Que la persona que te quiera sea detallista, algunas veces es muy probable. Pero descubrir que Aaron Hampson también lo es, pensaba que era una de las cosas más improbables del mundo. Y ahora miralo. Superando las expectativas que pudiese tener cualquier chica.
-Algún día me dirás el secreto que tienes para sacar tiempo a la hora de preparar este tipo de cosas – murmuré -.
-Simplemente diremos que esto – señaló a nuestro alrededor – es cosa de magia.
Enarqué una ceja en su dirección.
-¿Magia? Has dicho esa palabra o quizás he escuchado mal – bromeé -.
Aaron se encogió de hombros.
-Un mago nunca revela sus trucos – contestó con una sonrisa -.
Solté una carcajada. Agarré su mano, entrelazando nuestros dedos.
-Venga, vamos – esbocé una sonrisa – aun me debes una cena.
La verdad es que nunca se me había pensado por la cabeza subir a la azotea de nuestro bloque de apartamentos, incluso llegue a pensar que esa puerta estaría permanentemente cerrada para todo el mundo. Aunque claro, Aaron no es como todo el mundo. Nos sentamos en las pequeñas sillas, uno frente al otro. Lo cierto es que incluso el lugar donde estaba situada la mesa, había sido una buena elección. Era la zona desde la cual se ofrecían las mejores vistas de Berkeley.
-Ahora es el momento en el que sacas a un cocinero del bolsillo de tu pantalón ¿verdad? - le pregunté -.
Aaron chasqueó la lengua.
-Elena, sé que me consideras una persona extraordinaria y te entiendo, el amor tiene ese efecto – comenzó a decir – pero siento decirte que aun no soy capaz de realizar milagros.
Le saqué el dedo corazón como respuesta. Miré el reloj de mi muñeca.
-Ahora lo entiendo todo, han pasado diez minutos desde que dijiste la última tontería ya te tocaba decir otra – murmuré -.
-Relajate, tienes una cena bajo las estrellas y un acompañante increíble ¿que más puedes pedir? - sonreía él -.
-Tu cerebro – asentí – hace tiempo que lo estoy pidiendo, pero no lo encuentras.
-Ya sé que esa es tu forma de decirme te quiero – me guiñó un ojo -.
-Pero seras..
Aaron se llevó uno de sus dedos sobre sus labios.
-Es hora de comer – susurró -.
Después de decir eso, Aaron comenzó a sacar pequeños platos de plástico de una bolsa que había traído consigo mientras subíamos las escaleras. Sobre la superficie de la mesa plegable, dejó un par de vasos y cubiertos. Sacó una botella de vino a frutado. Vale, tengo que reconocer que siento debilidad por los vinos a frutados. Podría llegar a beber una botella tras otra sin darme cuenta, casi como si fuese agua simplemente.
-Planeas emborracharme – bromeé -.
-Reconozco que no me importaría ver tu faceta borracha una vez más – explicó él – pero lo cierto es que prefiero que estés en tus cinco sentidos esta noche.
-¿Y eso?
-Para el postre – susurró con voz coqueta -.
Al instante sentí como el vientre se me encogía. La boca se me secaba. Casi me había olvidado de respirar.
-Po-postre di-dices -tragué saliva - ¿Que clase de postre di-dices?
Aaron me miró durante unos segundos fijamente. Parecía que con esos dos increíbles ojos verdes podía leer dentro de mi, y saber lo que estaba pensando. Durante unos minutos se quedo así, completamente callado. Y después simplemente no pudo resistirlo más y rompió a reír.
Parpadeé sorprendida en su dirección. ¿Que era tan gracioso?
-¿Que te pasa? - fruncí el ceño -.
-Oh vamos – seguía riéndose – tendrías que a ver visto tu cara.
-¿Mi cara?
-Elena, era una broma – esbozó una sonrisa torcida – solo tú tendrías esa clase de pensamientos pervertidos, al mencionar la palabra postre.
En ese momento lo entendí todo. Y eso solo sirvió para hacerme ruborizar por completo. Acababa de entender mal sus palabras. Casi quería darme una palmada en la frente que me hiciese espabilar un poco. No podía seguir teniendo esos pensamientos cada vez que Aaron decía cualquier cosa. ¿Que me esta pasando últimamente? Mis hormonas estaban más descontroladas de lo normal.
Me recompuse antes de contestarle. Aclaré mi garganta.
-Ya lo sabía – dije con voz que esperaba sonar convincente -.
-Claro – asentía él – estoy seguro de que sí.
Descorchó la botella de vino y nos sirvió un poco a ambos. Tenía tanta sed, que me llevé el vaso a los labios y vacié su contenido al instante. El liquido frio bajo por mi garganta reconfortandome un poco. Estaba buenísimo.
-Despacio señorita que aun no hemos empezado por el primer plato – bromeó Aaron -.
Después de que terminase de preparar la mesa al completo con cada cosa que traía en el interior de la bolsa, espere pacientemente a que me mostrara cual seria el primer plato. Aarón apoyó los codos sobre la mesa. Desvié la mirada desde mi plato vació a el de Aaron. Enarqué una ceja.