia enorme. Sentí su cuerpo junto al mio. Pensé que estábamos tan cerca, que casi podía oír como latía su corazón. ¿Estaría tan acelerado como se encontraba el mio?
Aron me dedicó una sonrisa coqueta de las suyas. Creo que nunca podría decidir cual de todas sus sonrisas era mi favorita. Estaba enamorada de todas y cada una de ellas. Sus increíbles ojos verdes tenían un brillo más especial que de costumbre, como si eso fuese posible.
Sus labios presionaron los míos, y desde el fondo de mi garganta dí un pequeño grito de entusiasmo mientras mis manos se enredaban en la parte posterior de su cabello, no dejándolo escapar de mí. Succioné su labio inferior, mordiéndolo suavemente justamente antes de soltarlo lentamente. Aaron gimió. Llevó sus manos a mi cintura, rodeándome con ellas. Me besó profundamente mientras yo me aferraba a él como si me fuese la vida en ello.
Teníamos la respiración acelerada, pero eso no nos detenía. Al contrario parecía darnos mucho más aliento para seguir. Enroscó sus brazos en la parte superior de mis muslos, dándome un pequeño impulso y tirando de mi hacia arriba. Hacía un instante estaba en el suelo y ahora me encontraba en los brazos de Aaron, rodeando con mis piernas su cintura.
Me sentía contenta, tan feliz, tan satisfecha.
Se apartó de mi un poco. Protesté por la falta de contacto con sus labios. Sus ojos miraban directos a los míos, podía jurar que podría terminar ardiendo en ellos y ni siquiera me terminaría importando. Curvó sus labios lentamente en una sonrisa. Con eso supe al instante que el se sentía de la misma forma que yo. Plenamente feliz.
Incliné la cabeza otra vez hacía su rostro para seguir donde lo habíamos dejado. Estaba apunto de besarlo de nuevo, cuando Aaron giró la cabeza. Haciendo que terminase besándolo en la mejilla. Con las manos sobre sus hombros, me separé de él un poco. Fruncí el ceño en su dirección.
¿Que acababa de pasar? ¿Me acababa de rechazar? Parpadeé sorprendida. Sí, lo acababa de hacer.
-Tu.. - las palabras se agolparon en mi garganta, pero sin saber bien cual debería decir -.
-Yo – respondió él con una sonrisa burlona -.
Entrecerré los ojos. El estaba disfrutando viendo mi reacción.
-Acabas de rechazar mi beso – dije suavemente -.
Aaron soltó una pequeña risita por lo bajo.
-¿Que se siente? Te la debía por la última vez – confesó -.
-Eres demasiado vengativo, Aaron Hampson – sacudí la cabeza – la venganza no te llevara a ningún lado.
-Lo sé, pero me divierte – río él -.
Giré la cabeza hacia la pared. Me concentré mirando un punto fijo, sin prestarle atención a Aaron. Debía darse cuenta de que estaba enfadada. Pero lo único que conseguí fue que soltase una sonora carcajada.
-Elena, ahora vas a ignorarme por lo que veo – bromeó – no sabía que te habías vuelto adicta a mis besos.
Lo miré de reojo. En su rostro seguía mostrando la misma expresión de niño bueno de siempre.
-No me importa, ya pensare en como devolvértela – murmuré -.
-Vaya, eso se llama ser incoherente – comenzó a decir - ¿no sabías que la venganza no te lleva a ningún sitio?
Le dí un pequeño tortazo en el hombro.
-Bajame – musité -.
Aaron continuó manteniéndome sujeta, no hizo ningún movimiento para devolverme al piso. Una vez más caí en la cuenta de que él era adicto a ponerme de los nervios siempre que temía la mínima oportunidad.
-Elena – dijo suavemente -.
Lo ignoré.
-Elena, mirame – repitió -.
Solté un suspiro, pero le hice caso esa vez. Su mirada me atrapó en cuestión de segundos. Y como siempre perdí el hilo de pensamientos que estaba llevando a cabo en el interior de mi cabeza. Aaron abrió la boca para hablar. Pero no escuché lo que dijo. Estaba perdida en el verde intenso de su hipnotizarte mirada. Solo alcancé a oír lo último que estaba diciendo.
-Entonces, que me dices ¿te apetece? - me dijo -.
Parpadeé sorprendida. ¿Que era lo que me había perdido? Me aclaré la garganta antes de hablar.
-Perdón, no te he oído – respondí ruborizándome -.
Él puso los ojos en blanco.